Artículo remitido por nuestro colaborador y amigo del Blog de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, D. Francisco García
http://www.turismotrujillo.com/Trujillo/la-historia/reconquista
Tal día como hoy hace 783 años se reconquista Trujillo.
Texto extraído de la comunicación: “Aproximación histórica a la reconquista de Trujillo (1233)” presentada a los XLIII Coloquios Históricos de Extremadura (2014) por Manuel Jesús Ruiz Moreno
Las fotografías son de una colaboración para Canal Extremadura sobre la historia de estas tierras (citándose a sus autores).
I.- Introducción
De la reconquista de Trujillo, no tenemos datos suficientes para asegurar que ocurrió realmente. Solo sabemos lo que de ello nos cuentan las fuentes de forma bastante escueta:
“La Crónica latina de los reyes de Castilla” dice que la ciudad se tomó en el invierno de 1232-33. El “Cronicón cordubense” de Fernando Salmerón puntualiza que se tomó en 1233. Y los escritos del geógrafo musulmán al-Himayari, indican que esta conquista tuvo lugar en el 630 H, correspondiente con el invierno de 1232-1233.
Existe otra fuente que hace remontar la reconquista de la población un año antes, los “Anales toledanos”, que expresan «prisieron a Trugiello dia conversion Sancti Pauli, en janero, era MCCLXX” que convertido al calendario actual correspondería con 1232.
La solución a este desacuerdo viene dada de la mano de D. Julio González, en su investigación «Reinado y diplomas de Fernando III» , en la que afirma que: “Trujillo cayó en poder de los cristianos el 25 de enero de 1233”•, y que el dato aportado por los Anales Toledanos: “prisieron a Trugiello dia conversion Sancti pauli en janero era MCLXX” es solo parcialmente correcto, porque le falta una unidad. (MCCLXX_ ) = (1232), sería (MCCLXXI) = (1233).
Trujillo se reconquistaría, por tanto el 25 de enero de 1233, en plena descomposición del Imperio almohade, cuya capital se encontraba en Marrakech.
La espectacular victoria de los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa, aceleró el ya progresivo desmoronamiento del Imperio almohade. Facilitando el levantamiento de los gobernadores andalusíes contra los norteafricanos, y su proclamación como poderes locales, en lo que se conoce como las terceras taifas. Estas pequeñas entidades, en principio independientes, fueron incorporándose bajo las banderas de uno de los tres poderes principales que emergieron en al-Andalus, cuyos intereses particulares les hacían combatir, tanto contra los cristianos, como contra otros musulmanes. Entre ellos el de Ibn Hud, quien desde Murcia, se proclamó emir de los musulmanes en 1228, pero reconociéndose súbdito del califa de Bagdad, y enarbolando por ello su estandarte negro como señal de sumisión al mismo. Tras vencer a los ejércitos que, los gobernadores almohades, enviaron para sofocar la rebelión, las poblaciones de Córdoba, Sevilla, Almería, Granada y Málaga le reconocieron como emir. Solo se mantuvieron rebeldes a este nuevo poder las zonas de Valencia, Niebla (Huelva), y otras poblaciones de menor importancia. También reconocieron a Ibn Hud en el reino de Badajoz, de forma concreta Mérida y Trujillo. Como nuevo señor de casi todo el al-Andalus, Ibn Hud, comenzó a oponerse a las conquistas de los cristianos, pero la suerte que había tenido en los enfrentamientos contra los almohades, en este caso no le sonrió contra sus vecinos del norte, y no tuvo éxito al intentar frenar sus avances.
