El día 13 de Febrero comenzábamos en la Iglesia Católica, con la imposición de la Ceniza el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que tienen su culminación en la fiesta de la Pascua de Resurrección de Cristo.
La cuaresma  rememora los cuarenta años que pueblo de Israel paso en el desierto camino de la tierra prometida y de la liberación tan esperada. Este tiempo de peregrinaje camino de la tierra prometida fue un tiempo cargado de trabajos, luchas fatigas, hambre sed y cansancio, pero pudo el pueblo elegido disfrutar de la entrada en la tierra que manaba leche y miel  (Cfr. Ex.16 ).
La cuaresma es un tiempo litúrgico que nos prepara para la Pascua, la resurrección del Señor y su victoria definitiva sobre el pecado y la muerte, que es la fiesta de la alegría porque en la resurrección de Cristo, todos hemos pasado por la acción de Dios de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo y de la muerte a la vida.
La cuaresma es ese tiempo propicio de prepararnos para esa gran alegría de la Pascua, un tiempo especialmente propicio para convertir nuestras vidas plenamente al Señor y a lo que el Señor pide de nosotros:
Para unos puede ser tiempo de vuelta al camino de Dios, a la casa paterna, porque reconoce que se había separado de él como el hijo menor del la parábola del Padre bueno y el Hijo prodigo (Cfr. Lc. 15, 11-31). 
Para otros la cuaresma es la conversión como purificación de todo aquello que no se ajusta a lo que Dios quiere de nosotros. No se ha roto con Dios, ni se ha elegido el camino equivocado, pero aun  permaneciendo con Dios y en su camino, no todo lo que vive está de acuerdo con la voluntad y el plan de Dios. Para  Estos la cuaresma es tiempo de purificación de determinadas actitudes que no son las que Dios quiere y espera de nosotros.
Para quienes reconocen que han equivocado el camino, el medio auténtico de volver es acercarse al trono del perdón que es el sacramento de la penitencia, hacer una buena confesión de los pecados y comenzar de nuevo a caminar por el camino de Dios, manteniéndose en él por medio de la oración y el ayuno y preparar así la fiesta de la alegría de la Resurrección del Señor y de su propio resucitar a la vida de Dios.
Para quienes no se han marchado de la casa paterna, pero descubren en sus vidas determinadas actitudes poco conformes con la voluntad del Señor, la confesión sacramental, junto con la oración y el sacrificio, les ayudarán a responder plenamente a lo que Dios espera de ellos.
Otro medio importante que pone a nuestro alcance la cuaresma para todos es el ayuno, que nos ayuda a vaciarnos de todo aquello que nos queda vacíos, para llenarnos de algo mucho más valioso, que nos aleje de los criterios del mundo y nos ayude a llenarnos de Dios.
El ayuno hemos de entenderlo como la privación de algo para entregarlo a los demás que lo están necesitando en el caso de ayuno de comida. Pero hay otros tipos de ayuno que nos pueden llevar al verdadero encuentro con Jesucristo, porque se trata de ayunar de aquellas actitudes que son incompatibles con los valores del evangelio y con el estilo de vida que Jesús nos propone. 
Se trata de ayunar de determinadas actitudes pecaminosas que se pueden estar dando en nosotros: De juzgar a los demás para descubrir a Cristo que vive en ellos y amarlos como hermanos;  del pesimismo para llenarnos de esperanza; de las preocupaciones terrenas para llenarnos de la confianza en Dios; de pensar solo en nosotros para ayudar y a mar a los demás; del desaliento para llenarnos del entusiasmo de la fe; de los pensamientos mundanos para llenarnos de los planes de Dios, de todo cuanto nos separa de Jesús, para vivir desde lo que nos acerca a El.
Vivamos esta cuaresma así como la penitencia y el ayuno y seguro que estaremos preparando el gran día de la Pascua de la Resurrección del Señor, que nos liberará definitivamente de todo mal, de todo poder de la muerte y del pecado, para vivir en adelante como verdaderos hijos de Dios.
+ GERARDO MELGAR VICIOSA
OBISPO DE OSMA-SORIA
Y
CAPELLÁN MAYOR DE LA CASA TRONCAL DE LOS DOCE LINAJES DE SORIA.