Por José María de Montells,Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.

Me llega por correo postal el regalo de un amigo. Un inesperado presente. Se trata del registro de mis armas en el Real Colegio Nobiliárquico. Un documento que es toda una obra de arte. Encuadernado en tela, pintadas a mano las armas corporativas y las de su Rector, mi admirado don Andrés Salvador de Habsburgo-Lorena, con quien tanto quiero, sus páginas justifican el uso de mis armas y mi título de Vizconde de Portadei. Como colofón un dibujo soberbio de mi escudo. Obra toda del Rey de Armas don Nuno de Pinto Leite, a quien le dije que me gustaban mucho sus garantías armeras y le ha faltado tiempo para enviar la mía. Pinto Leite es de la raza de los perfeccionistas compulsivos.

Une a una sólida formación universitaria, el desempeño de su dignidad de Juez de Armas del Gran Priorato de Portugal de la Orden de San Lázaro, Rey de Armas del Colegio Imperial de la Nobleza etíope, amen de serlo también en el Real Colegio. Hace un buen equipo con el Archiduque pese a la diferencia de edad. Ambos son hombres bondadosos, fervientes católicos, siempre dispuestos a ayudar al prójimo. Al Príncipe le conozco desde hace muchos años, a Pinto Leite, desde hace poco. Como soy intuitivo no me equivoco en nada, si digo que harán grandes cosas juntos. El Archiduque don Andrés Salvador tiene un algo de Don Quijote, Pinto Leite semeja más un guerrero medieval. A los dos, les unen los ideales. Les tengo en el altar de mis admiraciones permanentes.
El Real Colegio Nobiliarquico, al cual me honro en pertenecer como Consultor, es una corporación académica internacional que desarrolla una labor de divulgación y estudio de la nobleza en todos los países, unificando intereses comunes, mediante el conocimiento y la defensa de los valores inherentes a su estado. El Libro de Registros de Nobleza, recientemente publicado es buena muestra de la seriedad y rigor de la institución. Además la dicha entidad promueve conferencias y cursos y establece protocolos de colaboración con instituciones afines.
Así, con el Muy Noble Cabildo de San Jorge y Santiago Apóstol que defiende en España, valores muy semejantes relativos a Casas Reales no Reinantes y cuyo Libro de Oro de la Nobleza, se encuentra en proceso de publicación. La labor del Real Colegio es, desde luego, ingente, porque existe un desconocimiento colosal de lo que es, en nuestro tiempo, la nobleza de sangre y aún de la de mérito. No digamos de la nueva nobleza que dimana de algunas Casas Reales interesadas en reafirmar su fons honorum. No es tarea fácil. Por lo pronto tienen que batallar con la envidia de algunos que se han encargado de lanzar insidias y absurdas calumnias, que se desmienten por sí solas. Nada importante, aunque molesto.
El regalo de mis armas ha venido a coronar un día gozoso. Fui a la presentación de un libro  de mi amigo Fernando Millán, al Museo Reina Sofía. Un libro soberbio donde el poeta incide en sus tachaduras, en su negación de la poesía tradicional, en la investigación de nuevos caminos expresivos. Un muy bien editado. Un libro, en resumen, de lujo.
El Archiduque don Andrés Salvador de Habsburgo-Lorena junto al autor de este artículo.
En el Reina Sofía me encontré además con la sorpresa de una exposición La escritura desbordada: Poesía experimental española y latinoamericana 1962-1982, donde hay varias cosas mías de mi época más airada. La responsable de la Biblioteca me había pedido permiso para reproducir algunos poemas. Tal como lo dí, olvidé el asunto. Ahora me encuentro con una exposición nada grandilocuente, pero muy precisa de lo que fueron aquellos años de vanguardia, en los que participé apasionadamente como editor y poeta. Cosas de la mocedad.
Así que han sido varios obsequios los que han hecho de un día gris y tormentoso, un luminoso día de mayo. Vamos, que repetiría encantado.