Ante el mismo escribano de la Bella, el día 13 de agosto del año 1620, habiendo fallecido don Tomás, su hermano el obispo de Troya, cumpliendo la voluntad del difunto, nombra tutor para sus tres sobrinos, y lo hace en la persona de su hermano y tío de los menores don Pedro de Vera Soria, el que era escribano mayor del cabildo municipal y del número de la ciudad, quien aceptó.
7.– Pasando en silencio por los nombres de otros ilustres descendientes, citaré el de Juan de Soria y Vera, el primero de los hijos de don Melchor de Vera, quien contrajo nupcias el 19 de marzo de 1606 en el Sagrario, con doña Francisca Juana de Aguilar y Carrillo, natural de Torredelcampo, hermana del canónigo de Jaén don Bartolomé de Aguilar. Fueron padres de:

a)  Ana, nacida el 1608 y bautizada en San Bartolomé.
b)  Melchor, que es el continuador de la estirpe, nació en 1609.
c)  Diego de Vera y Villavicencio, presbítero y arcediano que fue de la Iglesia de Jaén, nacido el primero de octubre de 1610.
d)  Catalina nacida en 1613.
e) Francisco, caballero veinticuatro de Jaén, nacido en 1616 quien se casó con doña Agustina Gutiérrez de Figueroa.
f)  Bartolomé, nacido en el año 1617.
g) Estefanía en el 1619; y finalmente,
h) María, que nació en 1622.    

Frachada del  Monasterio de Franciscanas Descalzas de Jaén

 Este don Juan, por escritura de 22 de julio de 1602 ante Juan Morales, asegura que, dado que don Diego de Ceballos fundó en tiempos pasados un  patronato que reformó posteriormente por otra escritura ante Miguel Milán el 20 de mayo de 1580, señalando por patronos a su sobrino don Bernardo de Ceballos y a los descendientes de éste, y también a don Melchor de Soria y Vera su padre; y por cuanto don Bernardo Ceballos había fallecido sin descendencia ni generación ninguna, el patronato le pertenecía al otorgante como hijo primogénito de su padre; y por cuanto en la fundación no se fija iglesia ni altar donde decir las misas, ni se fijaba residencia para los capellanes, en uso de las facultades que como patrón le corresponden señala por iglesia la de San Bartolomé, en la que radica la fundación de su padre, en el altar primero de la derecha, entrando por la puerta que linda con las casas de su morada, y el capellán estará obligado a residir y servir en dicha iglesia todos los días de las Pascuas de cada año, y servir en el coro de la misma; y si tal capellán tiene algún impedimento, sea cual fuere, éste podrá nombrar otro sacerdote que le sustituya en sus obligaciones. Y como primer capellán nombra a su hermano don Diego, presbítero y beneficiado.
8.– Melchor de Vera (Soria) y Aguilar. Primogénito del anterior por varonía, nació en el año 1609. También fue llamado Melchor de Vera Aguilar y Villavicencio. Ostentó el cargo de caballero veinticuatro de nuestra ciudad, por real cédula de 15 de agosto del 1643. Caballerizo de su majestad, y familiar del santo oficio de la Inquisición en Jaén, falleció el año de 1650 habiendo testado ante Salvador de Medina el 9 de febrero de 1648.
Estuvo casado con doña María Isabel de Haro Porcel y Benavides, natural de Baeza, hija de los señores Alonso de Haro y Porcel, caballero del hábito de Santiago, nacido en Baeza, y de doña Felipa de Ortega Carvajal y Benavides, que era de Úbeda. Fue vecino de la feligresía de San Bartolomé, y testó ante Cristóbal de Mírez Hortuño. Fueron padres del presbítero y arcediano del cabildo catedralicio don Juan de Vera y Haro, y de doña Francisca, (nacida en 1629), que estuvo casada con don Fernando de Cerón y Girón de la Cerda.
9.– Francisco de Soria y Vera Aguilar. Caballero veinticuatro de Jaén, e hijo de don Juan de Soria y Vera y doña Francisca Juana de Aguilar ya citados, contrajo matrimonio en San Ildefonso el 18 de septiembre de 1639 con doña Agustina Gutiérrez de Figueroa y de los Ríos, hija del que fuera jurado, veinticuatro y rico–hombre don Martín Gutiérrez de Figueroa y de doña Catalina de los Ríos, dueños y moradores de la casa–palacio desaparecida hace muchísimos años que estaba sita en la calle Marina Díaz (después de Cruz Verde y de las Cumbres), en la que habitaron con posterioridad los Quesada, condes del Donadío sus descendientes.

