Editorial | Viernes, 5 de febrero de 2016
Con gran éxito de público asistente al acto
Gala de entrega de galardones del I Premio Internacional de Poesía y Relato Corto Rey Felipe VI
El pasado viernes, 29 de enero, en los salones del Club de Golf Son Quint, en Palma de Mallorca, en el transcurso de una cena que resultó una velada sumamente evocadora, repleta de amantes de la literatura y la cultura, en general, tuvo lugar la entrega de distinciones a los vencedores del I Premio Internacional de Poesía y Relato Corto Rey Felipe VI.
El acto se abrió con unas palabras de D. Francisco Rodríguez Aguado, Presidente Nacional de la HNME y auténtico valedor de los premios dedicados a Su Majestad el Rey Felipe VI. Don Francisco se refirió a la importancia de la literatura, precisamente en los tiempos que corren, como aglutinador de voluntades en la pluralidad del intelecto. El respeto al semejante, la educación como herramienta fundamental, en fin, quizá la misión de la cultura hambrienta, aquella que se funde en las palabras; el motivo de la monarquía cierta, con el nombre de un Rey excepcional, celebrando una fiesta literaria.
Al llegar a las 24:00h., es decir, cuando se entró en el sábado 30 de enero, se hizo un paréntesis y todos los presentes quisieron ser los primeros en felicitar al Monarca, por su 48 cumpleaños; puestos en pie, mientras sonaba el Himno Nacional, alzaron sus copas y gritaron ¡viva el Rey! En la reanudación, Don Francisco entregó a los tres premiados los nombramientos y medallas de Caballero.
Llegado el momento de los diplomas, D. Guillermo Dezcallar Riche, persona querida y admirada por sus muchos años al frente del Círculo Mallorquín, prestigiosa asociación socio-cultural de mucha raigambre, entregó el 2º premio de poesía a un emocionado José Gabriel Risco Pablos. José Gabriel no cabía de gozo y así lo manifestó con unas bellas y muy sentidas palabras.
José Gabriel, 39 años, casado, con una hija de 4 años, técnico en prevención de riesgos laborales, obtuvo el segundo premio merced a “Pinceladas reales” una obra compuesta por varios poemas que repasan personajes y sucesos históricos relacionados con la monarquía, para componer una hermosa, amena e interesante lectura. Se trata de versos rimados en consonante, sin mucho rigor métrico, que mayoritariamente se agrupan en cuartetos. En el verso medio, se circunda el endecasílabo; si bien, el autor introduce algunas acentuaciones alejadas de todo academicismo endecasilábico, en las estrofas el panorama rítmico presenta una grata y envolvente musicalidad. En cuanto al verso largo, se emparenta con el alejandrino en cuanto a que rodea las 14 sílabas y, en el meridiano silábico, no suelen faltar los descansos, bien por cambio de sentido o por signos de puntuación.
Seguidamente, a doña Mayte Spinola, artista pintora de reconocida trayectoria y mecenas del arte, le correspondió entregar el primer premio de poesía a Pablo Ibáñez, casado, con dos hijas, ingeniero, nacido en Asturias y afincado en Madrid, quien pronunció un corto pero muy sentido discurso que llegó hasta las entrañas de todo el auditorio.
Decir que con “Canto de ida y vuelta”, Pablo consigue un poema en verso de primerísimo nivel estético, rítmico y semántico. Al empaque de la obra, centrada en desarrollar una relación entre dos cuarentones que pretenden acercarse a nivel humano e intelectual, uno es rey, el otro su vasallo, tenemos que sumar la grata fusión generacional como pretexto para unir lo mejor de cada estrato. Al final, se trata de admiración, profundo respeto y el afecto por las causas importantes. Se siente la cercanía de la excepcionalidad Real.
Mención aparte para la técnica rítmico-literaria del autor. Pablo es un experto en métrica que, además, maneja con soltura los recursos del lenguaje literario, así, su verso en “Canto de ida y vuelta”, es una fusión del verso medido clásico, mayoritariamente, heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, combinados al libre albedrío del autor, incluso colocados uno al lado del otro. La sensación es de verso libre, pero no lo es, sino que se trata de una combinación que aprovecha lo mejor del verso clásico en un aparente caos métrico. De este modo, Pablo Ibáñez consigue un verso vanguardista en un bellísimo y entrañable poema.
