Páginas de la 123 a la 139 de la obra de D.Manuel Morales Borrero titulada “El Franciscanismo y el Monasterio de Franciscanas Descalzas de Jaén (Bernardas) en la primera mitad del siglo XVII”.
Los Soria Vera y Aceves se aposentaron en esta ciudad de Jaén en el siglo XV procedentes de un lugar llamado Renieblas(1) en la provincia de Soria, nombre que tomaron en principio por sobrenombre, ya que al referirse a ellos siempre les añadían “los de Soria”, y así les quedó por apellido que fue unido casi siempre con el de Vera y también con el de Aceves(2), en unión de otros apelativos patronímicos, principalmente López y Contreras. Estas familias hidalgas fueron muy notables en Jaén, y una rama pasó a Granada.
El centro sobre el que yo haré girar a este linaje en mi relato es don Rodrigo de Soria Vera casado con doña Leonor Díaz Manrique. En los protocolos del escribano Juan de la Bella se narra la relación de este linaje con la ciudad de Soria, al decir que el doctor en leyes don Tomás de Vera y Aceves (hijo de don Rodrigo y hermano del obispo de Troya), por él y su casa, era Caballero Diputado de los Arneses de la ciudad de Soria, de Santa María de Barnuevo, uno de los doce linajes nobles de dicha ciudad(3). Comenzamos con la relación de sus antepasados, para concluir con la de sus descendientes.
Escudo en Piedra de D.melchor de Soria y Vera.
1.- Gonzalo de Vera y Soria. Casado con doña Sancha de Aceves, naturales y oriundos de Renieblas, fueron los progenitores de su linaje en Jaén, y tuvieron como hijo a:
 2.- Rodrigo de Vera apodado “el de Soria”; fue vecino de Jaén y es el que asienta su casa entre nosotros. Testó en esta ciudad ante Fernán Gómez de Molina (a quien sucedió Francisco Martínez de Quesada). Habitó en la colación de San Pedro y estuvo casado con doña Isabel Núñez de Villavicencio natural de Jerez de la Frontera, la que testó el 19 de junio de 1498 ante Diego González Palomino (antecesor de Martín González Palomino). Ella fue hija de don Pedro Núñez de Villavicencio y de doña María de Zurita y Lobera, naturales de Jerez de la Frontera, como consta en el expediente de limpieza de sangre de su rebisnieto el arcediano de la catedral de Jaén don Diego de Vera Soria y Díaz Manrique (septiembre de 1624).
En los expedientes de los señores capitulares del cabildo catedralicio se halla la documentación más antigua de esta familia, en la que consta que doña Isabel Núñez de Villavicencio se preciaba de ser descendiente de Miguel Fernández de Villavicencio quien con sus hijos estuvo en la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio 1212) y defendió al rey de Castilla don Alfonso VI; cuando éste iba a ser rematado por un moro, Fernández de Villavicencio se puso entre ambos y recibió la herida mortal. De don Miguel descendía Salvador de Villavicencio, corregidor que fue de Jaén. El patronímico Núñez lo usaban porque decían descender también de Nuño Rasura, juez de Castilla. Además eran sus deudos don Bartolomé Núñez de Villavicencio, natural de Jerez de la Frontera, caballero de la orden de Alcántara y comendador de Benfaya y de Orta, y visitador de su orden. En el testamento de su esposa, que ha sido consultado, consta que fueron sus hijos: a) Pedro Núñez de Soria y Vera, que casó con doña María Núñez. b) Lope Núñez de Soria Vera; c) Hernán Núñez del que vamos a tratar. Una rama de éstos se llamó durante varias generaciones Núñez de Soria.
3.- Hernán Núñez de Soria y Vera. Se casó el año de 1483 con doña Gracia Gómez de Tobar, hija de Pedro Gómez de Tobar y de doña Catalina de la Chica. En dicho año se le otorgó carta dotal valorada en setenta mil maravedís, ante el escribano Gómez de Molina. Fueron padres, entre otros, de un hijo llamado Juan López de Soria y Vera. Nació éste en Jaén, donde casó con doña Isabel Fernández de Aranda y parece que fueron los padres de Rodrigo, Melchor, Gabriel, Pedro, Jerónimo y Catalina. 
Escudo de la Orden Franciscana.