Techumbre y espada del Monasterio.

 Fue su única hija doña Francisca Antonia de Vera y Figueroa, casada el 19 de mayo de 1660 en la iglesia de Santiago con don Fernando Antonio de Quesada y Ulloa, caballero veinticuatro y del hábito de Calatrava; éstos fueron padres de Francisco Antonio Ignacio, de Alonso y de Félix, y al primogénito le fue concedido el título de conde del Donadío de Casasola el 24 de mayo de 1713 aunque el real despacho se extendiera a su bisnieto.
10.– Incido ahora en la figura de  Melchor de Vera y Aceves que he mencionado anteriormente en el epígrafe número 6, quien fue sobrino de nuestro obispo de Troya e hijo de don Tomás (el diputado por los arneses de la ciudad de Soria) y de doña Francisca del Salto; contrajo dos matrimonios, ambos en la parroquia de Santa Cruz, hoy desaparecida, en la calle de su nombre. Fue caballero del hábito de Santiago y veinticuatro de Jaén, y su tesorero de alcabalas.
El primer enlace se produjo el 26 de julio de 1628 con su pariente doña Catalina de Vilches y Vera, hija de don Cristóbal de Vilches y Coello también de nobles linajes giennenses y de doña Leonor de Vera, y fueron velados en dicha parroquia el 22 de enero de 1631. La boda había sido celebrada primeramente el 2 de enero de 1627 en dicha iglesia parroquial, pero fue anulada por no tener don Melchor edad suficiente. Doña Catalina de Vilches falleció sin testar el 5 de abril de 1634, y recibió sepultura en su panteón familiar del convento de Santa Clara.
El segundo casamiento tuvo lugar el domingo 10 de septiembre de 1634 con doña María Catalina de Contreras Torres, hija de don Gonzalo de Contreras Torres y de doña Isabel Ana de Contreras Vera. Esta señora, siendo viuda, otorgó escritura de transacción de bienes con su propio hermano Melchor de Contreras, en los años de 1667 y 1670 ante Cristóbal Mírez Hortuño, el mismo que escrituró su testamento cerrado el 2 de septiembre de 1676. Este testamento fue abierto el día de su fallecimiento en presencia del alcalde mayor don Blas de la Torre, a requerimiento de uno de los albaceas; en él doña María Catalina de Contreras había dejado dispuesto ser enterrada en la capilla mayor del convento de franciscanas de la primera regla de Santa Clara (Bernardas), que había fundado el obispo de Troya don Melchor de Soria Vera tío de su marido, pero no lo logró. Era hermana terciaria franciscana, por lo que había de ser amortajada con el hábito.
La principal heredera de su esposo había sido su tía doña Leonor de Vera Vilches viuda de don Cristóbal de Vilches Coello, ambos matrimonios sin descendencia, al no haberla habido de doña Catalina la primera cónyuge, hija de éstos, por lo que doña Leonor instituyó como heredera a esta doña María de Contreras, por su testamento ante Cristóbal Mírez de 25 de noviembre de 1659, que fue abierto el mismo día de su fallecimiento. Su dote se otorgó ante Diego de Herrera, cuyos protocolos están perdidos.

Lateral del Monasterio.

