La heroíca gesta de los artilleros comandante Don José Royo de Diego y capitán Don Enrique Guiloche en la cumbre de la loma de Sidi ahmed el Hach, en la noche del 18 de julio de 1909. Fue glorificada mediante numerosas actuaciones tendentes a recordarla las generaciones venideras. Así se levantó un sencillo monumento allí donde cayeron, en la Academía de Artillería de Segovia estuvieron presentes en el cuadro de honor de los claustros, y en 1943 fueron inmortalizados  en un óleo por el pintor Balenyá. Un cuadro que pasó a propiedad del Regimiento de Artillería A.A. número 73, en Barcelona.


A esta patriótica pintura le correspondió el honor de ilustrar el primer número de la colección de fascículos denominada «España en sus Héroes», editada por ORNIGRAF, Madrid, en el año 1969.
Juan Díez Sánchez.

¡QUE SE LLEVAN LAS PIEZAS!
POR D. ANTONIO VILLEGAS GONZÁLEZ.
Es noche casi cerrada en las resecas peñas que rodean la Plaza de Melilla. El mes de julio está siendo especialmente duro  ese verano de mil novecientos nueve, y a pesar de que el sol rifeño se ha escondido ya tras la loma imponente del Gurugú, el calor es sofocante.
África…
Los solados españoles llevan todo el día soportando los ataques suicidas de los kabileños, combatientes duros y valientes que se arrojan contra la posición de artillería española una y otra vez, en oleadas pardas que son rechazadas por los valerosos defensores.
La posición de Sidi-Hamet el Hach cuenta con cuatro piezas de nueve centímetros dando frente al enemigo, que no han dejado de disparar durante todo el día.
Sin embargo los rifeños quieren aquellos cañones…Y se lanzan a por ellos sin importarles las bajas ni los heridos…
Los moros consiguen abrir brecha cerca de la cuarta pieza, acaban con los artilleros, que se han defendido hasta el final con honra y decencia, y empiezan a empujar el cañón, con intención de llevárselo para  usarlo luego contra los españoles…
Ya empiezan las ruedas de la cureña a moverse, ya se llevan los moros la pieza…
El comandante José Royo, ve a los rifeños llevándose el cañón, y a los hombres flaquear, la sangre le hierve en las venas, le grita a su capitán, Enrique Guiloche, que está algo adelantado:
–    ¡¡¡GUILOCHE!!!… ¡Hay que morir!!!…. ¡¡¡ Se llevan las piezas!!!….
–    ¡¡¡VAMOS ALLÁ!!!- Responde el bravo capitán…
Y echan a correr, revólver en mano contra la turba de rifeños que rodeaba al cañón… A tiros, puñaladas y mordiscos, matando a varios antes de caer abatidos, los gloriosos oficiales detienen a los sorprendidos moros e impiden que se lleven la pieza…
Sus hombres les han seguido…El asalto ha sido rechazado…Los rifeños reculan de nuevo…
El capitán Guiloche está abrazando a la rueda de la pieza, aferrándola hasta su último aliento, a su lado, el pecho acribillado yace el comandante Royo, los ojos cerrados, en paz, camino junto a su camarada de La Gloria Eterna, del paraíso reservado a los héroes.
Los dos soldados españoles están rodeados de enemigos muertos, todos con la cara de sorpresa de quién ha visto caer sobre él la ira y el valor de  español.
Y así, estos dos hombres, unieron sus nombres, como otros dos artilleros famosos, otros que también amaban sus piezas, sus parábolas, sus ensordecedores cañonazos…
Y amaban por encima de todo a su Patria… Y por ella murieron abrazados al cañón.
Al menos, nuestra tierra desmemoriada, les concedió La Laureada, de la que en próximas fechas se celebrará su efeméride.
Laureadas… Guerra de África…. Cañones, Banderas, Honor….
Tan olvidados como nuestros héroes de hoy, tan despreciados como todo lo que huela a honor o a Patria…
ROYO y GUILOCHE… Murieron para salvar un cañón, un cañón que no era suyo…
Un cañón que era de España
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Durante siglos los españoles han derramado su sangre defendiendo a la bandera. Casi siempre, los que lo hicieron, recibieron a cambio oprobio y olvido. Bajo monarcas inútiles, validos ambiciosos, sacerdotes fanáticos, gobiernos en quiebra y repúblicas débiles y cainítas, los anónimos soldados españoles voluntarios o de levas forzosas , han sabido salvar nuestra honra y nuestro honor.
Sin importar la ideología ni el color de su pensamiento, cuando el enemigo llegaba bajo las murallas nunca faltaban espadas. Y nuestros enemigos, vencidos o victoriosos, pocas veces nos vieron la suela del zapato. Para cualquier enemigo el grito viejo y terrible de Cierra España siempre fue presagio de combate duro y sin tregua.
© A. Villegas Glez.