4.- Rodrigo de Soria Vera (padre del obispo de Troya). Doctor en leyes y tesorero real en el reino de Jaén. Estuvo casado con doña Leonor Díaz Manrique que en otras escrituras consta como Inés, pero aparece muchas más veces como Leonor Manrique, la que otorgó poder testandi en favor de su esposo, el lunes 5 de octubre de 1592 ante Juan de Morales(4). Es frecuente hallar en muchos protocolos notariales noticias de don Rodrigo en su condición de tesorero real. Ella otorgó a su esposo el mencionado poder para testar, para que él dispusiera por ella su última voluntad, por la confianza y compenetración habida entre ambos. Es un amplio poder para que don Rodrigo dispusiera a su completa voluntad, mejorando a los hijos que quisiese, y citando las renuncias de los tres hijos religiosos.
Don Rodrigo otorgó testamento estando en salud ante Juan Morales el 23 de septiembre de 1610(5) y de su contenido voy a resaltar solamente algunos aspectos. Mandó ser enterrado en el convento de Santa Clara donde la familia tenía panteón, y que fuera con el hábito de san Francisco, con asistencia de sus hermanos cofrades de Omnium Sanctorum, de los Santos Ángeles, Misericordia y Limpia Concepción de nuestra Señora sita en San Andrés, y de san Luis de los Caballeros, más la cofradía de la Vera Cruz aunque no era cofrade de ella. También debería asistir la Universidad de curas párrocos y beneficiados, capilla de música de la Catedral, y cien frailes de los cuales cuarenta deberían ser de San Francisco, y los sesenta restantes de las comunidades que ordenase su hijo fray Antonio de Vera y Soria, guardián del convento de San Francisco en Jaén a quien mantenía y ratificaba en la manda o legado anual
mientras viviera, bien cuantificada en arrobas de trigo y dinero efectivo. Dispuso que se efectuase ofrenda de seis fanegas de trigo y el vino y cera que dispusiese su hijo fray Antonio.
Ratificó el legado que en unión de su esposa hicieran al convento de franciscanas de Santa Ana, de un juro de heredad sobre las alcabalas de Jaén, por valor de cuatrocientos mil maravedís de principal a cambio de la obligación perpetua de hacerles por sus ánimas las nueve fiestas de nuestra Señora anuales, más cuatro misas de réquiem semanales, según quedó constancia en la correspondiente escritura otorgada el 19 de diciembre de 1605 ante Juan Morales.
A sus sobrinos Juan e Isabel de Soria Vera les envía una manda de seis mil y cinco mil quinientos maravedís respectivamente. Don Rodrigo dispone que a su hermana religiosa, llamada doña Isabel, se le habían de entregar doscientos reales, y a sus hijos don Juan López de Soria, y al doctor don Tomás de Vera Aceves Soria, y a don Pedro de Vera Soria escribano mayor del Ayuntamiento, habían de entregarles a cada uno trece varas de balleta fina además de cuatro escuderos a cada uno, para que le acompañasen en el sepelio, y estos mismos requisitos se habían de cumplir con don Cristóbal de Vilches Coello marido de su nieta doña Leonor, y con los hermanos de ésta, Rodrigo y Juan. Estos nietos eran hijos de don Gaspar de Soria y Vera difunto y de su esposa doña Teresa de Vilches.
En vida se habían aplicado por su ánima cuatrocientas misas, y ahora dispone otras seiscientas, más treinta de Ánimas, y las habituales por sus padres, familiares y obligaciones.
Manda al hospital de la Misericordia cuatro mil quinientos maravedís para atención de enfermos pobres, y doscientos cincuenta reales a los frailes de San Francisco para ayudas de hábitos, y otros cien para los pobres de la cárcel.
Cita a la que había sido su esclava, Ana, originaria de Orán, que se la envió su hijo don Melchor obispo de Troya, y que se había tornado cristiana. Le manda diez ducados y le confirma todas las donaciones realizadas con anterioridad, y manda se le abonen los salarios que se le adeudan.
Don Rodrigo declara que para evitar pleitos a sus hijos cuando ocurriese su fallecimiento, hizo tanteo del inventario ante el escribano Cristóbal de Mírez Hortuño el 30 de julio de 1607, enmendado ante el susodicho el 9 de agosto de 1608, y la suma total de sus bienes podría ascender a veintiún millones sesenta mil maravedís independientemente de las importantes cantidades que sus hijos tenían recibidas a cuenta. Del monto total citado se habían de rebajar seis millones quinientos sesenta mil maravedís del tercio de libre disposición y remanente del quinto para el mayorazgo vinculado que fundaría, y los gastos de su sepelio. Rodrigo de Soria Vera falleció en la feligresía de Santa Cruz, el 22 de septiembre de 1612. 
