POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.

No llegan buenas noticias sobre la situación en Ucrania. Todo puede enredarse y de un conflicto interno muy localizado, se puede llegar a una internacionalización que nadie desea. Ucrania puede ser el escenario de un nuevo y grave desencuentro entre los intereses de Rusia y EEUU. Una buena solución, desde mi modesta opinión, sería la proclamación de una monarquía que atemperase las provocaciones de unos y otros y sirviera de poder moderador  entre las comunidades enfrentadas. 
Conocí a un monárquico ucraniano, Orest Karelyn Romanistchen, que había venido a Madrid por Navidad, ya no recuerdo el año, a rendir pleitohomenaje a Alexis de Anjou, como Volodar o Rey de Ucrania. Yo era por aquellas fechas, editor de Alexis y su amigo. Le tuve simpatía, me creí honestamente su peripecia y cuando se descubrió que toda la familia imperial rusa había sido asesinada en Ekaterimburgo, hecho que contradecía su pretensión y desmontaba todo su discurso, fallecido ya Alexis, tuve la sensación que el mundo se empobrecía un poco, porque profeso gran apego a las quimeras sin esperanza. Que conste que no le guardo ningún rencor. Alexis fue un extraordinario comunicador, de trato amable y encantador, que por generosidad y vocación, merecía ser quien decía y no era. 

Alexis de Anjou con su madre.

El bueno de Romanistchen, su seguidor, había atravesado media Europa, por entrevistarse con quien creía que era su monarca legítimo. Llegó exhausto, no hablaba ningún idioma, salvo el suyo, no tenía dinero y hubo que invitarle a estancia y comida, entre algunos pocos amigos. La Nochebuena de aquel año cenó en casa de Guillermo Torres-Muñoz, que, bondadoso, le había invitado para que no se encontrase tan solo, lejos de su familia y su país. Para él no había dudas, Alexis era su rey, yo fui testigo de excepción. 

Sin embargo, la monarquía nacional ucraniana de hoy, debería, a mi modo de ver, recuperar la consideración de legítimo pretendiente al trono, en la progenie de Paulo Skoropadski, último Hetman (Caudillo) de Ucrania de 1917 a 1918, descendiente a su vez de Ivan Skoropadski, Hetman o Atamán de los todos los cosacos, de 1708 a 1722. El movimiento encabezado por Skoropadski (fallecido en 1945) le sobrevivió, estableciendo un programa monárquico nada desdeñable asentado en el modelo del estado cosaco tradicional. En realidad, el título de atamán es el de líder militar supremo. Rango militar, equivalente al de comandante en jefe, de origen polaco, oficializado en este país al principio del siglo XV (año 1505). 

Paulo Skoropadski.

En Ucrania, el Hetmanato ha sido su sistema de gobierno habitual, tanto es así que un Hetman (Bogdan Jmelnysky) figuró en su escudo nacional en 1918, hasta ser sustituido por el tridente de San Vladimiro. Por abundar en una descripción más académica, las armas ucranianas actuales se deben blasonar: De azur, el tridente de oro, que es una síntesis abstracta de una composición preheráldica vinculada con la dinastía reinante en el siglo X y de los elementos heráldicos ucranianos más antiguos que se remontan al siglo XII. No falta quien asimila el tridente a una representación estilizada del halcón heráldico de la dinastía rurikida. Es, desde luego, uno de los emblemas europeos más antiguos. Yo conservo todavía, como recuerdo, una escarapela con los colores nacionales cargada del tridente, que me regaló Romanistchen. No fue su único obsequio, a mi hija Berta, le dio un broche con el tridente como motivo principal.

Armas del Hetmanato.

No le he vuelto a ver. No sé qué haya sido de él. Y lo siento de veras. Un hombre, como él, que atraviesa un continente en condiciones muy precarias, en pos de un ideal, es digno de todo respeto y consideración. 

Grandes Armerias de Ucrania.

En todo este embrollo, percibo que hay algunas señales para el optimismo: La prensa española que se ha ocupado de los últimos acontecimientos adolece a mí entender de una falta de análisis sobre el papel desempeñado en esta crisis por la Iglesia Ortodoxa ucraniana. La más importante de todas ellas, es la que sigue al Patriarca Filaret I que desde su elección, en 1995, ha manifestado públicamente su arrepentimiento por el colaboracionismo que mantuvo con el régimen soviético (el denominado sergianismo). El Patriarca Filaret, trabajó arduamente, y con notable éxito, por crear lazos con los distintos gobiernos ucranianos, y por darle una identidad propia, patriótica, al Patriarcado de Kiev, haciendo crecer esta Jurisdicción de modo impresionante dentro de Ucrania. Ahora, el Patriarcado de Kiev se muestra duramente enfrentado al de Moscú, pero tanto la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en comunión con el Patriarcado de Moscú, como la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, en plena comunión, sui juris, con la Santa Sede son firmes partidarias del diálogo y la reconciliación. La influencia de ambas puede ser en el futuro un factor de pacificación muy considerable en una sociedad dividida y hoy por hoy, nada propicia al entendimiento.