 También heredó a su hermano el general y capitán general de la flota de Nueva España don Mendo de Contreras Torres, por su testamento de 7 de febrero de 1670 otorgado ante Cristóbal de Mírez.
Y por no tener hijos, funda un mayorazgo vinculado “a Fuero de España”, con todos sus bienes libres que eran varias casas, entre ellas las de la calle Cerón donde habitaba, que daba a las espaldas con los álamos de San Francisco, varias fincas en Guadalla y Fuentezuelas y varios juros que rendían unos ciento cincuenta mil maravedís anuales, llamando en primer lugar para su goce y posesión a sus tres sobrinos, cada uno en su tiempo: Gonzalo, Melchor Mendo y Diego Antonio de Contreras Torres, los tres hijos ilegítimos reconocidos por su hermano el referido don Mendo, y por este orden y para ellos y sus descendientes, aunque el tercero de ellos era canónigo en Jaén; y si fuera necesario en cuarto lugar nombra a los hijos de don Fernando de Contreras Salto que falleció en Lima, su resobrino, hijo de don Diego Antonio de Contreras Salto su primo hermano. Previene otros llamamientos para caso necesario. 
Voy a continuar con la relación de una rama muy singular de la que acabo de citar sus nombres dentro del círculo de los Soria Vera, pero algo más alejada cronológicamente de nuestro obispo de Troya.
11.– El citado Diego Antonio de Contreras Salto desciende directamente de la estirpe de un Melchor de Contreras Vera que habitó ya en la colación de San Andrés en el siglo XVI. Nació este don Diego en el año 1598 en Jaén según se desprende de su expediente matrimonial  y se casó con su pariente doña María de Mendoza Molina de la Cueva; matrimonio celebrado en la parroquia de Santa Cruz el 4 de julio de 1617; de este matrimonio nacieron Fernando, Juan, Melchor y Pedro. Don Diego Antonio fue veinticuatro de Jaén, pero hubo de renunciar al cargo y huír de España acusado de haber dado muerte a don Alonso de Vied¬ma, también caballero veinticuatro. No le fue mal en ese exilio, porque don Diego alcanzó a ser maestre de campo de nuestros ejércitos en Europa y después gobernador de las Collaguas, en Perú . De los cuatro hijos que tuvo sólo nos llegan algunas noticias del primero y muchas del último. Los otros dos, Juan y Melchor, sin duda murieron poco después de nacer o en su primera juventud, porque nunca se vuelve a hablar de ellos. 
Aunque tenemos solamente algunas referencias del primero llamado Fernando, conocemos con muchos detalles la biografía del último llamado Pedro, y deseo detenerme en éste para poner punto final al presente capítulo. Dicha abundancia de noticias aparece manuscrita en la parte posterior del primer Libro de Difuntas que hemos podido leer en el archivo del monasterio de las carmelitas descalzas de Santa Teresa de Jesús de Jaén .
Ahí se habla de doña María de Mendoza y de los «muchos trabajos con que crió a sus ijos que fueron dos : el maiorazgo que pasó a los estados de Milán en busca de su padre y después a Indias donde se casó y dejó suçesión», y don Pedro que «biéndose ya de edad para poder por sí balerse i remediar a su madre, determinó yrse a la guerra en busca de su padre  y ermano, para ber si por sí o por los muchos serbiçios que a el Rei abían echo podía traer algún remedio a su afligida madre».

Imagen de Santa Isabel de Hungría.