Escudo en esmaltes de D. Melchor de Soria y Vera.

Don Rodrigo y doña Leonor fueron padres de:
a) Juan López de Soria y Vera, veinticuatro de Jaén.
b) Melchor de Soria Vera, el que fue obispo auxiliar de Toledo y obispo de Troya.
c) Gaspar, alguacil mayor de Jaén, quien se casó con doña Teresa de Vilches.
d) El doctor Tomás de Vera y Aceves, quien fue elegido por los linajes de Soria como uno de los doce caballeros Diputados de los Arneses de dicha ciudad que le pertenecían por sangre.
e) Baltasar de Soria que debió morir muy joven y del que sólo tengo una noticia.
f) Francisca de Vera, profesa en Santa Clara de Jaén.
g) Pedro de Vera, escribano mayor del cabildo de Jaén y siempre muy allegado en sentimientos a su hermano Melchor.
h) Isabel de Soria Vera nacida en 1573, monja en Santa Clara de Jaén, quien con licencia del canónigo de la catedral giennense y notable escritor, el toledano doctor don Matías Rodríguez de Melgar, provisor general de este obispado, renunció a sus legítimas paterna y materna el 15 de febrero del año de 1588 por escritura ante el escribano Gonzalo de Herrera, habiendo recibido ya la dote monjil, y una vez cumplido el año de noviciado, por lo que era inminente su profesión con la imposición del velo negro.
i) Fray Antonio de Soria Vera, franciscano guardián de su convento de Jaén y consultor del santo oficio de la Inquisición.
5.- Ahora vamos a ocuparnos del hijo que más nos interesa, el que fue obispo de Troya. Dejando a un lado al resto de sus hermanos, algunos de los cuales irán apareciendo a lo largo de este libro, voy a citar ahora a nuestro personaje, don Melchor de Soria y Vera.
Don Melchor fue bautizado en Jaén el mismo día de su nacimiento, 4 de junio de 1558, y falleció en Toledo el 29 de septiembre de 1643. Recibió sepultura en primeras instancias en el convento toledano de las Benitas y posteriormente trasladaron sus restos al de las Bernardas de Jaén, convento del que fue su constructor y patrono. Aquí yacen tras el altar mayor de la iglesia y aún hoy se contemplan sus armas en las cuatro pechinas que sostienen la media naranja de la capilla mayor; otros dos escudos se muestran en las bases de las dos calles laterales de su altar mayor. También en la fachada, a ambos lados de la imagen de la Inmaculada Concepción, aparece tallado en piedra el blasón de dicho obispo, con el lema: “Veritas vincit”. 
D. Melchor de Soria y Vera, Obispo de Troya.

En un extremo del terreno que ocupa este convento estuvo anteriormente el de Santa Quiteria, de frailes jerónimos, de donde la explanada, hoy calle, a él adherida recibe el nombre de Portillo de San Jerónimo. La idea del nuevo convento patrocinado por don Melchor se puso en marcha en el mes de febrero de 1618, se obtuvieron las licencias el 20 de agosto y los trabajos materiales comenzaron en el mes de septiembre de dicho año. La vida conventual se inició el 5 de enero de 1627, aunque algún tiempo después todavía se realizaban ciertas obras finales. Todos los costes fueron financiados por don Melchor de quien hablaremos muy extensamente en los capítulos quinto y sexto de este libro.
