Por D.Lucas Montojo Sánchez, Historiador.
 
El Barón de Oña en el primer volumen de de la colección de Derecho y Genealogía, editada en 1981 por el Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes, publicó una esclarecedora introducción a la investigación genealógica mozárabe que, en mi opinión, merece ser retomada y  ampliada con el fin de incrementar la información en esta materia.
La población cristiana en Toledo, tras su conquista por Alfonso VI en 1085, se dividía en tres grupos; los procedentes de los reinos del norte de la península, los de ascendencia francesa y finalmente los mozárabes que ya vivían en la ciudad. 
A Alfonso VI le acompañaron castellanos y leoneses que, por medio de fueros y donaciones, se instalaron en Toledo. Las sucesivas campañas militares conllevaron, dentro de la política repobladora llevada a cabo durante casi ocho siglos, a nuevas donaciones a nuevas gentes del norte. Más tarde, en el séquito del rey se contaron gallegos y portugueses, algunos de los cuales se establecieron en Toledo.
El segundo núcleo de pobladores se configuró en torno a los francos, que habían llegado como conquistadores, ayudando a las huestes de Alfonso VI. Estas gentes con posterioridad se fueron poco a poco estableciendo en el sector comercial de la ciudad. Pese no ser un grupo muy numeroso, tuvieron en Toledo su propio área.
El grupo mozárabe estaba integrado por los descendientes de los cristianos que vivieron en Toledo bajo la dominación musulmana; también existían comunidades mozárabes en otros lugares del reino de Toledo como Talavera, Maqueda o Madrid entre otras. A ellos vinieron a sumarse durante el reinado de Alfonso VII, otros cristianos arabizados, procedentes del sur de España y que se vieron obligados a emigrar a la reconquistada ciudad de Toledo por la cruenta intolerancia religiosa de los almohades.
Las gentes mozárabes, enriquecidas con la cultura de las dos civilizaciones –árabe y cristiana- son las que dieron carácter a la vida y al arte de la ciudad de Toledo (1)   absorbiendo, para mediados del siglo XIII, a la minoría franca, y sobreponiéndose al elemento castellano, de orientación preferentemente militar y cortesana (2) .
Los mozárabes empleaban desde antiguo el árabe como lengua literaria, y continuaron escribiendo en árabe sus documentos jurídicos hasta fines del S.XIII, aunque bastante antes ya habían perdido el conocimiento de esta lengua, pero como los escribanos de árabe dominaban la práctica jurídica, a ellos acudían no solo los mozárabes, sino también los francos y castellanos.
Cuando a finales del siglo XIII se cerraron los escritorios en árabe, desapareció por completo el uso de aquella lengua en Toledo. Así los viejos documentos quedaron sin valor y esto explicaría la enorme escasez de documentación jurídica que de este tipo nos ha llegado.
Algunos documentos relacionados directa o indirectamente con títulos de propiedad se conservaron en los archivos de Toledo, especialmente en la Catedral y en el convento de
religiosas Bernardas de San Clemente, y fueron a parar al Archivo Histórico Nacional, desde donde fueron rescatados por el gran arabista Don Ángel González Palencia quien los tradujo y ordenó presentándolos en forma bilingüe con amplios comentarios, índices y notas. Esta obra editada entre 1926 y 1930 por el Instituto de Valencia de Don Juan, lleva por título “Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII” y constituye la base obligada de cualquier estudio relativo a la vida social de Toledo en aquellos dos siglos.
En esta obra se recogen 1173 documentos de diferente naturaleza: deslindes, plantaciones, arriendos, cambios, compraventas, donaciones, empeños, préstamos, pleitos, testamentos, cartas de arras… etc. en los que figuran cerca de siete mil personajes, identificándose las filiaciones al estilo árabe, es decir, detallando los nombres de varias generaciones de antepasados.
Así, no es difícil agrupar a estas personas por familias, estableciendo relaciones de parentesco que se van aclarando en un interesante trabajo genealógico por tratarse de documentos que por su peculiar naturaleza, no han podido ser falsificados ni interpolados, y que no fueron conocidos por los tratadistas clásicos. 
Los datos básicos obtenidos de la colección González Palencia, se han completado con noticias procedentes de muy diversas fuentes documentales, históricas y literarias que se detallan en las referencias bibliográficas que acompañan a los estudios particulares de los distintos linajes.