12.– Fernando de Contreras del Salto, hermano del citado don Pedro, fue el primer hijo de don Diego. Nació en Jaén y falleció en Lima. Fue caballero del hábito de Santiago y se casó con doña María Bernarda Sandoval y Rojas, de apellidos ilustres. Tuvieron dos hijos: Diego y Cristóbal. El primero de estos dos, Diego de Contreras Salto Sandoval y Rojas, nació en la ciudad de Lima y se trasladó a Jaén en donde se casó en la parroquia de Santiago el 8 de septiembre de 1688 con doña Juana Melchora de Contreras Talavera, hija de don Pedro de Contreras Arellano, caballero de la orden de Santiago y veinticuatro de Jaén, y de doña María Jerónima de Talavera.
13.– Don Pedro de Contreras Salto  nació en Jaén hacia el año 1625, y en Jaén murió el día de Todos los Santos, primero de noviembre de 1681, después de haberse dado una vuelta por el mundo. Como he dicho antes, sus padres fueron don Diego de Contreras Salto y doña María de Mendoza y de la Cueva, pertenecientes ambos a familias muy ilustres. Pero su padre Diego de Contreras tuvo que huír de España después de haber dado muerte a otro caballero, como he indicado; se instaló en Italia y parece ser que nunca más volvió a su patria. En el primer Libro de Difuntas leemos que su esposa
«quedó por la ausençia de su marido, que le ocasionó la muerte de un caballero a quien mató, con pocas conbeniençias y muchos trabajos con que crió a sus hijos que fueron dos» .
Don Pedro había comenzado los estudios eclesiásticos, pero con el deseo de dejar de ser una carga para su madre cerró los libros y se fue detrás de su hermano, también con la intención de encontrar a su padre. No sabemos si dio con él, pero sí que se alistó como soldado al servicio del rey, y empleó todo su valor con la esperanza de hacer fortuna en el ejército y ayudar a su madre. Siguiendo este género de vida «gastó mucho tienpo y con grandes bitorias y singular balor, que lo tubo grandísimo, a que le aiudó mucho su natural determinado, animoso y de enpeño para qualquier ocasión» .
Con el pensamiento de su pobre madre sola en Jaén, regresó a esta ciudad; pero no encontró ayuda ni entre amigos ni entre los familiares más adinerados e influyentes que lo menospreciaban por pobre, y «biendo que no podía conforme su calidad sustentar su casa, por estar su açienda mui enpeñada y él mui dado a los gastos y ocasiones de su edad en que fue mui dybertido» , se volvió al ejército y así comenzó a prosperar hasta reunir un sólido capital. Regresó de nuevo a Jaén en los comienzos del año 1670 con toda su riqueza para especular con ella, con la que ganó considerables beneficios. Calmados los ardores especulativos de los primeros años después de su regreso a Jaén, decidió emplear parte de su hacienda «en serbiçio de Dios» pero ayudando desde el primer momento a su madre «a quien guardó sienpre mucho respeto». Viéndole ahora así de próspero, sus familiares sí lo reconocieron, pero él,
«aunque no benía desengañado, conoçiendo que quando pobre no le abían sus deudos faboreçido siendo sienpre el mismo, se fue retirando de todos y de algunos casamientos que su madre le traba