6.- Tomás de Vera Aceves y Soria (hermano del obispo de Troya). Doctor en leyes, estudió en las universidades de Baeza, Granada y Salamanca. Fue elegido por los linajes de Soria como uno de los Doce Caballeros Diputados de los Arneses de dicha ciudad que le pertenecían por sangre, siendo evidente que mantenía relaciones con el pueblo de origen de su casa solariega. He incluido en su lugar correspondiente los datos
contenidos en el Archivo Histórico Provincial de Jaén y el Archivo Histórico Municipal de Jaén de 20 agosto 1619, relativos a su nombramiento como hijo predilecto de Soria. Ya que ambos son idénticos, uno de ellos va completo como Apéndice Documental de este libro. Tomás contrajo matrimonio con doña Francisca del Salto y Escobar en el Sagrario de Jaén el 10 de noviembre de 1610, y tuvieron tres hijos: Melchor, Rodrigo y Leonor de Vera Aceves. Otorgó codicilo ante Juan de la Bella, escribano de Jaén, con fecha 23 de junio de 1620, en el que incluyó poder en favor de su hermano don Melchor (el obispo de Troya), para que éste, y en nombre suyo, creara un mayorazgo vinculado con parte de sus bienes, del quinto del remanente, en favor de su hijo primogénito don Melchor de Vera Aceves y de los hijos y descendientes de éste, bajo las condiciones que regían las leyes de España, que en general eran la preferencia de primogenitura y varonía del sobrino sobre el tío, con exclusión de los religiosos y de los que cometieran delitos graves, con la obligación de mantener las propiedades en perfecto estado. Así lo hizo el obispo de Troya estando en las casas de su hermano don Pedro de Vera, ante el citado Juan de la Bella, incorporando las condiciones que el padre de ambos, don Rodrigo, había puesto en el mayorazgo vinculado que también fundara, y al que se agregaría el de don Tomás, en el caso de faltarle sucesión legal. Y precisamente por esa falta de sucesión del primogénito, se llama al segundo hijo, que era don Rodrigo de Vera Aceves y a su otra hija doña Leonor de Vera Aceves, y si fuera preciso, por extinción sucesoria de ellos, se incorporaría al del padre de ellos y abuelo de los beneficiarios, y lo gozaría la persona que en ese momento poseyera el de don Rodrigo.
Los bienes que comprendía esta fundación eran una haza en el Valle y otra en la Vega, en el Cañaveralejo junto al monasterio de La Coronada del carmen calzado, extramuros de la ciudad, en La Imora(6), además del oficio de veinticuatro del Ayuntamiento giennense que antes fuera de su padre don Rodrigo, y un juro de cuatro mil ochocientos ducados de principal sobre las alcabalas de Jaén, ascendiendo el valor total de estos bienes a diez mil quinientos ducados. Era condición para el goce de estos bienes que siempre se apellidasen de Vera y Aceves
Portada de la Obra.
NOTAS:
 (1) Pueblo que tiene actualmente 115 habitantes, situado a 11 km. al nordeste de la ciudad de Soria. Los lugares más cercanos a él son los pueblos de Ventosilla de San Juan, Velilla de la Sierra, Torretartajo y Canos.
(2) En los numerosos documentos consultados, este apellido aparece escrito preferentemente con “v” y así lo escribiré yo siempre que aparezca.
(3) Queda constancia de ello en el A.H.M.J., Actas capitulares de fecha 6 de septiembre de 1619. Aquí vuelve a aparecer el texto de la «Presentación del testimonio del recibimiento que se le hizo al Dr. Tomás de Vera y Aceves en la ciudad de Soria donde le reconocieron por uno de los caballeros de los doçe linajes della». En este extenso documento, que consta completo en el acta, con letra muy fina y pequeña y ocupa tres páginas (folio y medio), aparece al final una anotación marginal que dice: «Otros testimonios como los de arriba de los escrivanos de la ciudad de Soria con authoridad judicial se pusieron en el Registro de escripturas de Juan de la Vella, escribano público desta ciudad de Jaén en XX de agosto de 1619». En efecto, ahí también los he localizado y pueden verse en A.H.P.J., leg. 1284, escr. Juan de la Bella, 20 de agosto de 1619, fols. 551r–554r. Con lo anterior se demuestra que el apellido Soria les viene de aquella ciudad que fue la cuna de su linaje. La carta con el nombramiento lleva fecha de 27 de julio de dicho año.
(4) A.H.P.J., leg. 732, escr. Juan de Morales, fecha lunes 5 de octubre de 1592, fols. 1377r–1381v. (5)A.H.P.J., leg. 750, escr. Juan de Morales, fecha 23 septiembre 1610, fols. 1411r–1424r.
6 El convento de La Coronada de carmelitas calzados desde su fundación en el siglo XVI estuvo situado extramuros de Jaén, yendo por la carretera que sale de esta ciudad hacia Córdoba a mano derecha, en las proximidades de la Puerta de Martos (que fue demolida hacia 1860), en el lugar llamado “La Granja” en el que hoy existen unas edificaciones de la Diputación Provincial dedicadas, entre otros, al Servicio de Recaudación. Por su alejamiento de la ciudad y quizá por motivos de higiene ya que por allí vertían algunos desagües malolientes, los frailes se trasladaron en los inicios del siglo XVII al lugar que todos conocemos dentro de la ciudad, calle Martínez Molina, en la plaza de los Rosales, entre las calles Barranco de la Coronada y El Carmen. Este convento desapareció, quedó en ruinas y en su solar se instaló en el siglo XX un cine de verano llamado primeramente Jalisco y después Rosales.