Durante los dos primeros siglos que siguieron a su reconquista, Toledo tuvo gran importancia militar.
Al final del reinado de Alfonso VI, cuando los almorávides o almohades –cien años más tarde- derrotaban en campo abierto a las huestes cristianas, la ciudad circundada por el Tajo y encumbrada sobre fuertes murallas, resistía segura.
Cuando, al contrario, los monarcas castellanos recuperaron la iniciativa, Toledo sirvió de plaza de armas y base logística de las campañas victoriosas del Emperador, de su nieto el Rey Noble y de San Fernando.
En este contexto, se fue configurando durante el siglo XII una sociedad relativamente abierta, con tendencia a la fusión de los tres grupos cristianos dominantes, y sin acentuar excesivamente las diferencias sociales.
Pero ya bajo la dominación musulmana debía existir entre los mozárabes una cierta jerarquía. En el fuero de 1101, que refleja el estado anterior de aquella sociedad, comparecen un alguacil y un juez mozárabes junto a los diez notables, mozárabes y castellanos, que revisaron la legitimidad de las propiedades. Luego, a lo largo del siglo XII, se van destacando algunas familias, que muchas veces heredan las actividades y profesiones familiares. Esto se da especialmente en los cargos públicos ciudadanos cuyo desempeño confiere influencia y realce, a la vez que ingresos, que se adivinan por la acumulación de propiedades. También aportan prestigio y, eventualmente riqueza las dignidades eclesiásticas: arcipreste, deán, obispo… conseguidas por algún miembro de la familia. En este ambiente se observa a veces como personas nacidas en una familia no distinguida, destacan por su actividad guerrera política o eclesiástica y consiguen situaciones importantes, elevando el nivel económico y social de sus
descendientes; formándose nuevas estirpes, mientras las demás ramas del linaje primitivo vuelve a fundirse con la masa del pueblo.
A partir de la batalla de las Navas de Tolosa la situación cambia radicalmente, la conquista del Guadalquivir abre un amplio campo de actuación para las gentes de Toledo. La amenaza musulmana se aleja, para siempre, de las tierras situadas al norte de Sierra Morena, y con ello las alquerías y dehesas se revalorizan y muchos de sus dueños se hacen ricos y poderosos. Se conservan testamentos de mediados del siglo XIII con enormes herencias vinculadas, que constituyen ya auténticos mayorazgos. En el mismo siglo también se pueden datar los primeros señoríos en el reino de Toledo.
Por otra parte, la superior cultura literaria y jurídica que, tradicionalmente atesoraban los mozárabes toledanos, les permitió contribuir eficazmente al despertar intelectual de España y del occidente al finalizar el siglo XII, y luego, incorporarse al gran florecimiento de aquella civilización cristiana que alcanzó, mediado el siglo XIII, su plena y asombrosa madurez.
En ese ambiente surgen en Toledo pujantes familias cuyos miembros más enérgicos y ambiciosos, consiguen – por el doble camino de las letras y las armas – abrirse paso hacia los altos puestos eclesiásticos y cortesanos, hasta acceder al servicio directo de los monarcas, y conquistar así riqueza y poder.
Las más conocidas de éstas familias son las que adoptaron – a principios del siglo XIV – el apellido toponímico Toledo unido a distintos patronímicos. De ellas los García de Toledo – y probablemente también los Álvarez de Toledo – , son de origen mozárabe, mientras que Gómez y Suárez de Toledo son, básicamente de origen foráneo, aunque con algún entronque toledano. Estos linajes lograron larga descendencia, que por medio de repetidos cruzamientos y enlaces dio forma a la poderosa casa de Toledo, y a través de ella se incorporó la vieja sangre mozárabe a la nueva aristocracia de Castilla.
Al comenzar el siglo XIV, las gentes mozárabes conservaban aún sus modos tradicionales de vida, que destacaban por su riqueza y su cultura. Imponen en Toledo su derecho consuetudinario o de usos y costumbres y dan al idioma castellano una última y definitiva impronta.
Tras unos años de plenitud de la sociedad mozárabe se entra en un periodo de decadencia. Al incorporarse con tanto brío al crecimiento de Castilla, ha de sacrificar, en contrapartida, su propia individualidad.
El estudio genealógico muestra la apertura del núcleo mozárabe con la incorporación a éste de elementos de otro origen como castellanos, francos o portugueses.
