Por el Dr. José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
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Armas del Dr. De Montells como Caballero de esta Casa Troncal. |
Cuando uno se enfrenta a la historia de la Orden de San Lázaro, prácticamente todos los autores pasan de puntillas por el período de 1967 a 1970, que coincide con el Gran Maestrazgo del duque de Nemours. Es, desde luego, un paréntesis entre los dos maestrazgos de don Francisco de Borbón, pero fue un tiempo de extraordinaria importancia para la Religión de la Cruz Verde, ya que es el momento del nacimiento de la llamada Obediencia de París.
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Nemours como Gran Maestre. |
A la muerte en 1952, de Teniente General don Francisco de Borbón y de la Torre, IV duque de Sevilla, le sucedió como Lugarteniente General de la Orden, su hijo, el Coadjutor, don Francisco de Borbón y Borbón que, al cabo de seis años, fue elegido XLV Gran Maestre del Hospital y la Milicia lazarista. Siendo profesionalmente, teniente coronel de caballería en el ejército español, no podía dedicarse completamente a los asuntos de la Orden, motivo por el cual, designó en 1956, Administrador General a Pierre Timoléon de Cossé-Brissac, XII duque de Brissac, Gran Prior de Francia.
Pronto, el desencuentro entre ambos, llevó a Brissac a acusar a don Francisco de abandonar a su suerte a la Orden y en un Capítulo General, convocado al efecto, deponer al príncipe español y elegir a a SAR don Carlos Felipe de Orleans, Duque de Nemours, Duque de Vendome y Duque de Aleçon, primer Príncipe de la Sangre (para los orleanistas) como Gran Maestre. En ese preciso instante, la Religión contaba con dos Grandes Maestres, el Duque de Nemours en París y el propio Don Francisco en Madrid, al que Nemours, conciliador, nombró Gran Maestre Emérito de la Orden y Gran Prior autónomo (no sujeto a la autoridad del XLVI Gran Maestre) de la jurisdicción española. Al tiempo, el Consejo Supremo restableció la sede del Gran Maestrazgo en Boigny, regresando al origen histórico del Hospital.
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Una imagen de S.A.R. Carlos Felipe de Orleans en su juventud. |
Vaya por delante que pocos son los Orleans que me caen bien. Les conservo cierta inquina histórica desde el asesinato de Luis XVI por las turbas revolucionarias y la inestimable contribución a ello, de su primo Luis Felipe Igualdad, sin embargo al señor duque de Nemours le tengo simpatía. Veamos.
El Príncipe Carlos Felipe de Orleans vino al mundo, el 4 de abril de 1905 en casa de sus padres, el príncipe Manuel de Orleans, duque de Vendome y la princesa Enriqueta de Bélgica, en Neuilly-sur-Seine. Tenía tres hermanas mayores, las princesas María Luisa, Sofía, y Genoveva de Orleans. El bautismo del joven príncipe se celebró 19 de febrero de 1906. El jefe de su familia, el duque de Orleans fue nombrado padrino del pequeño, pero la prohibición de que pisase suelo francés, obligó a ser representado por su abuelo, el duque de Alençon; la madrina fue la condesa de Flandes, abuela materna del bautizado. Recibió la primera comunión de manos del Papa Pío X en la capilla privada del Santo Padre.
Educado en Francia e Inglaterra, el duque de Nemours era un apasionado anglófilo. Un joven amante de la libertad, del constitucionalismo británico, del progreso de los EEUU, que bebía en exceso. En uno de sus viajes a Nueva York en 1926, conoció a Margaret Watson, una estadounidense, 6 años mayor que él. Ella, hija de una pareja de deportistas, se había convertido en una chica notoria en la buena sociedad neoyorkina, por haber sido la novia en algún momento de Angier Biddle Duke y Reginald Vanderbilt. Era una joven divertida, alegre y bellísima, que enamoró a Nemours instantáneamente. Se dijo que vivían en pecado y la familia Orleans se pronunció contra ella, por atribuirle la afición a la bebida de ambos. La veían como una caza fortunas sin escrúpulos, una alcohólica inmoral y disoluta, lo que no se correspondía con la realidad. Era frívola y superficial, pero quiso sinceramente al príncipe y actuó con la dignidad que se supone a una princesa.
