Por Freddy A. Cyfuentes-Pantoja De Santa Cruz y Benavides.
PRIMERA PARTE.

Interesante es el artículo del conde de Quinta Alegre, publicado el 12 de septiembre de 2.011, así  como las puntuales confutaciones que hace sobre el  libro de la genealogía  de la familia Santacruz en Colombia, que presenta el señor Harold Santacruz Moncayo en la internet. Aun cuando, a través de ese libro virtual, los “Santacruz” de estas tierras, cuando menos, pueden enterarse un poco de su origen, no sólo “español”, sino de su origen judío (por el linaje Levi), que proviene directamente del hermano de Moisés, Aarón Levi, el primer gran sacerdote del pueblo de Israel.
Con respeto, no entiendo que haya de malo en saber que una familia católica y practicante de hoy, como la nuestra, tenga un origen sefardita. Gracias a Dios, los que descendemos del médico de los Reyes Católicos, Paulo Santacruz o Paulo Antonio Salazar y Santacruz (antes Salomón Levi, o Paulo Sánchez de Guadalupe), estamos ciertos de nuestro origen hebreo, así como de que, gracias a los Reyes Católicos, en 1.494, lograron su conversión al Cristianismo.

Los Reyes Católicos.
Eso de cristianos viejos y cristianos nuevos para hacer referencia a los judíos conversos entre los siglos XIV y XV, y a lo que hace mención el Señor Conde, amén de ser una diferenciación que pertenece a una época ya ida, y con la que pretendía sobajarse a los judíos, resulta en demasía ingenua, si en ello pretende fundamentarse el también advenido cristianismo católico de nuestros ancestros españoles. Porque, amén de que los pueblos que habitaron la Hispania antes de la muerte de Cristo, y por palmarias e incontratables razones, no eran ni podían ser pueblos cristianos sino pueblos no cristianos que se convirtieron con ulterioridad al Cristianismo, ya, desde dos o tres siglos antes del nacimiento de Jesús, había miembros de la comunidad hebrea asentados en tal territorio peninsular, que se entroncaron cultural y racialmente con los pueblos ahí ubicados. Y por ello, muchos genealogistas, se han atrevido a señalar que los linajes españoles y europeos tienen en alguna parte, entronques con los linajes hebreos, incluidos no pocos reyes.
Como bien es sabido, a los judíos no les querían en la Europa medieval, primero, porque les estimaban miembros de un pueblo deicida (del pueblo que había crucificado al Redentor; quien, por demás, no era ario, ni celta, ni bretón, ni español, sino judío); y segundo, porque vivían de prestar dinero a interés, lo que, para el entonces, proscribía el Cristianismo e, incluso, el islamismo. Sin embargo, hoy, en nuestros capitalistas días, la mayoría de los banqueros españoles y del mundo occidental -que prestan dinero a interés, y ejecutan judicialmente cuando no se les paga-, profesan la Fe Cristiana; y por fin estamos asimilando que la muerte del Hijo de Dios, estaba predeterminada por el mismo Padre para nuestra propia redención, como se desprende sin hesitación alguna de la simple lectura de Isaías 52,13-15 y 53,1-12.
Jamás  los  judíos  han  sido  una raza inferior.  Son  una  raza  en  extremo  inteligente  y  creativa y, acorde con los preceptos de nuestra misma Biblia , fueron el Pueblo Elegido de Dios; y siempre fueron especialmente ricos, al punto en el que hoy en día,
son ellos  quienes manejan la economía mundial. Razones por las que, así yo no profesé la fe judía, me merecen el mayor respeto.
Hugo Capeto, Rey de Francia.
