POR D. ANTONIO SANTA CRUZ Y LÓPEZ.

¿Qué es la heráldica y qué es la genealogía? Genea, según la mitología, es la hija mayor de los fundadores de raza humana. Vivía en Fenicia con Lenus, su hermano, con el cual tuvo tres hijos, Fos, Pir y Flox, es decir, luz, fuego y llama. Del nombre de Genea se deriva la raíz del nombre de la ciencia que nos ocupa.
La Genealogía, del griego geneá, generación y logos, tratado, es la ciencia que estudia la serie de ascendientes de una persona, investigando las ramas ascendentes del llamado Árbol genealógico. Esta actividad de investigación histórica se complementa, en determinados casos con la heráldica. Según la Real Academia, heraldo, es rey de Armas, pero vulgarmente también se le aplica la calidad de mensajero de alguna nueva. Los antiguos heraldos eran los portadores de las armas o blasón del señor a quién servían.
La Heráldica, es la ciencia que estudia y fija las normas para la correcta interpretación de los blasones o escudos de armas, en un sentido asequible para todos.
Todo ello, a su vez, parte de una pregunta que es fundamental: ¿qué es un apellido?, ¿qué significación tiene, qué lo motiva y cuál es su origen? La respuesta es simple: nombre de familia con que se distinguen las personas. Ahora bien, dado que todo, absolutamente todo, tiene un comienzo, no estaría de más saber cuándo, dónde y en qué momento se originó lo que primero fue costumbre y luego dato o designación obligatoria.
La respuesta tiene un nombre propio: Roma. Fue en donde, con justicia, se conoce como cuna de la civilización, surgió el uso del apellido. Con anterioridad, el conocimiento de las distintas personas se llevaba a cabo únicamente con el nombre y, si acaso, por el mote o apodo. Así, aquel que poseía un pelo rojo o castaño, era designado como el “rojo” o el “castaño”, los detectados por un defecto físico, por este, “El Cojo”, “El Tuerto”, “El Manco”, etcétera.
Así se llegó hasta Roma donde comenzó, como una costumbre, añadir al nombre propio, el de la tribu o familia a la que pertenecía la persona. (Praenomen y Cognomen). Como ejemplo, el del propio Tito (nombre propio), al que se añade el perteneciente a la familia (Livio), componiendo nombre y apellido: Tito Livio.
Esta costumbre romana, en un largo periodo de tiempo, quedo limitada a la nación donde se originó, dándose el caso que, en el resto de Europa, por espacio de largo tiempo se continúo con el nombre y el apodo, hasta que a principios de la Edad Media comenzó a extenderse.
Tuvo distintos orígenes. Comenzaron a utilizar el apellido los nobles feudales que añadían a su nombre el correspondiente a la población que habían conquistado o que correspondía a su señorío. Y así, citando un caso, el noble Hernán, al conquistar la población de Almedia, añade este nombre al suyo propio y se convierte en Hernán de Almedia.
Naturalmente, esto no ocurría con las clases populares, por lo que el origen de su apellido se deriva de la población donde nacían o, en ocasiones, al oficio que ejercían. No pocos apellidos tuvieron su origen en los motes, así como otros se derivaron de los nombres de sus padres y abuelos, con algunas modificaciones.

El actual procedimiento de nombres y apellidos es sobradamente conocido: se basa en un primero (paterno) y un segundo (materno). Pero tampoco esta norma es general dado que existen países, concretamente los Estados Unidos de América, donde, en algunos estados, se invierten los términos, siendo el apellido materno el que se coloca en primer lugar.
En todos existe algo común. El origen de un apellido siempre ha tenido el mismo nacimiento aunque, con posterioridad, se haya dividido en distintas ramas. La vida moderna, con sus avatares, sus inquietudes y sus problemas, posiblemente sea la culpable de que toda persona no sienta curiosidad por conocer el origen de sus apellidos. Más propiamente expresado, esa curiosidad existe, pero son muy pocos los que se deciden a interesarse por el origen de sus apellidos, su propio origen. Falta de tiempo, quehaceres diarios y otras circunstancias motivan esta actitud, y también, el lógico temor, ante lo que se desconoce, de que la satisfacción de esa curiosidad se traduzca en un alto desembolso económico.
La Heráldica, también se ocupa de las banderas, en cuanto a insignias de los ejércitos; del gonfalón, de señores y príncipes en las batallas; del cabdal, marca de Órdenes y ciudades, así como de estandartes y oriflas.
Con el único propósito de fidelidad a Soria, donde tienen su origen mis tataradeudos, a los doce linajes troncales, es decir, los descendientes de los doce principales caballeros y a mi buen amigo Don Francisco Manuel de las Heras Borrero (q.e.p.d.), que en tan poco tiempo tanto me ha enseñado, es mi deseo, emprender hoy, la tarea de dar a conocer el comienzo de los apellidos, así como, “las armas” (escudo familiar), en las que se basa el correspondiente apellido, y porque no, todo lo relacionado con el origen de la Nobleza y Soria.