Quizás en un intento de silenciar cualquier oposición, la pareja se casó en una ceremonia civil, en París, seguida más tarde por una ceremonia religiosa, sin el consentimiento de sus padres (quienes intentaron en vano, que el Vaticano condenase el enlace) en la iglesia de St Pierre de Neuilly, el 25 de septiembre de 1928. El príncipe, quizá para sentar la cabeza, inició un negocio de cría de ganado en Rabat, que terminó en un estrepitoso fracaso, arrastrando con él, parte de la fortuna de su madre. La duquesa de Vendôme se vio obligada a vender el castillo de San Miguel de Cannes para pagar las deudas de su único hijo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el duque de Nemours quiso enrolarse en el ejército francés, pero el gobierno de la Francia Libre no se lo permitió. Fue encarcelado por la Gestapo por actividades anti-alemanas, puesto en libertad y detenido de nuevo.
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Capítulo General que eligió Gran Maestre al Duque de Nemours. |
Después de la guerra, los duques de Nemours vivieron en su apartamento de los Campos Elíseos en la Rue Chateaubriand, en Biarritz y en Villa Magdalena, en Tánger. Un intercambio de tarjetas de felicitación una vez al año fue el único vínculo con la familia del conde de París.
En 1967, el duque aceptó la elección como Gran Maestre y podemos suponer que ella no estuvo lejos de su decisión. La duquesa tuvo un papel protagonista en el abandono de la bebida por su marido. Y su influencia se hizo manifiesta cuando Nemours eligió al coronel Gayre de Gayre y Nigg, Comisionado General para los países de habla inglesa. El matrimonio hablaba entre ellos en inglés y es natural que Gayre y Nemours se hiciesen amigos. Para colmo, el príncipe designó al coronel británico para reemplazar al marqués de Cárdenas de Montehermoso que había fallecido, como Gran Refrendario, lo que provocó la indignación del duque de Brissac. Entregar la orden a Gayre fue totalmente inaceptable para París.
El duque de Brissac una vez más, en franca rebeldía, convocó un nuevo Capítulo General y depuso al duque de Nemours. Los convocados designaron al duque de Brissac, cabeza suprema de la Orden sin nombrarlo Gran Maestre. Este es el origen de la dolorosa división del Hospital, a la que el XIII duque de Brissac y el V duque de Sevilla, han puesto fin, reunificando definitivamente ambas obediencias en una reconciliación modélica.
El duque de Nemours cambió la sede de la orden de Boigny a la a la Isla de Malta, donde Gayre tenía un gran ascendiente entre las autoridades locales y juntos designaron al sobrino del Gran Maestre, el príncipe Miguel de Francia, Coadjutor con derecho a la sucesión al Gran Maestrazgo. El duque de Nemours
murió repentinamente en París en 1970 y otra vez, el Hospital de San Lázaro se encontró sin un Gran Maestre. El Príncipe Miguel de Francia asumió temporalmente sus funciones hasta que fuese elegido otro, para suceder a Nemours.
El príncipe Carlos Felipe murió en el Hospital Americano de Neuilly-sur-Seine, el 10 de marzo de 1970, a la edad de 65 años. A su funeral en Neuilly, asistieron el Rey Humberto de Italia, el príncipe Miguel de Francia, la princesa Isabel de Francia, la princesa Murat, la princesa Napoleón y la condesa de Witt. La princesa Margarita falleció en Bayona, el 27 de diciembre de 1993. Los duques de Nemours se encuentran enterrados en la tumba de los condes de Eu, tras el regreso de sus restos a Brasil, en Dreux. Al no tener descendencia, el título de duque de Nemours volvió al jefe de la Casa de Orleans. El príncipe había ingresado como Gran Cruz de Justicia en el Hospital de San Lázaro, en Madrid, en 1941, siendo también Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción de la Soberana Orden de Malta, Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro y Gran Cruz de Justicia de la Sacra y Militar Constantiniana de San Jorge de las Dos Sicilias.
Para mí, Nemours fue un bon vivant que se convirtió en el transcurso de la vida, en un caballero sin tacha y en lo que parece más importante, en un hombre bueno.