2.- La conquista de Trujillo en 1233
Aunque la mayoría de los estudios que tratan sobre la reconquista de Trujillo, no dan información del tiempo que duro el cerco, pensamos que no sería una operación de pocos días, lo normal es que fuera un trabajo que conllevara su tiempo, y que con anterioridad al asedio podían haberse practicado algaradas de saqueo y destrucción por parte de los cristianos para ir debilitando las fuentes de aprovisionamiento y metiendo el miedo en el corazón de los musulmanes que ocupaban la villa. Incluso parece ser que se dio un intento previo de conquista por parte de la Orden de Alcántara que no consiguió la rendición total de la ciudad y que tuvo que retirarse a esperar un nuevo intento. Lo cuenta D. Clodoaldo Naranjo Alonso, en su trabajo «Trujillo, sus hijos y monumentos» basándose en las Crónicas de Torres y Tapia : “En el año de 1227 el maestre de la Orden de Alcántara, don Arias Pérez Gallego quiso acrecentar los méritos de su Orden y puso los ojos en la conquista de Trujillo, consiguiendo apoderarse de la población y que los moros se replegasen al castillo, así transcurrieron dos meses en el asedio, ante la venida de los refuerzos musulmanes de las poblaciones cercanas, la prudencia le aconsejó retirarse”.
La expugnación de la villa y la fortaleza de Trujillo ya no podía realizarse “a furto”, por sorpresa, como la realizada por el aventurero portugués Gerardo Sempavor entre 1165 y 1169 junto con las plazas de Evora, Montánchez, Cáceres, Serpa, Jurumella, Santa cruz y Monfragüe por citar algunas de ellas. Tiempo en el cual, seguramente Trujillo no pasaría de ser una pequeña población con escasas defensa y una guarnición reducida, en opinión del profesor García Fitz . Tras su cesión a la familia de los Castro y su posterior paso a la milicia de los freires de Truxillo, la villa cayó en poder de los almohades, que aprovechando la victoria del año anterior en Alarcos, realizaron en 1196 una ofensiva sobre el frente occidental del reino castellano, arrasándolo y tomando Montánchez, Trujillo y Plasencia.
Durante el tiempo que los almohades permanecieron dueños de esta plaza seguramente se realizarían importantes mejoras en su defensa, lo que conllevaría la necesidad de una mayor fuerza de asalto para su conquista. Mejoras a las que habría que sumar el valor de sus defensores que por aquellas fechas, y tras la caída de Cáceres, Montanchez, Mérida, Badajoz, Évora, Andujar, Baeza… convertía a Trujillo en el bastión más septentrional andalusí frente a los reinos de Castilla y León. Y en el que se habrían agrupado los guerreros más duros de que disponía el andalus por aquellos tiempos, de una forma similar a los calatravos establecidos en Salvatierra que causaban grave quebranto en el territorio musulmán. Soldados musulmanes de Trujillo a los que bien podríamos asignar las mismas cualidades que el geógrafo musulmán el idrisi, escribiera de los habitantes de esta medina unos cincuenta años antes: “sus habitantes, tanto jinetes como infantes, tenían la fama de ser unos excelentes especialistas en la guerra de guerrillas, efectuando frecuentes correrías contra el territorio cristiano”. Lo que implicaría que eran gente acostumbrada a los rigores de la guerra y que no temían enfrentarse a los cristianos. De ahí, que aunque los caballeros de Alcántara y sus fuerzas pudieron entrar de alguna manera en la medina, no se verían con fuerzas suficientes para doblegar a la guarnición de la ciudad que se habría refugiado en la alcazaba, con la mayor parte de la población resguardada en el albacar de la misma. El suceso relatado por Naranjo Alonso no es una excepción, es frecuente ver que después de poner cerco a una población e incluso habiendo entrado en alguna parte de la misma, los atacantes debían retirarse. Tenemos el caso del intento en 1138 de Alfonso VII de tomar Coria. El profesor García Fitz explica como después de comenzar con una cabalgada destructiva y una emboscada que tendieron a los musulmanes de la villa, el rey instaló su campamento en las inmediaciones de la fortaleza, y construyeron torres de asedio y otros ingenios con los que iniciaron el