POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.

Este verano, que ya se muere, hice la travesía entre Tarifa y Tánger y no avisté sirena alguna y eso que me atalayé en la proa del ferry que hace el trayecto. Un catamarán muy propio. Tenía yo la esperanza de pegar la hebra con alguna despistada que estuviera en el Estrecho, yendo del Atlántico al Mediterráneo o viceversa. Más tarde, estuve en Castellón y no me perdí el paseo por El Grao, para papearme unos erizos gratinados que me supieron a gloria bendita. Tampoco tuve suerte.

Una sirena muy poco agraciada

Una sirena muy poco agraciada.

No avizoré a la sirena Partenópe, que reside en las aguas próximas a Nápoles y que tiene fama de habladora. En ocasiones, se viene hasta las costas de España, por ver pescar la sardina. Para mí, no hay bocado que pueda compararse a la sardina asada. Comí unas parrochas en el jardín de mi consuegro en Colmenarejo, regadas de un buen vino blanco, no recuerdo si Rueda o Albariño y estuve un rato de excursión en el Paraíso. Parece ser que a Partenópe le gusta, como a mí, la plata compacta de los bancos sardineros y disfruta con su contemplación. Cuando esto acontece, Neptuno que es protector de las sardinas y no aprueba su pesca, mira para otro lado.

Pentesilea, reina de las amazonas en el petit armorial du Toison.

Pentesilea, reina de las amazonas en el «Petit Armorial du Toison».

Según la leyenda, esta sirena pereció cuando el conocido episodio de Ulises. Una vez muerta las olas la lanzaron hasta la playa y allí fue enterrada con múltiples honores. En su sepulcro se instaló después un templo. De aquel templo nació una ciudad que hoy conocemos como Nápoles y que en la antigüedad se llamó igual que la sirena. Es, desde luego, una falsa leyenda, ya que según mi amiga, la sirena que habita el pantano de Valmayor, Partenópe sigue vivita y coleando. Yo lo prefiero así. Se me haría muy cuesta arriba que hubiéramos perdido la posibilidad de conocerla. Y eso que me han dicho que no es muy agraciada. Vamos, que es rematadamente fea.
Todo esto para llegar a las amazonas, terribles señoras de las guerras antiguas. Y es que estando en El Grao de Castellón, me sorprendió la visión de una dama muy rotunda, quizá algo viril, que me recordó a Pentesilea, que me malicio tenga la misma pinta. Que se sepa que la reina doña Pentesilea no se cortó el pecho para poder tensar el arco. Era guerrera de lanza y espada y no siguió la tradición. Lo cierto es que la reina acudió a la guerra de Troya por su amor a la batalla, aunque según algunos autores, lo hizo para ser purificada por Príamo, después de haber dado muerte a su hermana Hipólita.

Perfil de Pentesilea.

Perfil de Pentesilea.

Sea como fuere, Pentesilea se distinguió por sus numerosas hazañas ante la ciudad asediada antes de ser abatida por Aquiles, quien atravesó su pecho con una lanza. Al verla morir, Aquiles quedó sobrecogido por su belleza y cuando Tersites, uno de los soldados griegos, se burló de él por esta pasión, Aquiles le mató. Diomedes, primo de Tersites, arrojó en venganza el cuerpo de la amazona al río Escamandro. Según otras versiones, fue Aquiles quien la enterró en las orillas de ese río.
Yo he visto a esta señora reina en un armorial del Toisón, amazona en caballo tordo mosqueado, con las sus armas. Estas son de sable, un cisne de su color. Mi admirado artista heráldico, don Rafael Nieto también la ha dibujado, con estas armas, cambiando eso sí, el sable por el azur. Las interpretaciones heráldicas de Nieto merecen comentario aparte. Sus diseños son de una gran originalidad y belleza. Y en lo tocante a la heráldica eclesiástica, el referente en nuestro país.

Pentesilea, por D. Rafael Nieto.

Pentesilea, por D. Rafael Nieto.

Siguiendo con doña Pentesilea, la reina de las amazonas, temible guerrera, me pega a mí que hiciese migas con Aquiles y que se amaron entre lance y lance. Que para esto de la coyunda, Pentesilea no hacía ascos a nadie, según escribió el poeta o eso dicen, que yo no lo tengo leído.

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