Por D.Francisco Javier Membrillo Becerra (1).
 Coronel (Reserva), del Ejército español.
Han tenido que pasar más de dos siglos para que salga a la luz pública española, con cierta asiduidad, los hechos que ocurrieron en Cartagena de Indias entre 1739-1741 cuando españoles y cartageneros se enfrentaron bravíamente a británicos y colonos norteamericanos que intentaron conquistar para Inglaterra la bella ciudad colombiana.
Blas de Lezo
Quizás el más importante héroe de la gesta fue el tuerto, manco y cojo marino español Blas de Lezo y Olavarrieta, que había llegado a la ciudad caribeña en 1737 con el nombramiento de Comandante Militar de Marina y del cual dependían los navíos asignados permanentemente a aquel puerto, el Arsenal y los Astilleros, y en donde murió, víctima probablemente del dengue o la malaria, en 1741, cuatro meses después de que la flota invasora, derrotada, abandonara aquellas aguas.
Que Lezo era un magnífico y valeroso marino ya había sido acreditado cuando llegó a Cartagena y era un hecho ampliamente conocido. Su actuación en los combates previos en que había tomado parte, las numerosas condecoraciones a que se había hecho acreedor, y las importantes mutilaciones y cicatrices en su cuerpo así lo atestiguaban. Por ello, no es de extrañar que durante los combates de la batalla se situara en los lugares de mayor riesgo y fatiga, bien en su navío insignia hasta que el buque fue capturado por los ingleses o en las fortalezas terrestres donde se desarrollan los combates más álgidos, y que fuese herido en los enfrentamientos. Pero es en la ciudad de Nueva Granada donde salen a la luz otras virtudes militares que ostentaba y que tuvieron un peso decisivo en el resultado final de la batalla.
Era un buen estratega y táctico ya que, desde que las expediciones británicas parten desde Europa, intuye que el objetivo principal sería Cartagena de Indias y acierta plenamente acerca de cómo realizarían la maniobra para atacar a la ciudad.
Cartagena de Indias y su entorno.
Era un experimentado e innovador artillero y dominaba la maniobra de las trayectorias y de los materiales. Estas cualidades las saco relucir, en principio, en el primer ataque ingles contra Cartagena en Marzo de 1739 cuando ordena desmontar una pieza de hierro de casi 4000 kilos de “a 18” y trasladarla a brazo hacia la playa, con lo que consigue sorprender y ahuyentar a las bombardas inglesas que cañoneaban con impunidad al núcleo urbano de la ciudad. Con posterioridad, desde uno de sus navíos, coopera y coordina los fuegos que se desencadenan en la bocana de entrada a la bahía de Cartagena por Bocachica empleando para ello con eficacia una gran de variedad de proyectiles explosivos, macizos y engarzados que, junto artilugios fumígenos, consiguen retrasar el acceso por el estrecho de la apabullante flota enemiga durante un plazo de tiempo que, con posterioridad, necesitarían para completar la acción. Y por último, cuando los ingleses se aproximan por la noche para el asalto al castillo de San Felipe de Barajas a través de la empinada calzada del cerro de San Lázaro, consigue desbaratar su formación y consistencia empleando para ello los fuegos que se les dirigía desde San Felipe y la Batería de los Doce Apóstoles, en Getsemaní, que habían sido ensayados y preparados desde días anteriores por el marino para ser desencadenarlos incluso en condiciones de visibilidad reducidas, como era la noche.
Tenía conocimientos de ingeniería que los empleó para instalar , mantener , y emplear adecuadamente, una cadena doble que , instalada de lado a lado del canal de Bocachica, cerraba el paso a los buques que pretendiesen cruzarlo sin autorización, llevó a cabo la tarea de formar un obstáculo naval que cerrase el acceso a los navíos ingleses a la bahía , aunque la operación no fue exitosa debido a la rápida reacción de los británicos y al abandono precipitado de uno de buques españoles, y se mostró contrario a la elección por parte del virrey del lugar elegido para el hundimiento de los buques entre las fortalezas de la Cruz Grande y el Manzanillo debido a los condicionamientos técnico del fondo marino.
Ideó un artilugio que, emplazado entre el tubo y la cureña de las piezas de artillería, permitía alargar el alcance de éstas y batir, desde un mismo emplazamiento, diferentes zonas donde se ubicasen los objetivos, y que empleó con éxito frente a los navíos ingleses y en la defensa artillera de San Felipe de Barajas.
Ataque de Vernon a Cartagena de Indias.
(Museo Nacional Germánico).
Reconocía periódicamente las costas cartageneras, la intensidad y orientación de las corrientes náuticas y vientos, así como el estado de los bajos marítimos y sus profundidades, lo que llevó a predecir, con acierto, el lugar por donde los navíos iniciarían su ataque a Cartagena de Indias.
Tenía el hábito de los logistas, los cuales asumen la máxima de “primero los demás, después de nosotros” como una forma intrínseca de su actuación y comportamiento.
En virtud de ello, no duda en desprenderse de víveres, cañones y hombres para reforzar a las fortalezas e infantes, sobre todo en las posiciones de costeras de Bocachica y en las fortalezas de San Luis y San Felipe de Barajas, cuando se encuentran necesitadas de dichos recursos.
El espíritu jinete de la Caballería lo saca a relucir cuando emplea la maniobra como una forma habitual de empleo de las tropas, y la capacidad de sacrifico de dicha Arma combatiente en beneficio de las demás cuando hunde sus propios barcos para favorecer el repliegue de la infantería.
No duda en combatir pie a tierra, como un buen infante, cuando envía a sus marinos a cubrir y reforzar las posiciones terrestres costeras en Bocachica, y cuando, poniéndose al frente de ellos, se atrinchera en el castillo de San Felipe de Barajas para resistir y parar el avance británico.
Ejercía una lealtad bien entendida y a todos los niveles, no solo con su cadena de Mando, sino con la Misión, con el soberano que lo había nombrado para defender la ciudad, con su superior en la zona el virrey Sebastián de Eslava aunque sus órdenes no fuesen en ocasiones las que él consideraba mas oportunas, con los de su mismo rango como el gobernador de Cartagena, y con sus subordinados. Esta concepción de lealtad plena le llevó a enfrentarse directamente en alguna ocasión con el virrey cuando entendía que las decisiones que tomaba no eran las mas adecuadas para el interés general de la misión, lo que le condujo a recibir alguna corrección por parte del mismo en pleno combate y de la corte española con posterioridad.
En los ámbitos castrenses es empleada una formula, no reglamentaria pero muy clara, para calificar la competencia de un Jefe que un subordinado hace de él: consiste en demostrarle la empatía para acompañarle y empeñarse con el mismo en una guerra.
En virtud de ello, si yo tuviese que oportunidad de estar cara a cara con Blas de Lezo, le diría:
“Almirante, yo con usted iría a la guerra”.
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(1)Autor del libro “La batalla de Cartagena de Indias” (www.labatalladecartagenadeindias.com )