Artículo publicado con anterioridad en el núm. 536 de la Revista Hidalgos.

POR D. JOSÉ MANUEL HUIDOBRO MOYA.

Betancourt reúne en una sola persona las facetas de hidalgo, ingeniero y militar, que nació y se educó en España, pero que desarrolló su actividad científica en España y, más tarde, en Rusia. En esa época, España era un país que se esforzaba por recobrar el prestigio que tuvo en diversos campos algunos siglos antes, durante el reinado de los primeros monarcas de la casa de Austria, pero que perdió con los Austrias menores. En las primeras décadas del siglo XVIII España sufría un atraso muy considerable con respecto a otros países europeos, la ciencia y la técnica eran vistas con desconfianza, muchos rehuían ejercer oficios mecánicos y el retraso de las universidades en impartir materias técnicas dio pié para que, con apoyo de los ilustrados se crearan nuevos centros educativos, jugando Agustín de Betancourt, uno de los ingenieros más prestigiosos de Europa, un importante y destacado papel.
D. Agustín de Betancourt.
Agustín de Betancourt (nombre completo: Agustín José Pedro del Carmen Domingo de Candelaria de Betancourt y Molina) nació el 1 de febrero de 1758 en Puerto de la Orotava (de la Cruz, desde 1772), Tenerife, en el seno de la nobleza local, de ideas liberales e ilustradas, y falleció en San Petersburgo, Rusia el 14 de julio de 1824. Estuvo casado con Ana Jourdain, de nacionalidad inglesa, con la que tuvo un hijo y tres hijas.
Sus padres eran D. Agustín de Betancourt y Castro, natural de Las Palmas de Gran Canaria, nacido en 1720, caballero profeso de Calatrava, Teniente Coronel de Infantería y Doña Leonor de Molina y Briones, nacida en Garachico en 1732. Su padre era asiduo participante en la Tertulia de Nava, presidida por el marqués D. Tomás de Nava y Grimón, y miembro fundador de la Sociedad económica de la Laguna, donde Agustín presentó, en 1778, su primer diseño, una máquina para entorchar seda, realizada en colaboración con sus hermanos. 
Sus abuelos paternos eran el Coronel D. José de Betancourt y Castro, oriundo de Tenerife, y Doña Ana Jaques de Mesas Gallegos, mientras que los maternos fueron D. José Alonso de Molina Pont y Castilla, oriundo de Garachico, nacido en 1705, marqués de Villafuerte, y Doña Josefa Briones y Hoyo, natural de Orotava, en 1703.
Armas de la las familias Betancourt, Castro, Molina y Briones.Archivo Histórico Nacional. Madrid.
Su familia estaba emparentada con Jean IV de Béthencourt, que participó en la conquista de Canarias y por ello obtuvo el título de señor de las Islas de Canaria. Tanto sus bisabuelos, como abuelos paternos y maternos cursaron la carrera militar, llegando a obtener el grado de capitán o, incluso, el de coronel.
El trabajo de Agustín fue muy diverso y abarcó desde las máquinas de vapor y los globos aerostáticos hasta el planeamiento urbanístico y la ingeniería estructural. Como educador, Betancourt fundó y dirigió la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales de Madrid en 1802 (ya en 1799 había conseguido la creación el Cuerpo de Ingenieros de esta rama) y también se le nombró inspector del Instituto del Cuerpo de Ingenieros de Comunicaciones en San Petersburgo.
Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal con profesores particulares y, más tarde, en el convento dominico de San Benito y, como era frecuente en las familias de la nobleza, ingresó en 1777 como cadete en el regimiento de milicias provinciales de Garachico, alcanzando el grado de teniente en 1778 con tan sólo 20 años de edad, posteriormente, en 1792, el de capitán, años más tarde, en 1803, el de intendente de Ejército, con carácter honorífico, incluso algunas fuentes indican que le fue concedido por el Rey Carlos IV el nombramiento de Mariscal de Campo.
En 1778, Agustín de Betancourt marcha a Madrid a estudiar, merced a una pensión conseguida, probablemente, por influencia de su primo Estanislao Lugo-Viña Molina, director de los Reales Estudios de San Isidro y ya jamás regresará a las islas. También, recibió formación artística en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Previamente a viajar a la Capital, tanto su padre como él mismo, solicitaron información de hidalguía y nobleza, una prueba que resultaba imprescindible a los aspirantes a labrarse una carrera ventajosa. Cabe destacar que fue cruzado Caballero de la Orden de Santiago en julio de 1792; algo que para la nobleza era un privilegio importante y le daba gran prestigio. 
Sus primeros encargos para la Corona, en 1783, son la inspección del Canal Imperial de Aragón y el estudio de las minas de Almacén (Jaén), sobre cuyo estado redacta tres detalladas memorias; en este mismo año efectuó el lanzamiento de un globo aerostático, fabricado bajo su dirección, de «tafetán barnizado» y «siete pies de diámetro», en presencia de la Corte, primera experiencia aerostática en nuestro país.