El bilingüismo original refleja esta doble faceta de un grupo bien diferenciado a la vez que abierto al exterior. Más tarde el abandono del uso del árabe –como lengua hablada al declinar el siglo XII, y en la escritura al término del siguiente– supuso la desaparición del nexo principal que mantenía la unidad cultural de los descendientes de los antiguos cristianos de Toledo. 

Alcanzado ese punto, el proceso de integración de esos mozárabes, en una ciudad castellana en vías de lograr su pleno desarrollo, es irreversible y relativamente rápido. No quedan, a penas, huellas de este proceso, que solo se acusa en sus aspectos negativos; pero parece que a finales del siglo XV, lo poco que subsiste de los antiguos mozárabes se centra en torno a su peculiar liturgia, celosamente conservada por las seis pequeñas parroquias de fundación visigoda, que, tras haber superado los casi cuatro siglos de dominación musulmana, siguieron su vida después de reconquistada la ciudad; mientras tanto las gestes mozárabes más emprendedoras, que se habían instalado en los barrios más elevados y distinguidos, creando las nuevas parroquias de San Nicolás o San Román, entre otras, fueron siendo absorbidas por la gran sociedad castellana perdiendo sus particularidades mozárabes.
La Ilustre Comunidad Mozárabe de Toledo, recientemente reorganizada, va incorporando a su seno algunas de las muchas familias –esparcidas por el solar hispano- que, siendo de antiguo abolengo mozárabe toledano, han olvidado o perdido los vínculos que las enlazan con su glorioso pasado. La condición necesaria para pertenecer a la Comunidad es el entronque genealógico con algún feligrés inscrito en las matrículas de las parroquias mozárabes, cuya documentación en ocasiones alcanza hasta el siglo XV.
Dando a esta investigación genealógica su máximo alcance, cabe preguntarse hasta qué punto sería posible establecer correctamente las sucesivas filiaciones, hasta llegar a enlazar con las propias familias documentadas en Toledo en el siglo XIII.
Esta averiguación será viable en determinados linajes, bien conocidos, pues bastará con enlazar los entronques correspondientes a la estirpe considerada.
Fuera de estos contados casos, la pretensión es, quizá, demasiado ambiciosa. La genealogía no es una ciencia exacta, y tiene sus limitaciones en el tiempo; al ir remontando los siglos, la documentación se enrarece, las dificultades aumentan y mengua la fiabilidad de los resultados.
El siglo XIV en particular, supone en muchos casos un obstáculo insalvable. Las grandes perturbaciones sociales de la época, que acarrean la renovación mayoritaria de la amplia nobleza castellana, afectaron de igual forma a otros linajes de menor brillo, lo que dificulta el estudio genealógico que ya de por sí es dificultoso por la escasez de la documentación. Es además una característica la total anarquía en la formación de los nombres personales, perdiéndose para la investigación genealógica el firme apoyo de los patronímicos. En los primeros siglos de la reconquista era muy común la repetición regular de los nombres propios en las familias, llegándose así a una clara identificación de las familias, pero estas prácticas desaparecieron por completo en el siglo XIV, que abre un periodo de transición, hasta que se fue fijando poco a poco la introducción de los apellidos a la forma moderna.
En Toledo este problema se agrava con el cierre de los escritorios de árabe al finalizar el siglo XIII, con lo cual los antiguos nombres familiares, faltos de apoyo escritoy perdda su significación se olvidan o se corrompen. Surgen así nuevos apellidos, cuya raíz –árabe a veces- es muy oscura; por ejemplo Palomenque parece venir de Abdelmelec, pasando por la forma intermedia  Abomeleque. De igual forma el nombre de los Cervatos, familia poderosa a comienzos del siglo XIV corresponde como bien señaló Argote de Molina a un primitivo Servando. Habrá sin duda otros ejemplos parecidos, pero de muy difícil o imposible comprobación.
Las dificultades señaladas no excluyen totalmente la posibilidad de lograr una investigación fructuosa en algunos casos apurando la documentación aún inédita en archivos públicos y privados.
Por otra parte es evidente el interés de estos trabajos genealógicos para la mejor interpretación de los hechos históricos y de las condiciones sociales de la época. 
NOTA:
(1) M. GÓMEZ MORENO: Retazos, Madrid, 1970. Toledo Medieval; Arte mudéjar toledano.
(2) R. MENENDEZ PIDAL: Documentos lingüísticos de España. Toledo (pág. 348. Ed. 1966).