Ahora: Parece una imperdonable ofensa para el ilustre Señor Conde de Quinta Alegre, que el señor Harold Santacruz Moncayo, insinúe un ancestro judío en la noble casa española de los marqueses de Santa Cruz. Con suma consideración, yo no advierto la terrible ofensa, pues, tanto el Señor Conde, como los señores marqueses, si son auténticamente católicos, y tiene como libro común, la Sagrada Biblia, deben saber muy bien que, por los preceptos incuestionables de nuestra propia Fe, todos los hombres del mundo tenemos un origen hebreo. Primero, en Adán y Eva y, después, en Abraham con su innumerable descendencia, que incluye a mis ancestros Levi y Judá. Amén de que los precitados señores marqueses, desde el segundo marqués de Santa Cruz, Don Álvaro de Bazán y Benavides, hasta el VII de ellos, Don Álvaro Antonio de Bazán Benavides y Pimentel, ostentaron el apellido Benavides, que no es tan sólo un topónimo como se presenta por parte de algunos investigadores, sino que, como su genitor indiscutible, fue el infante Fernando Alfonso de Benavides, hijo ilegítimo de rey de Castilla, Alfonso VII, llamado el Emperador, y este infante, era hijo de una princesa de la casa real de Judea, descendiente directa del Rey David (de los Ben-Avid… casa a la que también pertenecían María y nuestro Redentor); y casa real judía de donde tomó su apellido este infante real para todos sus descendientes, castellanizándolo como Ben-avid-es, es indiscutible que, así los genealogistas españoles no lo sepan -o no lo sepa el respetado señor Conde de Quinta Alegre-, la ilustrísima casa de los marqueses de Santa Cruz de Mudela, también tienen un nobilísimo y real ascendiente judío al entroncarse con los Benavides. Resultando muchísimo más conspicuo este entronque con la sangre real judía, que la importantísima ascendencia real francesa, sajona, castellana y leones del referido infante, Fernando Alfonso o Alonso de Benavides, como chozno del Rey Roberto II de Francia, o como descendiente directo de Hedwige de Sajonia (hermana del Otón I el Grande de Alemania, rey del Sacro Imperio Romano Germánico, e hija de Enrique I el Pajarero, rey de Francia Oriental); o como descendiente del mismo Hugue Capétien o Hugo Capeto, primer Rey de Francia de la dinastía de los Capetos, y padre del rey Roberto II, el Piadoso. Pues no olvidemos que Don Fernando Alfonso de Benavides, era nieto de la reina Urraca I de León (cuñada del Papa, Calixto II), hija a su vez, del rey Alfonso VI de Castilla y León, y nieta de Fernando I de León y de Castilla y de la reina Sancha de Castilla. Además de que la reina Urraca I de León -por línea materna-, era hija también de doña Constanza de Borgoña, hija de Roberto el Viejo, I Duque de Borgoña, nieta de Roberto II el Piadoso, rey de Francia, y bisnieta del mencionado rey de Francia, Hugo Capeto, duque de los francos, y el primer rey Capeto, quien, por demás –y como todos bien lo sabemos-, es el tronco generatriz de la casa real más antigua y poderosa de Europa, así como de las ramas reales de los Valois y de los Bourbon. Casa real que ha gobernado además de Francia, a España, Portugal, Luxemburgo, Polonia, Sicilia y Hungría desde aquellas épocas; y casa real que inclusive tiene vínculos con la reina Isabel II de Inglaterra, por línea materna, y con la casa real de Kiev. 
Rey David, genitor de los Ben-Avid.
 El segundo apellido de mi padre (un muy prestigioso abogado católico, catedrático, y quien murió siendo miembro del Congreso de la República de Colombia en 1.974), por sangre, era Benavides, descendiente directo del Infante Fernando Alfonso o Alonso de Benavides, y como lo son también, sépanlo o no, los miembros de muchas familias en Colombia que llevan o cuentan entre sus ancestros con este apellido de incuestionable origen real. O, como incluso, lo tienen en sus ilustrísimos ancestros, muchas nobles familias de España y de Europa, así como aquellas casas nobiliarias que entroncaron con los Benavides, como los condes y duques de Santisteban del Puerto, los marqueses de Navas, los marqueses de Solera y los marqueses de Malagón, o los condes de Cocentaina, los del Risco, los del Castellar, y los de Villalonso; teniéndolo, inclusive, los mismos Duques de Medinaceli, con el matrimonio de la duquesa de Santisteban del Puerto, Joaquina María de Benavides con el heredero de la Casa Ducal de Medinaceli, Don Luis María Fernández de Córdoba y Gonzaga, marqués de Cogolludo (uniendo, a partir de ese momento, las Casas Ducales de Santisteban y Medinaceli). Por consiguiente, mi tercer apellido, a mucho honor, es Benavides, y así hoy en día el 95% de mi sangre y apellidos sean de reconocido origen “español” (vizcaínos, aragoneses, castellanos e, inclusive, mozárabes), me siento profundamente orgulloso de mi sangre hebrea, como descendiente directo de Aarón (por parte de los Santacruz, como descendientes de linaje de los Levi) y del mismo Rey David (por partes de los Benavides, antes de castellanizarse, los Ben-Avid, los hijos y descendientes del Rey David). Y le agradezco a mis ancestros hebreos por estos dos históricos linajes, el haberse convertido a la religión católica, apostólica y romana, así como, a mis asaces remotos ancestros bretones, celtas, godos, sajones y francos, el haberse convertido al Cristianismo.
Armas de los Benavides.