asalto a la población, pero pese a las fuerzas empleadas tuvieron que retirarse sin conseguir rendir la ciudad. Caso similar fue lo acontecido en Cáceres, Alfonso IX de León, intentó su conquista en varias ocasiones, antes de conseguir su rendición. En noviembre de 1218 el rey leonés Alfonso IX cercó Cáceres durante mes y medio, y cuentan los anales Toledanos que aunque la ciudad no pudo ser tomada, devastaron a fuego e hierro todo el campo, árboles, viñas, sembrados y cuanto había en los alrededores de la ciudad. En la primavera de 1222 volvió a intentarlo, esta vez los leoneses atacaron con máquinas y derribaron algunos lienzos de muralla y ciertas torres lo que les permitió entrar en la ciudad, pero cuando estaban a punto de adueñarse de la misma, los Anales Toledanos cuentan que se presentaron unos diplomáticos almohades al rey leonés y le ofrecieron grandes promesas de dinero si levantaban el cerco, los cristianos debían haber tenido muchas bajas en el asalto, y aunque estaban dentro de la ciudad, no las debían tener todas consigo, cuando el rey aceptó la oferta y se retiró sin tomar la ciudad. En 1223, 1225 y 1227 los leoneses volvieron sobre Cáceres, sin ningún resultado positivo, no siendo tomada hasta 1229 con la participación de las Órdenes Militares de Santiago, Alcántara y Calatrava, junto con las milicias de los concejos, como los de Zamora.
Aunque no volvemos a tener ninguna noticia sobre los ataques al territorio de Trujillo, es de suponer que las algaradas de devastación se seguirían produciendo. De hecho, si tenemos información de dos correrías de saqueo que se realizaron: una en 1211 por las fuerzas castellanas del infante don Fernando, hijo del rey Alfonso VIII, según relatan los anales toledanos. Y otra alrededor de 1220 por parte de tropas leonesas, de la mano de don Sancho Fernández, hermano del rey Alfonso IX. Esta última expedición ocupó el castillo yermo de Cañamero, desde donde comenzó a atacar a los musulmanes, pero fue por poco tiempo, porque el citado personaje acabó sus días en un encuentro mortal, con un oso de la zona.
Los principales autores que han abordado el tema de la reconquista de Trujillo, afirman que la población fue tomada después de un corto sitio, y un asalto “por fuerza” . Pero a nuestro entender, nos inclinamos mas por pensar que la conquista de Trujillo debió ocurrir de una manera similar al ejemplo citado de Cáceres, y que no fue una operación de asedio que durara apenas unos semanas, si no, que fuera precedida de una campaña de destrucción previa para intentar disminuir la resistencia de los defensores de la población, cuando el asedio se hiciera efectivo. Y que éste conllevaría un tiempo, de esta opinión es D. Gonzalo Martínez Díez, en su estudio, “La cruz y la espada. Vida cotidiana de las Órdenes Militares españolas”.
Las tropas castellanas formadas por las tropas de las Órdenes Militares de Alcántara, Santiago, Temple y Hospital, junto con las de Calatrava y las fuerzas del Obispo de Plasencia, a las que se unieron las huestes de otros caballeros castellanos provenientes de Toledo, como los Añascos, debieron levantar el dispositivo de asedio, probablemente en una fecha cercana al verano de 1232. Cuando suponían que el apoyo que los musulmanes trujillanos podrían recibir del emir de Murcia, sería casi inexistente, dados los graves problemas por los que pasaba Ibn Hud, con las rebeliones de Sevilla, y Arjona.
Pero esta información no era del todo correcta y cuando estaban en pleno asedio, Ibn Hud envió fuerzas de socorro para intentar tomar a los castellanos por sorpresa, pero no lo consiguió, por lo que sin entrar en batalla se retiró en busca de más tropas de apoyo. Los cristianos debieron conocer los movimientos del emir de Murcia y apremiados por la posibilidad de verse cogidos entre dos fuegos: el de los asediados y los refuerzos, debieron forzar el asalto definitivo.
Los castellanos podrían haber efectuado diversos asaltos a la vez, en distintos puntos del perímetro amurallado de la villa, con el fin de despistar la atención de los defensores y obligarles a repartir sus fuerzas por todo el recinto fortificado.