[jaba], diçiendo que su açienda se la abía dado Dios y a su Magestad se la debolber[ía]».
Desde que regresó de América advertimos que don Pedro quiere invertir en Jaén algo del dinero que ha traído de aquellas lejanas tierras, y este hecho queda reflejado en un sinfín de escrituras. Hace algunas inversiones en tierras y casas que paga siempre al contado, pero sobre todo se dedica al negocio de prestamista.
Fue entonces cuando entró en conocimiento de las carmelitas descalzas de Jaén que acababan de comenzar la obra de la iglesia. Su relación con la comunidad se extiende desde 1673 a 1681, y en la asignación de méritos como benefactor, él se lleva muchos de los triunfos. Mandó que un renombrado artífice, cuyo nombre desconocemos, le tallase una imagen de la Purísima Concepción a la que llamaba «mi Mayorazga» que hoy preside el centro del retablo de la iglesia de las carmelitas descalzas de Jaén, en la que puso su corazón desengañado ya de todas las cosas del mundo.
A mediados de 1673 las carmelitas descalzas de Santa Teresa se dirigieron a don Pedro de Contreras para preguntarle si eran ciertos los rumores de que él estaba dispuesto a contribuir con su caudal para pagar ciertos gastos de la obra; que ellas ya tenían mil ducados de un préstamo del licenciado Lázaro de Cachiprieto, pero necesitarían más. Como respuesta, don Pedro les donó desinteresadamente quinientos ducados, y algo después, también para la obra, le regalaría otros cien a Eufrasio López de Rojas con el que le unió una honda amistad desde ese momento. Además de esto, en 1678 al finalizar la construcción de la iglesia entregó a la comunidad para embellecerla todas las alhajas, lámparas y candelabros de plata y otros valiosos objetos de culto. Y no contento con esto, contrató y costeó el magnífico retablo  y las pinturas, y colocó en él su imagen predilecta de la Purísima Concepción, su Mayorazga tal como hoy puede contemplarse.
«Quando trajo a nuestra Señora, demás de el retablo trajo una lánpara de plata mui grande, dos arañas, çiriales, quatro candeleros, dos atriles, un açetre , un cáliz y anpolletas, todo de plata y de egçelente echura cuios pesos i otras circustançias están en el Libro de Sacristía» .
En los comienzos del año 1681 empezó a perder la salud y pasado el verano se vio precisado a guardar cama durante los meses finales, hasta que murió hacia las dos de la madrugada del día de Todos los Santos, primero de noviembre de ese mismo año. Mandó que lo enterrasen con el hábito carmelitano en cualquier lugar que quisieran sus hermanas, que así llamaba a las religiosas, y éstas cumplieron sus deseos depositando sus restos en un nicho dentro de la clausura, con licencia que dio el definitorio, siendo general de la orden fray Silvestre de la Asunción. 
La necrológica que la cronista carmelitana escribió en el momento de su muerte y enterramiento retrata perfectamente la imagen de un caballero cristiano:
«Era de grandísimo entendimiento y ablaba con tal confiança de Dios y de su misericordia que era un sermón oírlo discurrir en éstas y otras qualquiera materias, porque para todo tubo gran talento. Diose a leer buenos libros. Trató de oraçión en que le dio nuestro Señor mucha conformidad con su boluntad, y desengaño de todas las cosas de mundo y vanidad».
Don Pedro de Contreras Salto en su testamento dejó por herederas de toda su fortuna a las religiosas del convento, después que fallecieran su madre y su tía doña Inés de Mendoza y Molina, que todavía vivían, para que las dos ancianas lo pasaran holgadamente hasta su muerte. Y así como don Melchor de Soria Vera fundó el monasterio de franciscanas clarisas en Jaén, su descendiente don Pedro de Contreras, aunque fuese en mucha menor cuantía, contribuyó en el último cuarto del mismo siglo XVII al ornato y mantenimiento del monasterio de carmelitas descalzas de Santa Teresa de Jesús, en esta misma ciudad
.

Obra de D.Manuel Morales Borrero  “El Franciscanismo y el Monasterio de Franciscanas Descalzas de Jaén (Bernardas) en la primera mitad del siglo XVII”.

NOTAS.
 (1) A.H.D.J., sección Expedientes Matrimoniales, legajo 515–B.
 (2) A.H.P.J., legajo 1535, fol. 808r, y legajo 1539, fol. 580r.
 (3) Archivo del Monasterio de Santa Teresa, Carmelitas descalzas de Jaén (A.M.S.T.), primer Libro de Difuntas, parte posterior, págs. 298–297 (La numeración de estas páginas va en orden descendente, porque el libro ha sido numerado partiendo lógicamente de la primera cubierta, dejando en blanco el vuelto de cada hoja).
 (4)Debe entenderse que eran dos los que seguían vivos, porque realmente fueron cuatro.
  (5)La historia de este personaje ha sido estudiada, tomando las fuentes antedichas, y publicadas en el conocido libro El Monasterio de Santa Teresa de Jesús, Carmelitas Descalzas de Jaén. Historia Documentada. Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1999, págs. 167–175. De ahí la recojo yo.
  (6)A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, pág. 298. Dice que sus hijos fueron dos; se entiende que fueron dos los que sobrevivieron, pero realmente tuvo cuatro hijos, como he dicho anteriormente.
(7)  A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, pág. 297.
 (8) A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, págs. 297–296.
(9)A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, pág. 296.
(10)  Un siglo después, en 1783, las carmelitas descalzas encargaron otro nuevo retablo, que es el que vemos hoy, pero aprovecharon las pinturas y otros elementos, como la imagen de la Virgen que había en el primero.
 (11) «El hisopo con que se echa el agua bendita, por la semejança que tiene con el cetro; aunque se toma comúnmente por el caldero del agua bendita», Vid. Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española.
 (12) A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, pág. 286.
 (13) A.M.S.T., primer Libro de Difuntas, pág. 291.