«Beatus qui custodit verba prophetiae libri huius».
Hace unos días he finalizado la lectura de la última obra de D. Antonio Galera Gracia. Un ensayo histórico que a lo largo de sus 29 capítulos nos va narrando, a través de un viaje que realiza su protagonista, el estado en que se encontraban los parajes que hoy conforman el camino de Santiago, en el momento en que fue descubierto el sepulcro del Apóstol ( año 840).
Asur, el protagonista del relato, es designado por el Consejo que gobierna su pueblo para iniciar un viaje que trasciende lo meramente físico. Instruido en el simbolismo cristiano, va describiendo, a petición del Consejo, todo lo que va aconteciendo en su caminar, que no es otra cosa más una crónica de lo que sería la primera peregrinación por un camino, en ciernes, que ha llegado hasta nuestros días en la forma del Camino Jacobeo Francés por la península.
Nuestro protagonista, envuelto en multitud de aventuras, conoce a Pelayo, el ermitaño que descubrió la tumba del Apóstol y que posteriormente se convertiría en el primer celador del “Campus Stellae”. Será Asur, este “primer peregrino”, el que por inspiración del propio Apóstol funde la Orden de Santiago de la Espada.
Asur, el protagonista del relato, es designado por el Consejo que gobierna su pueblo para iniciar un viaje que trasciende lo meramente físico. Instruido en el simbolismo cristiano, va describiendo, a petición del Consejo, todo lo que va aconteciendo en su caminar, que no es otra cosa más una crónica de lo que sería la primera peregrinación por un camino, en ciernes, que ha llegado hasta nuestros días en la forma del Camino Jacobeo Francés por la península.
Nuestro protagonista, envuelto en multitud de aventuras, conoce a Pelayo, el ermitaño que descubrió la tumba del Apóstol y que posteriormente se convertiría en el primer celador del “Campus Stellae”. Será Asur, este “primer peregrino”, el que por inspiración del propio Apóstol funde la Orden de Santiago de la Espada.
Como dice su autor, con esta obra podemos vislumbrar el entorno social de aquellos tiempos y sus relaciones humanas, describiéndose con todo lujo de detalles un camino inexistente entonces, cuya ruta estaba plagada de grandes bosques y de feroces fieras salvajes. Caseríos, aldeas, villas y lugares inexistentes entonces que hoy se han convertido en prósperos pueblos y vistosas ciudades.
Como epílogo introduce la transcripción de cuatro documentos, entre los cuales están los estatutos de la Orden de Santiago de la Espada, que nada tiene que ver con la Orden Militar de Santiago de posterior fundación, y de la bula del papa León XII confirmando la identidad de los cuerpos del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos Atanasio y Teodoro.
Desde este blog, queremos recomendar esta magnífica obra a todos nuestros lectores y amigos. Una obra amena y didáctica, que ha sido capaz de conjugar, historia, tradición y fe.