En enero de 1233 se planeó un golpe de mano para obtener al control de una de las puertas de la medina, la operación se llevaría a cabo con un pequeño grupo de guerreros especialistas en estas actividades. El resto de las tropas cristianas se prepararon para el asalto, que podía ser el definitivo, y para ello se pusieron bajo el amparo de Nuestra Señora la Virgen, a quien invocaría como protectora el Obispo de Plasencia.
No está claro si este”comando” de asalto, operaba desde el interior, o se infiltró desde el exterior. La tradición solo cuenta que estaban liderados por Fernán Ruiz, y que consiguieron abrir una de las puertas, la situada más al occidente, y la más alejada de la alcazaba, que tomaría después el nombre de “Puerta o arco del Triunfo” debido a que por ella entraron las fuerzas castellanas para ganar la ciudad. La misma tradición sigue narrando que en ese momento en el que se luchaba por controlar dicho acceso, apareció un resplandor sobre la muralla y que los cristianos lo atribuyeron al apoyo que la Virgen les brindaba, lo que dio nuevas fuerzas a los cristianos que consiguieron superar esta puerta y entrar en la ciudad.
Naranjo opina que fue un valeroso mozárabe, llamado Fernán Ruiz, el que junto a otros compañeros de la ciudad logró abrir las puertas a las fuerzas castellanas desde dentro, y permitir el paso a los asaltantes. Por esta acción sería recompensado con el título de Rico-home de Castilla, concediéndosele la alcaldía del castillo así como las rentas de todos los pecheros de Trujillo, razón por la cual sus descendientes blasonaron su escudo con diez roeles o monedas para recordar este hecho.
Otras fuentes, como el “Manuscrito de Tapia”, recogido en las “Crónicas Trujillanas del siglo XVI”, nos dice que Hernán Ruiz de Valverde no era un mozárabe que habitara en la ciudad, sino un caballero que entró de noche en la ciudad, escalando la muralla, y que consiguió abrir las puertas de la villa, y que por esta acción o alguna otra en la que su valentía permitió la entrada de los cristianos en la ciudad, es recordado hasta nuestros días.
Sobre este tipo de operaciones, detalla el profesor García Fitz que dado el enorme peligro que entrañaba la toma al asalto de un punto fuerte para los atacantes, y de una forma más particular para aquellos que iban dirigiendo dicho asalto, se estableció una serie de incentivos especiales, además de las cuotas que les podía corresponder de botín, premios extraordinarios que son recogidos en las fuentes jurídicas, en las que se premiaba a los que primero entraban en las fortalezas, o sus acciones permitían la toma de las mismas.
Meditando sobre todo lo narrado, observamos como en la conquista de Trujillo se dio un acción mixta, de un asedio en toda regla y un golpe de mano para hacerse con el control de un acceso. De forma parecida a lo ocurrido en 1198 en la que una expedición bajo el mando de los calatravos con 400 caballeros y 700 peones tomaron la fortaleza de Salvatierra. Conquista que fue facilitada por la información obtenida de un musulmán que reveló un punto débil de la fortaleza, con el fin de recobrar su libertad. O el ejemplo ocurrido en 1236, cuando tropas especializadas en ataques sorpresa, con ayuda de algunos musulmanes descontentos, consiguieron facilitar el asalto a la Ajarquia cordobesa.
Dominado el punto de acceso a la ciudad, se procedió al asalto generalizado, venciendo toda resistencia dentro de la villa, pero no pudiendo tomar la alcazaba, momento en el que se iniciarían negociaciones, y suponiendo los defensores, que no podían recibir ayuda, pues desconocían los nuevos intentos del emir de Murcia, de enviar fuerzas en su socorro, se rindieron el día de la conversión de San Pablo, el 25 de enero de 1233.
Texto extraído de la comunicación: “Aproximación histórica a la reconquista de Trujillo (1233)” presentada a los XLIII Coloquios Históricos de Extremadura (2014) por Manuel Jesús Ruiz Moreno