El Excmo. Sr. D. José María de Montells y Galan, Juez de Armas de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén y Vizconde de Portadei,  nos deja un magnífico artículo que reproducimos a continuación:
INDUMENTARIA Y LAZARISMO:
LA TEBA
La teba
   Tengo escrito algunas cosas sobre indumentaria, no solo porque me lo han pedido algunos amigos que saben de mi debilidad por la historia del traje, sino también porque es tema que me preocupa. La falta de modales, la falta de respeto a los demás, empieza por el descuido en el atuendo y termina en el nudismo tribal.
   Así que no es extraño que me ocupe ahora de una prenda de vestir muy vinculada, a lo que parece, con el lazarismo.

Una de nuestras primeras escopetas, fue, sin duda, don Carlos Mitjans y Fitz-James Stuart, XXI Conde de Teba y XV Conde de Baños, Grande de España, nacido en Segovia en 1907 y fallecido en Madrid en 1997, hijo de don Juan Manuel Mitjans y Manzanedo, II Duque de Santoña y de doña Sol Fitz-James Stuart y Falcó, Condesa de Teba. Caballero de Justicia del Hospital de los Pobres Leprosos , Hermano de la Pontificia y Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, de Sevilla y Medalla de Oro al Mérito Deportivo.
   Desde la infancia destacó por su afición a todos los deportes al aire libre, practicando el tenis, el golf o la vela con mucho acierto. Cazador extraordinario, fue uno de los grandes tiradores de España, logrando siete campeonatos nacionales, un campeonato del mundo y otro europeo. Pues bien, el conde de Teba, un lazarista de pro, aparece asociado al nacimiento de una prenda de vestir genuinamente española. Me refiero a la teba, tan cotidiana en nuestra vida actual.

De todos es sabido que la teba es una prenda similar a la americana, pero con un aire más cómodo y sport. Sus características principales, y que la distinguen de una chaqueta de hechura más habitual, son la solapa enteriza, el puño camisero y su confección en punto de lana, aunque últimamente también se ha comenzado a fabricar en paño. Tradicionalmente vinculada al mundo de la caza, tuvo su origen en una chaqueta que el conde de Teba regaló a don Alfonso XIII, en el transcurso de una cacería de perdices. 

Es lugar común que el acontecimiento se cuente al revés, señalando que fue el rey quien regalase al joven cazador una chaqueta ligera de lana inglesa para que se protegiera del frío mientras cazaba. 

Que nuestra Familia Real ha sido aficionada a la cinegética desde los Austrias no es ningún secreto. El propio don Juan Carlos tuvo en su momento dificultades debido a su apego a este deporte.
   En tiempos de don Alfonso XIII, una cacería regia se preparaba con meses de antelación. El Rey asistió, entre los días 3 y 7 de septiembre de 1912 a una cacería de rebecos en los Picos de Europa, en la zona de Áliva, cuyo desarrollo y circunstancias fueron recogidos en una película por la Filmoteca Española. Sus imágenes son un testimonio de la época, un documento histórico y etnográfico de gran valor que permiten vislumbrar, los políticos y los militares que acompañaron al monarca y las obras que se hicieron antes del acontecimiento. Así, la Real Compañía Asturiana de Minas construyó a los pies de Peña Vieja el actualmente llamado Chalet Real para el alojamiento de Su Majestad y el de sus invitados. Ahora es un hotel. El Ejército instaló en los alrededores ocho tiendas de campaña para albergar a los oficiales de telégrafos, Guardia Civil y el personal de servicio real. El Marqués de Viana, Montero Mayor, y el de Villaviciosa llegaron cuatro días antes y prepararon los últimos detalles en el campamento de Áliva.

Don Alfonso XIII llegó en automóvil hasta Camaleño y desde allí a caballo por Mogrovejo y La Calvera, hasta Áliva. Entre sus invitados estaban el infante Carlos de Borbón y los príncipes Raniero de Borbón y Don Felipe; los marqueses de Viana, Villaviciosa y Hoyos; los duques de Medinacelli; los condes de San Martín de Hoyos y de Maceda; el doctor Alabern, Mr. Hausser, don Luis Bustamante y don Juan Antonio Quijano.

El día 4, el Rey entró en chalet de Áliva a las seis de la tarde. Tras merendar con los demás cazadores, recorrió los alrededores. Se retiró a descansar a las once de la noche

El día de la cacería amaneció con muy buen tiempo. El Rey se levantó a las siete y una hora más tarde los cazadores subieron por los arenales del Canal del Vidrio para instalarse en sus puestos. En seguida se dio la señal a los ojeadores y monteros, apostados desde la madrugada, y comenzó la cacería.

Fueron abatidos gran cantidad de rebecos en medio de la expectación de la gente, que tenía prohibido acercarse a menos de un kilómetro al campamento.

Finalizadas las jornadas, la comitiva real descendió por Espinama y Las Ilces, mostrando su satisfacción por la visita.

En este ambiente transcurrieron las monterías del conde de Teba desde la adolescencia. No estuvo en Áliva, porque era demasiado joven, pero acompañó al Rey, desde los diecisiete o dieciocho años. 

Lo cierto es que la teba hizo fortuna sin que Teba se llevase nada de los supuestos beneficios. Tampoco tenía otro interés por la sastrería de caballeros que estar al día en la moda. Cosa distinta ocurría con su esposa mexicana (con la que contrajo matrimonio en París en 1935, apadrinados por el propio Alfonso XIII, representado en la ceremonia por el Duque de Alba), doña Elena Verea Corcuera, que además de rica por familia fue musa del modisto Balenciaga.

Sabemos que don Carlos Mitjans y Fitz-James Stuart, ya famoso por su elegancia, acudió a una modista de Zarauz, para que le hiciese una chaqueta adecuada para competir en el Tiro de Pichón de Igueldo. 

Mitjans, quedó impresionado por la comodidad y versatilidad de la prenda, de manera que encargó que le hicieran varias, eso sí, añadiéndole tres bolsillos más para que resultara más práctica. Luego, al ponderársela mucho el monarca, el conde le regaló la suya, que el soberano inmediatamente se puso. 

 Así nació, con la complicidad involuntaria de don Alfonso XIII, una nueva prenda de vestir, que fue bautizada con el nombre del cazador que la popularizó: Teba.

Muy posteriormente una empresa catalana le pidió permiso al conde para confeccionarla y comercializarla con ese nombre. De esta forma la teba se distribuyó internacionalmente y se extendió su uso, hasta constituir hoy una chaqueta de sport adaptada a la ciudad, que por otro lado, va desbancado los trajes de tweed, ásperos y resistentes, de las cacerías británicas.

Como es natural, se puede utilizar con corbata. Los colores más habituales son el verde y el azul, aunque también se ha confeccionado en camel, gris marengo, y en azul azafata o rojo para las damas.

El hecho no pasa de ser una anécdota simpática, pero lejos estaba yo de sospechar que un hermano de manto como el conde de Teba, estuviera involucrado tan directamente en la creación de un nuevo atavío que primero, se destinó a la práctica deportiva y ahora, al cabo del tiempo, constituye una prenda casi imprescindible de uso urbano.