POR EL DR. JOSÉ MARÍA DE MONTELLS Y GALÁN.

Todavía no tengo escuchado al ruiseñor cantar sus amores a la ruiseñora y eso que ya estamos en primavera, esquiva y lluviosa, pero gentil primavera. Una primavera que para serlo, me pega a mí que debe tener un fondo de Vivaldi y una ligera fragancia a bergamota. Es la estación del año más propicia al amor. El amor que rige nuestra vida es en el verso de Lope:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste,
humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

El amor fue lo que movió el duro corazón de Benito Soto Aboal, un pirata de pata de palo, de ojo de buitre y de cara de malo, el último pirata romántico español del que tengo noticia, que entusiasmó al ver el sol de los cabellos de la hija del gobernador británico de Gibraltar, mientras esperaba la muerte. Amor le visitó de súbito.
Verdadera imagen de Benito Soto.
Nacido en Pontevedra el 22 de Marzo de 1805, Soto fue ahorcado frente a su amada y el 25 de Enero de 1830. Desertor de la Matrícula de Mar a los diez y ocho años, salió de Río de Janeiro en 1823, como segundo contramaestre del bergantín brasileño El Defensor de Pedro, armado en corso con siete cañones y con 40 hombres de tripulación. En la costa de África dejó al capitán en tierra, y él y sus camaradas se alzaron con el barco, proponiéndose apresar los que retornaban a la Habana con cargamento de negros para venderlos allí; pero al fin decidieron tomar rumbo a la isla de la Ascensión, por donde pasaban embarcaciones de aquel tráfico, y además, otras de las Indias Orientales.
Rumbo seguido por Benito Soto.
La apostura del gallego le ayudaba a imponer cierto respeto ya que medía poco menos de dos metros, además de tener la cara llena de marcas, a causa de la viruela que pasó años atrás, algo que le confería un aspecto algo desagradable y que fue determinante a la hora de proclamarse capitán. El bergantín El defensor de Pedro pasó a partir de ese momento a llamarse La Burla Negra, convirtiéndose en un barco pirata que atacaba a toda aquella embarcación con la que se cruzaba. Solo había una excepción en los abordajes, ningún navío atacado por Benito Soto llevaba el pabellón hispano, por lo que las nacionalidades de las víctimas eran británicas, norteamericanas y sobre todo portuguesas.
Debo añadir que no sabía nada de piratas españoles de la piratería hasta que tropecé con el supuesto escudo del bucanero, de hidalga condición, que lo tengo leído en Remigio Gamboa, y se describe de azur, el águila de oro acompañado de tres candados de sable.
Pirata, por Howard Pyle.
Por lo que yo sé y sostiene Pérez Reverte, el pirata gallego a lo largo de cinco años saqueó y hundió una decena de navíos, dejando tras de sí un buen número de asesinatos, la mayoría de ellos realizados a sangre fría y con una crueldad extrema. En 1828, decidió que los tesoros acumulados eran suficientes para repartirlos entre su tripulación y retirarse a vivir tranquilamente junto a su familia, por lo que puso rumbo hacia el puerto de La Coruña donde consiguió vender gran parte del botín a través del cónsul de Dinamarca. Éste le dio un pagaré que le sería hecho efectivo en el sur de la península ibérica, por lo que Soto y sus compinches se dirigieron hacia allí. Salieron para Cádiz con objeto de ir a las costas de Berbería, por repartir el producto de sus saqueos. Pero confundidos por un faro que creyeron ser el de Tarifa, arribaron a la isla de León, a tres millas de Cádiz. Apresados y encarcelados, fueron ahorcados y descuartizados justo en la Puerta de Tierra, salvo el gallego que terminó con sus huesos en Gibraltar. Allí conoció a la bella y allí se enamoró, nunca cruzo palabra con ella y jamás fue correspondido. Dicen que sus últimas palabras, fueron en el elogio de la lady. La sentencia de muerte de Benito Soto fue dictada por un tribunal en Gibraltar porque fue cedido a los ingleses por expresa voluntad de la majestad de don Fernando VII quien, sin embargo, se encargó de que la mayoría de la tripulación de La Burla Negra fuese juzgada y sentenciada a muerte por la magistratura militar española. Espronceda se inspiró en su vida para componer La canción del Pirata, que yo recitaba de memoria cuando niño. Luego, han sido muchos los escritores que han hablado de Soto. A mí, lo de La Burla Negra, me parece indicio suficiente como para intuir en el pirata un gran sentido del humor.