Carta a Francisco Manuel de la Heras, escrita y leída por su hija Marisol en la Misa celebrada en Sevilla el día 19 del pasado mes de septiembre. Con la publicación de la misma, quizá, nuestros lectores y amigos  puedan conocer mejor la personalidad de un hombre que supo hacerse importante en las vidas de cuantos le conocimos.

Hoy que estamos aquí una mínima representación de todas las personas que te queremos, pensé que sería un buen momento para compartir con ellos tu recuerdo. Porque como alguien dijo una vez: «Poder disfrutar de los recuerdos, es vivir dos veces».
Pues bien, mis recuerdos a tu lado empiezan hace 27 años, un 12 de mayo de 1986. Aunque a decir verdad de ese día poco recuerdo, pero sí de un añito y medio después: en Bruselas.
Recuerdo papi aquellas mañana frías cuando me llevabas a la guardería, en las que según me contabas yo ni lloraba ni nada, sólo te agarraba fuerte la mano y te decía: «Papi, ven prontito.»

Francisco Manuel con sus hijas Mariola y Marisol en su primer cumpleaños.
¡Ay papi! Sí supieras todas las veces que he dicho eso en estos últimos días. Seguro que me habrás escuchado, igual que espero que lo estés haciendo ahora.
¿Te acuerdas cuando camino del colegio íbamos recitando los colores de los coches? Yo te los decía en francés y tu me corregías porque querías que los dijera en español. Porque eso sí, nunca quisiste que perdiéramos nuestras raíces, nuestra cultura, nuestros valores.
Valores de fundamento cristiano, que desde pequeñitas nos inculcaste. No se me olvidará nunca cuando me enseñaste a rezar. Lo hacíamos todos juntos, todas las noches y todas las mañanas, sin faltar ni una, porque como tú decías: «la familia que reza unida, permanece unida». Eran oraciones de niños, a las que le poníamos voces y tonos para hacerlas más divertidas. 
Francisco Manuel con su hija Marisol.
Y es que Papi, ¡qué divertido eras! ¡Qué bien lo hemos pasado juntos! ¿Eh papá? Nos encantaba reírnos de todos y de todo, incluso de nosotros mismos.  Tu sabías hacerme llorar riendo e incluso reír llorando. Eres la única persona que lograba sacarme una sonrisa incluso en el mayor de mis enfados. Fito te envidia por eso ¿sabes? Siempre me dice que le tenías que haber enseñado el truco. Pero papi, yo creo que no era ningún truco, que era nuestra química y complicidad.¿A que sí?
Y es que yo a ti te lo contaba todo, cada paso que daba, cada momento en mi vida tu eras partícipe de él, y me aconsejabas con el mejor de los consejos. ¡Hasta en temas de amor!¡Con eso te lo digo todo! Que de eso te confieso, que nadie lo entendía. Siempre me decían: «¿Qué tu le preguntas a tu padre temas sentimentales? ¡No puede ser!» Pero sí papi, te llamaba a ti, con lo que fuera, con la alegría o con la llantera para pedirte consejo, y siempre funcionaban ¿verdad? 
Francisco Manuel y Marisol de las Heras.
Contrariamente a lo puede parecer porque últimamente vivíamos lejos el uno del otro, ¡éramos uno solo! No importaba sí estabas en África, en Venezuela o en nuestra querida Rep. Dominicana. Tú siempre estabas cuando te necesitábamos.
¡Ay papi! ¡Cuántos viajes juntos, cuántas aventuras, cuánto recorrido a tu lado! La verdad es que ha sido maravilloso.
Nos quedaba mucho por vivir y teníamos mil planes, planes que de alguna manera se han visto ahora truncados pero que poco a poco iremos llevando a cabo, de eso puedes estar seguro.
Sé que de desde donde estás, estarás diciendo, que sea positiva, que me quede con lo bueno, que no piense en lo malo.
En fin, que eso es lo que voy a hacer papá, no voy a llorar porque se acabó, voy a sonreír porque sucedió.  Y te doy las gracias a ti papá, por todo lo que me diste, porque me hiciste la niña más feliz del mundo, porque de corazón te lo digo, para mi eras perfecto, te lo juro papi, nunca te vi ni un sólo defecto.  
Fotografía más reciente de Marisol con su padre Francisco Manuel.
Si de algo estoy tranquila y segura es de que todo esto tú lo sabes, de que todo esto es simplemente un recordatorio, ya que desde luego no se me quedó pendiente decirte todo lo que te quiero pues te lo decía, gracias a Dios, ¡todos los días!
Ahora todo lo que me queda por vivir, lo tendré que hacer sin ti aquí, pero lo haré contigo. Porque en lo que soy hoy, llevo gran parte de ti y eso es algo de lo que me siento profundamente orgullosa. Y seguiremos adelante papi, no te preocupes. Sé lo agobiado que debes estar pensando en si seremos capaces o no de salir adelante, pues tú mejor que nadie sabes lo imprescindible que eres en esta familia. Pero ahora aplicaremos todo lo que sin darte cuenta nos enseñaste.
Cuando llegue el momento me casaré, y no podrás ponerte tu uniforme de la Orden de Malta, como tenías planeado, pero estarás presente.
Y formaré una familia de la que sentirme orgullosa, como tú te sentías de nosotros. Pues yo lo haré papá, igual. Y les enseñaré a rezar, y ahí estarás presente. Y es que como decía la Madre Teresa de Calcuta: «Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo,  en cada vuelo, en cada vida y en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado.»
Francisco Manuel y Marisol en la Semana Santa de Sevilla.
En fin papá, que te prometo que llevaré conmigo allí donde vaya y en todo lo que haga, todos y cada uno de los segundos que viví contigo en estos 27 años. Porque no es el tiempo lo que importa, no es el cuanto, sino el como, y nosotros lo vivimos de la mejor manera que se puede vivir: unidos y felices.
Pues sí papá, vivirás por siempre en nuestro corazón y en nuestro recuerdo, pues son los únicos paraísos de los cuales no podemos ser expulsados.

Te queremos.