Elevación del globo aerostático de Betancourt 1783.
La calidad de su estudio le valió una beca de 1.500 reales al mes, para estudiar Química y Geología, y ampliar sus conocimientos en Metalurgia y Física, en París. 
En 1784, al ser recomendado por el Conde de Floridablanca, ministro en los reinados de Carlos III y Carlos IV, al ministro de Indias, José Gálvez, como técnico para las minas americanas, se trasladó a la París para ampliar conocimientos de geometría y arquitectura subterránea (minería), aunque más tarde se decantó por la hidráulica. El año siguiente, Betancourt le propuso a Floridablanca un plan para crear en España una Escuela de Caminos y Canales, tomando como modelo la École des Ponts et Chaussées de París. El plan, que fue aprobado por el secretario de Estado, implicaba la permanencia del ingeniero canario en Francia durante varios años, con el propósito de dedicarse a los estudios de hidráulica y mecánica y dirigir la formación de un grupo de pensionados del gobierno español. Su estancia en París, entonces capital científica de Europa, fue de la mayor importancia para el desarrollo de la carrera de Betancourt.
A partir de 1785 lleva a cabo numerosas investigaciones técnicas («Memoria sobre la purificación del carbón piedra», etc.) y comienza a realizar estudios sobre hidráulica y mecánica y a diseñar y adquirir máquinas por encargo de Floridablanca con vistas a la futura creación en Madrid de un Gabinete de Máquinas. 
En el otoño de 1788 realiza su primer viaje a Inglaterra, donde permanece dos meses observando máquinas a mitad de camino entre la investigación científica y el espionaje industrial. Entre otros lugares, visita la empresa de Boulton y Watt, que en 1782 habían patentado la máquina de doble efecto, pero no consigue ver la nueva máquina perfeccionada en la que estaban trabajando. Sin embargo, en Londres observa una máquina de doble efecto funcionando en una fábrica de harinas y un nuevo modelo de telar mecánico, lo que le sirvió para imaginar su estructura.
Máquina de vapor de Betancourt.
A su regreso a París, en 1789 escribe para la Academia de Ciencias de París una «Memoria sobre una Máquina de vapor de doble efecto» y, al mismo tiempo, diseña una bomba que se instala en una nueva fábrica de harinas. Poco después, diseña un modelo de telar mecánico. El mismo año construye una máquina eólica para desaguar terrenos pantanosos, que incorpora junto con el telar, a la colección de máquinas con destino al futuro Gabinete. También se encarga del diseño o la adquisición de los instrumentos para la expedición de Malaspina.
En 1790 presenta a la Academia de Ciencias de París la «Memoria sobre la fuerza expansiva del vapor de agua» (tal vez no sea casual que en esas mismas fechas Watt escribiera a Boulton aconsejándole desconfiar de los visitantes extranjeros). El año siguiente escribe su estudio sobre la manera de fundir y barrenar cañones de hierro (la «Descripción del Real establecimiento de Yndrid donde se funden y barrenan los cañones de hierro para la Marina Real Francesa», en la que propone diversas mejoras a los métodos empleados) y la «Memoria sobre la draga mecánica», cuya construcción intentará llevar a cabo en España, aunque sin resultado, y que construirá finalmente en Krondstadt en 1812. Ante el cariz revolucionario que empieza a tomar la situación en Francia, regresa a Madrid con la colección de máquinas perfectamente embaladas en 24 cajones.
En 1792 se inaugura el Real Gabinete de Máquinas, en el palacio del Buen Retiro, del que es nombrado director, y se hace público el primer Catálogo de modelos, planos y manuscritos del Gabinete que incluye 270 máquinas, 358 planos y más de 100 memorias con 92 gráficos, todos los cuales habían recogido o diseñado durante su estancia en París.
En 1793 viajó a Inglaterra, donde permaneció, comisionado por el gobierno español, hasta 1796. Recorrió fábricas, manufacturas y obras públicas, tomando nota puntual de cuantas máquinas e ingenios pudieran interesarle. En este período realizó proyectos y estudios sobre dragas, excavadoras y transmisiones para molinos de viento y comenzó sus trabajos de telegrafía óptica. También estudió la aplicación de la máquina de vapor a los molinos azucareros y adquirió una gran cantidad de instrumental científico, con vistas a la frustrada expedición a Cuba organizada por el habanero Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, conde de Mopox, a la que había sido invitado a participar, junto con el mejicano José María de Lanz.
