Por el Dr. José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
Conocí al cardenal Aponte en Marzo de 2003, en la ocasión gozosa de una investidura de la Orden de Carlos V en San Juan de Puerto Rico. Fui su padrino en la ceremonia de recibimiento. Me impresionó hondamente su cercanía, su amena e inteligente conversación, su buen humor. Transmitía santidad y en loor de santidad ha fallecido en Río Piedras, en el hospital de Auxilio Mutuo. Fue en la madrugada del pasado día 10 de Abril. El Gobierno portorriqueño ha decretado cinco días de luto y me llegan testimonios desde allá que el sentimiento de pesar es unánime entre sus connacionales. Conservo, entre otros muchos recuerdos, su foto dedicada como oro en paño.
El Cardenal con D. Enrique de Borbón.

Nacido el 4 de agosto de 1922, Aponte fue ordenado sacerdote hace 61 años, obispo hace 51 y ejerció como cardenal casi cuatro décadas.
Desde su nombramiento por el papa Juan XXIII, como Obispo Auxiliar de la Diócesis de Ponce, el 23 de julio de 1960, Aponte se convirtió en el segundo obispo puertorriqueño en casi cinco siglos. Con la decisión de la Santa Sede de elevar el rango de la Diócesis de San Juan a Archidiócesis, quedó establecida en 1976, la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico.
En 1964 fue ascendido a Arzobispo de San Juan hasta el 1999; y Coadjutor de Ponce, con derecho a sucesión, el 16 de abril de 1963. Fue Obispo de Ponce desde el 18 de noviembre de 1963. Asistió al II Concilio Ecuménico Vaticano desde 1963 a 1965 y fue promovido a la Sede Metropolitana de San Juan, el 15 de noviembre de 1964. Aponte fue además presidente de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico.
Armas del Cardenal Aponte.
El 5 de mayo de 1973 el papa Pablo VI le nombró Cardenal otorgándole el título de Santa María della Providenzza en Monteverde. Durante este tiempo fue Presidente del Comite de Asuntos Económicos del Consejo Episcopal Latinoamericano «CELAM». Participó como elector en los dos cónclaves de 1978 que eligieron a los papas Juan Pablo I y Juan Pablo II. En 1984 el Cardenal Aponte planificó la visita del papa Juan Pablo II a la isla de Puerto Rico
Por si fuera poco, la obra de la Iglesia en sus manos consiguió un crecimiento muy respetable, dejando 160 parroquias y nuevos colegios católicos. En su haber están el Instituto Superior de Teología y Pastoral, las radioemisoras católicas WKVM-AM y WORO-FM, la estación de televisión del Canal 13, el Archivo Histórico Diocesano, el contrato para proveer de un local al Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, la Superintendencias de las Escuelas Católicas, fundación del Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Divina Providencia, los libros de textos de la Catequesis, el Albergue del Santo Cristo de la Salud para enfermos del Sida, Unidos Contra el Hambre, y otras obras específicas de desarrollo humano.
El Cardenal jurando fidelidad al recuerdo histórico de Carlos V.
En aquella estancia en Puerto Rico a la que me referí al principio, tuvimos algunas conversaciones esclarecedoras que movieron mi ánimo del respeto a la admiración más rendida. El cardenal Aponte era un hombre sensible, generoso, feliz en el ejercicio de su ministerio, interesado en solucionar los problemas sociales de su país, preocupado por hacer llegar a todos el mensaje salvífico de Cristo. Un elegido, sin duda.
En una cena privada, distendida y cordial, que tuvo lugar al día siguiente de la investidura tuve el placer de escuchar sus opiniones sobre distintos temas y su amor por la lengua española que en Puerto Rico, pese las presiones del inglés, se mantiene magníficamente viva. Como le sabía lazarista (nada menos que Consejero Espiritual del Gran Priorato de América y Gran Cruz Eclesiástica) y en el ágape coincidíamos varios caballeros de la Cruz Verde, le pregunté con mi acostumbrada osadía, por la actitud del Vaticano respecto de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén.
El Cardenal en su casa del viejo San Juan.
El Cardenal esbozó una amplia sonrisa y nos contestó (a don Enrique de Borbón, don Guillermo Torres-Muñoz, don Manuel Tourón y a mí mismo) que la opinión del Papa (Juan Pablo II) sobre el Hospital no podía ser mejor, que valoraba los esfuerzos caritativos y asistenciales de la Orden y que agradecía enormemente la ayuda prestada a Polonia en los momentos de la caída del régimen comunista por el lazarismo. Que consideraba, además, que el ecumenismo practicado por la Orden era grato a los designios de Dios y a la Iglesia de Cristo. No añadió nada más y nosotros nos dimos por satisfechos. Que un Príncipe de la Iglesia, lazarista él mismo, confirmase la simpatía del Papa por la Orden, corroboró nuestra voluntad de servir al prójimo y al necesitado desde los presupuestos de la caballería jerosolimitana del amigo de Jesús. Cuando recibí la noticia de la muerte del Cardenal Aponte, recordé su bondadosa sonrisa y supe al momento que ya estará gozando de la sonrisa de Dios.
Et cum Lazaro, quondam paupere, aeternam habeat réquiem.