POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.

Acabo de leer una abracadabrante teoría sobre el asesinato de Marilyn Monroe, instigado por Robert Kennedy y ejecutado por el psiquiatra de la actriz, que le inyectó directo en el corazón, una dosis letal de pentobarbital sin diluir, lo que le habría causado la muerte. Según los autores de esta versión, el hermano de Kennedy estaba poco menos que acoquinado por la amenaza de la Monroe de revelar sus amoríos con el Presidente asesinado y su hermano, el propio Bob, al mismo tiempo. Una oscura historia de poder y sexo, a la que son tan aficionados los americanos. Que a mí no me parezca verosímil, no quiere decir gran cosa. Uno ha visto tantas ocurrencias, que no pongo toda la mano en el fuego por los Kennedy, tan ávidos de la autoridad y el mando. Aunque me extraña mucho que la primera familia católica en establecerse como clase dirigente de los EEUU, estuviera mezclada en un siniestro asesinato y mucho más, que un hombre como Robert Kennedy, al que se le considera todavía hoy, el primer político estadounidense de una gran fe católica radical, fuese responsable de un crimen tan sórdido. Lo que parece cierto es que los hermanos Kennedy formaron parte de la inmensa cohorte de admiradores de aquella venus, entre los que me cuento. Marilyn Monroe les hizo más humanos. Si mi Garcilaso hubiera conocido al bellezón, de seguro le habría dedicado aquellos versos:

Yo no nací sino para quereros; 
mi alma os ha cortado a su medida; 
por hábito del alma misma os quiero. 

Cuanto tengo confieso yo deberos; 
por vos nací, por vos tengo la vida, 
por vos he de morir, y por vos muero.

Lástima que los Kennedy no fueran poetas. Pero retomo mi discurso: La aportación de Robert Kennedy al éxito de los afroamericanos en la consecución de sus Derechos Civiles está considerada como su mayor legado político, junto al de su hermano John que desde la Presidencia, se enfrentó a los estados sureños partidarios de una suerte de apartheid.
Banderas confederadas.
Fue en esa época cuando me familiaricé con la bandera confederada, (en realidad la de su ejército) tan enarbolada en el sur de los EEUU. Sin embargo, poco o nada se supo en aquel tiempo, de la heráldica de los CSA (Confederate States of America). El escudo propiamente dicho era semejante al de los EEUU, con el añadido de un gorro frigio, no obstante, algo más usado fue el Gran Sello, un círculo de azur con la efigie ecuestre de Washington, rodeado de una guirnalda formada por hojas de trigo, algodón, maíz, tabaco, arroz y caña de azúcar, con una bordura de gules con la leyenda «The Confederate States of America: 22 February 1862», la fecha de toma de posesión de Jefferson Davis como Presidente y el lema DEO VINDICE.
Sello de los Estados Confederados.
Todo esto viene a cuento, porque hojeando un libro inglés de heráldica, me encuentro con el escudo de Kennedy, que se blasona: De sable, tres yelmos de oro. Bordura componada de cuatro piezas de gules y armiños, llevando por cimera una un brazo armado blandiendo un haz de cuatro flechas, entre dos ramas de  olivo.
Garantía Armera de los Kennedy.
El dicho escudo, que le había sido regalado al Presidente norteamericano por su esposa, grabado en un anillo de oro, fue oficializado mediante un pergamino iluminado, emitido por el Heraldo Jefe de Irlanda y entregado por el Embajador de Irlanda en los EEUU, el 17 de marzo de 1961, el día de San Patricio, en una ceremonia sin precedentes que tuvo lugar en la Casa Blanca. Las armas estaban inspiradas en las armerías de las familias irlandesas de Kennedy y Fitzgerald. La cimera, según el heraldo que las diseñó lleva cuatro flechas por los hermanos Kennedy (John, Joseph, Robert y Edward). Así que las armas tal como se han descrito se usan también como emblema del portaaviones USS John F. Kennedy y en algunas banderas que se llevaron a la expedición liderada por Robert Kennedy para coronar el Mount Kennedy en 1965. 
Armas de Kennedy como Gran Collar de la Orden de San Lázaro.
Es curioso que la dicha garantía de armas se hizo a nombre de todos los descendientes del bisabuelo del Presidente, Patrick Kennedy nacido en 1823 y emigrante irlandés en los EEUU, y por ello estas armas pueden ser utilizadas no solo por el actual y más representativo miembro de la familia, Joseph Patrick Kennedy II, sino también por sus hermanos, hermanas y primos que lleven el apellido, sin que tengan que añadir brisura alguna. Por eso y para que no haya confusión, he preferido publicar aquí las armerías presidenciales completas, con los atributos heráldicos que le corresponden como caballero del Gran Collar de la Orden de San Lázaro de Jerusalén. Ninguno de los parientes del Presidente, que yo sepa, pertenece al Hospital y Milicia de la Cruz Verde.