Finalmente, D. Francisco Rodríguez Aguado entregó el primer premio de relato corto, a Esteban Cazaña, barcelonés de 54 años, profesor de historia, que ya venía de ganar en otros certámenes. Esteban, con su “El legado” consigue una prosa muy bella y musical; se nota el dominio de los recursos literarios así como del tempo en una narración trufada de ingeniosos repuntes idiomáticos, que comienza con un flash back y que solo al final descubre que el protagonista es el rey Alfonso XIII, bisabuelo del rey Felipe VI. En suma, un relato de indudable calidad, digno del premio que se le otorgó.
Y llegados a este punto, no queda más que agradecer a los miembros del jurado, su labor desinteresada y muy gratificante y darles la enhorabuena por su estupendo trabajo, así como felicitar a los demás premiados que no pudieron acudir al evento, cuales son Marifé Miguel García, 49 años, casada, licenciada en Derecho, que ganó el segundo premio de relato corto, con su obra “Teresa”; Ramón Molina Navarrete, 64 años, profesor jubilado, natural de Jaén, que con su obra “Tríptico para una historia presente”, se adjudicó el tercer premio de poesía, y a Marián Barrera Lapi, gadidata, 37 años, casada, con un hijo, que mediante su obra “El secreto de Ciro”, consiguió clasificarse en tercer lugar de relato corto.
Y, cómo no, felicitar efusivamente a la Hermandad Nacional Monárquica de España, que en la persona de su Presidente Nacional, D. Francisco Rodríguez Aguado, ha sido capaz de llevar a buen puerto un certamen literario dedicado a nuestro Monarca, que ha tenido una estupenda acogida y un hermosísimo epílogo.
Será hasta el año próximo.
Mallorca: jugar a Caballero
Pablo Ibáñez | Sábado, 6 de febrero de 2016
Mallorca siempre ha sido muy especial para mí. Haciendo un recuento, todas mis visitas a esta isla maravillosa han significado crecimiento y cambio positivo en mi vida.
La visité por primera vez —pronto hará la friolera de cuarenta años— con mi familia. Una semana de playa en Can Picafort. Fue aquella la primera sensación mediterránea de un niño criado a los pechos del Cantábrico, y desde entonces no he olvidado el primer olor de pino de la mañana.
Volví con diecinueve o veinte años: una semana de marcha en S’Arenal con los amigos del colegio, uno de mis primeros viajes by free. No me acuerdo de mucho, la verdad, tal vez un par de detalles: un trayecto de autobús en alborada, de vuelta de Palma, con un resacón de mil demonios —la luz dolía—, y jugar a Caballeros en el Castell de Bellver.
La tercera vez la visité con Fátima, mi mujer, cuando aún éramos novios. Apostaría mucho a que ha sido la mejor semana de mi vida: cuevas del Drach, Formentor, Pollença, Andratx, casa museo de Torrens Lladó… y lo más importante de todo: Fátima. De aquel viaje guardo con mucho cariño una foto de la tumba de Robert Graves, en Deià, y el recuerdo de bajar a la playa por caminos de cabras. Era la perfección, como dice el verso de Eugenio de Andrade.
La cuarta vez coincidió con mi último cambio de trabajo, en 2008. Viajé a Mallorca para terminar con un compañero un bombeo de agua en una cala perdida. Cada mañana salíamos en zodiac desde Port d’Andratx, no se podía llegar de otra forma. El lugar era de una belleza apabullante, y yo ya sabía que iba a dejar aquella empresa, que odiaba, por otra mucho mejor, así que me dediqué a cumplir con lo mínimo, disfrutar del paisaje, bañarme, y cenar con cargo al jefe. Recuerdo perfectamente el último atardecer en la isla. Mientras mi compañero discutía con el cliente, dentro de una oficina, yo me senté fuera a contemplar la puesta de sol, de un naranja pálido que no he olvidado. Era viernes.
¿Y la última? La última fue este fin de semana, enero de 2016, también con Fátima, en Palma Nova, para recibir el I Premio de Poesía Rey Felipe VI. Ha sido un honor, un gran honor, haber compartido unas horas maravillosas con los amigos de poesía y de la Hermandad Monárquica Nacional de España. Es el primer premio que he recibido en mi vida, y me han concedido además el privilegio de jugar, otra vez, a ser Caballero. Así que la magia, la leyenda de Mallorca, sigue instalada en mi cabeza.
¿Cuándo volveré?
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Autor: Pablo Ibáñez
Es Ingeniero Industrial y trabaja en la fábrica de vidrio de La Granja de San Ildefonso.
Pertenece a la Asociación Cultural Alaire
1º Premio en Certamen Internacional Rey Felipe VI -Poesía-