Artículo de fecha 01-02-2015 de D. José Manuel Huidobro
Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España. Máster en Derecho Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED). Autor de 55 libros y más de 700 artículos.
Miguel de Cervantes. Príncipe de los Ingenios
Apodado el “Manco de Lepanto”, toda su vida quedó marcada por dicha batalla. En ella perdió la movilidad de una mano, en ella se colmó de gloria, por ella fue capturado cuando regresaba a la península y en ese largo cautiverio (y en otros más cortos), concibió algunas de sus obras, siendo “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, la más importante de la literatura universal, que pasa por ser el libro más editado y traducido de la historia, sólo superado por la Biblia.
Miguel de Cervantes Saavedra nació, probablemente, en Alcalá de Henares en septiembre de 1547, aunque algunos historiadores opinan que lo hizo en el pueblo de Sanabria, actual provincia Zamora pero entonces perteneciente a Galicia, y falleció en Madrid, en abril de 1616. Saavedra no era el apellido de Cervantes, ni tampoco un patronímico que llevaran sus antepasados directos. El escritor asumió este apellido algunos años después de su retorno de Argel, donde estuvo cautivo cinco años, desde 1575 hasta 1580.
Hijo de Rodrigo de Cervantes, un hidalgo arruinado de oficio médico-cirujano, y de su mujer doña Leonor de Cortinas, de familia bien acomodada. Los Cervantes poseían ejecutoria de hidalguía, como se encargó de acreditar el propio Rodrigo en varios momentos de apuro a lo largo de su calamitosa existencia. Miguel, como hombre de su tiempo, buscó fama y dinero en la vida soldadesca. Casó con Catalina Palacios Salazar, casi veinte años menor que él, en diciembre, 1584.
Su familia, de la cual se ha afirmado sin muchas pruebas que era judeo-conversa por ambas líneas, deambuló por Castilla en busca de trabajo como cirujano para su padre, cuya situación económica nunca fue buena. Sin estudios universitarios, pero dispuesto a no ser más una carga para su familia, Cervantes se trasladó a Madrid en 1566, donde escribió sin mucho éxito varios poemas y mostró vivo interés por el teatro. Una providencia de Felipe II de 1569 ordenó prender al castellano –que se había hecho discípulo de López de Hoyos– acusado de herir en un duelo al maestro de obras Antonio Sigura. Como haría Lope de Vega, Alonso de Contreras o Calderón de la Barca tiempo después, el hidalgo se alistó en los tercios de Flandes para prevenirse de la persecución del Rey, quien firmaba encantado sumar otro infante a su incansable maquinaria bélica.
Destinado en Flandes, en el Tercio del capitán Lope de Figueroa del que formaba parte –el mismo al que sirvió mucho después Lope de Vega– fue reclamado para tomar parte en la llamada Santa Liga que se proponía combatir al turco. La actuación de los tercios embarcados es bien conocida. A grandes rasgos sostuvieron la victoria, en detallado: la compañía de Cervantes, que armaba la galera la Marquesa, soportó uno de los ataques de mayor crudeza. Cuando la batalla parecía sentenciada, Uluch Ali, tras dejar a atrás a Andrea Doria, buscó llevarse en su retirada a todo bajel que encontró de costado: la galera donde iba el escritor fue una de las que peor parte se llevó. La Marquesa fue víctima de una sangría de la cual solo Cervantes y unos pocos pudieron salir con vida. El joven escritor se encontraba con fiebre en la bodega del barco cuando fue informado de que el combate amenazaba con engullirlos.
«Señores – ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura», bramó el escritor de solo veintiún años que, pese a las protestas de su superior Francisco San Pedro, fue puesto a cargo de 12 soldados junto a los cuales situó su vida en liza. Cervantes fue herido por dos veces en el pecho y por una en el brazo. Aunque no fue necesario amputación, el escritor perdió la movilidad de la mano izquierda “para gloria de la diestra”.
Tan osada actuación no pasó desapercibida para el almirante capitán, don Juan de Austria, que le dedicó una elogiosa carta que, por seguro, le hubiera garantizado patente de capitán en la corte de Felipe II –para obtener una compañía de soldados era necesario el consentimiento real–. Sin embargo, la galera en la que regresaba, junto a su hermano Rodrigo, fue atacada por piratas berberiscos cerca de la costa catalana. El escritor –en posesión de la elogiosa carta– fue tomado por un noble hidalgo, y, en consecuencia, por un cautivo de enorme valor.
Durante su cautiverio en Argel, a pesar de protagonizar varias fugas lo cierto es que el elevado precio de su cabeza –500 ducados, equivalente a unos dos kg de oro– condenó a Cervantes a pasarse media vida encarcelado, hasta que fue rescatado por unos frailes trinitarios, la misma orden que rige el convento donde hoy reposan sus restos mortales.
A su regreso a España en 1580, el Rey lo recibió en persona y le encomendó un último servicio militar: viajar a Orán como agente secreto para recabar información. Con 33 años, Cervantes dio por finalizada su etapa de soldado y se estableció en Castilla. En total había estado 5 años encerrado en Argel, pero todavía iba a pasar media docena de veces por prisiones españolas. En varias ocasiones por requisar grano perteneciente a la Iglesia para abastecer a la Armada Invencible (estuvo en Andalucía, donde trabajaría durante diez años aproximadamente como nuevo comisario general de abastos para las galeras de Felipe II), acción que también le causó dos excomuniones. Sus largas estancias en prisión, paradójicamente, le proporcionaron el tiempo y la perspectiva para desarrollar su prodigiosa obra literaria.
Su principal novela, en la que ridiculiza a los libros de caballerías de moda entonces, consta de dos partes: la primera, El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, publicada en Madrid en 1605; y la segunda, El ingenioso cavallero don Quixote de la Mancha, en 1615.
Cervantes fue menospreciado como poeta, cuestionado como dramaturgo y admirado como novelista. Está considerado por todos como el creador de la novela moderna.