En 1796, ante la ruptura de relaciones entre España e Inglaterra, como consecuencia de la firma del Tratado de San Ildefonso entre Francia y España, retorna a París. Allí junto con Breguet –famoso relojero y físico suizo–, presenta al Directorio el prototipo y los planos de un telégrafo óptico (la «Memoria sobre un nuevo telégrafo y algunas ideas sobre la lengua telegráfica»), en el que venían trabajando desde 1787, y comienza la polémica con Chappe acerca de las ventajas e inconvenientes de uno frente al otro, que no se resolverá hasta el definitivo informe favorable de la Academia de Ciencias en 1796. No obstante, y a pesar de las ventajas del nuevo telégrafo, éste no logró imponerse sobre el de Chappe. En 1798, Betancourt regresó a Madrid, donde es nombrado Inspector General de Puertos y Caminos. Por entonces, el gobierno español había decidido instalar en España la telegrafía óptica; construyendo una línea que enlazaba Madrid con Aranjuez de la cual se encargó él, y que se extendería hasta Cádiz posteriormente si tenía éxito.
Telégrafo de aguja de Betancort, 1796.
Algún problema pudo tener Betancourt con la Inquisición. De lo contrario, carecerían de sentido las manifestaciones del Tribunal con motivo de las investigaciones del sabio canario sobre comunicaciones eléctricas, cuando el Santo Oficio hizo correr la voz, seguramente con ánimo intimidatorio, de que aquellos experimentos constituían “un intento diabólico para que las palabras viajaran con la velocidad del rayo”. A pesar de estas veladas amenazas, el Santo Oficio jamás llegó a procesarlo.
En 1802 consigue que se cree la Escuela de Ingenieros de Caminos, de la que es el primer director y en 1803 empieza a escribir con Lanz el » Ensayo sobre la composición de las máquinas «, que se publicaría en París en 1808 convirtiéndose en un libro de texto de gran difusión en toda Europa. 
En 1807, Betancourt es nombrado corresponsal de la Academia de Ciencias de París. Poco después, , según cuenta él mismo, por diferencias con el ministro Godoy sobre un proyecto, abandona definitivamente España, trasladándose a París donde presenta a la Academia de Ciencias su «Memoria sobre un nuevo sistema de navegación interior», en la cual describe una esclusa de embolo que había inventado en 1801, e inventa con su amigo Breguet el termómetro metálico. 
A finales de 1807, ya casi con 50 años, viaja a San Petersburgo, invitado por el Zar Alejandro I, y permanece allí durante 6 meses. Tras regresar a París para presentar con Lanz el «Ensayo», regresa a Rusia donde permanecerá al servicio del Zar hasta su muerte. Nombrando mariscal del ejército ruso, cargo equivalente al que tenía en España –posteriormente, le asciende a Teniente General de los ejércitos imperiales–, queda adscrito al Consejo Asesor del Departamento de Vías de Comunicación, se le nombra Inspector del Instituto del Cuerpo de Ingenieros y, en 1819, Director del Departamento de Vías de Comunicación. 
A lo largo de los 16 años de su estancia en Rusia alternó la dirección académica del Instituto de Ingenieros con la gestión de numerosas obras públicas, como el puente sobre el rio Neva, la modernización de la fábrica de armas de Tula o la fábrica de cañones de Kazan, la draga de Krondstadt, los andamiajes para la Catedral de San Isaac o la Columna de Alejandro I, el canal Betancourt de San Petersburgo, la feria de Nizhni Nóvgorod, la fábrica de papel moneda, el picadero de Moscú, la navegación a vapor en el Volga, sistemas de abastecimiento de aguas, ferrocarriles, etc. Sus trabajos le hicieron acreedor de una condecoración, la de Alejandro, que era, después de la de San Andrés, la orden más distinguida de Rusia.
Draga kronstadt.
A partir de 1822 y hasta su muerte, debido a una serie de intrigas y rivalidades, su carrera en Rusia fue declinando y se ve obligado a dimitir de todos sus cargos. En aquellas lejanas y frías tierras, el español realizó un trabajo excepcional de modernización y adaptación a las nuevas técnicas de ingeniería en muchos aspectos de la producción, que llevó a Rusia a colocarse en una posición excepcional de cara a los nuevos avances que estaban por llegar.
BIOGRAFÍA:
-Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp.1078, “Betancourt y Molina, Agustín José de”, 1792.
-DÁVILA DORTA, F. J. Telegrafía eléctrica, óptica y transmisiones digitales: El “Leonardo de Vinci” español. Don Agustín de Betancourt y Molina (1758-1824). Historia, Nº 2, 2001.
-MARTÍN MEDINA, AMÍLCAR. “Agustín de Betancourt y Molina”. Editorial Dykinson, 2006.
-PÉREZ ZAMORA, AURELIO. “Apuntes para la biografía de don Agustín de Betancourt y Molina”. Eco del Comercio. Santa Cruz de Tenerife, marzo de 1859.
-RUMEU DE ARMAS, ANTONIO. “Agustín de Betancourt, fundador de la Escuela de Caminos y Canales. Nuevos datos biográficos”. Anuario de Estudios Atlánticos, Nº 13, 1967.