Por D.Francisco Caviedes Butler.
Es ya muy conocido que numerosos Reyes, Jefes de Estado, Jefes de Casa Real y otros personajes significativos, se han sentido atraídos por la Orden de San Lázaro de Jerusalén, pero lo que probablemente muy pocos sepan en España, es que el rey de los maoríes, Tuhetia Paki, caballero de la británica y Venerable Orden de San Juan, es comendador del Hospital lazarista.
Nueva Zelanda, uno de los extremos geográficos de la gran extensión polinesia, estaba habitada antes de la llegada de los europeos por pueblos maoríes que, según la tradición, se establecieron allí en sucesivas migraciones iniciadas hacia el siglo X y concluidas en el siglo XIV procedentes de la Polinesia oriental (islas Cook o incluso Hawai).
Emblema del movimiento monárquico maorí.
Probablemente los maoríes llegaron entre los años 800 y 1300. Estos pueblos tuvieron que adaptar su economía y su organización social a las nuevas condiciones ambientales y, aislados del resto del mundo, crearon una cultura propia que se expresó fundamentalmente en el relieve, tallado a mano, donde el arte maorí hace gala de toda su habilidad técnica.
Así, la figura humana, bien sola o en grupo, se destaca sobre un fondo de motivos geométricos calados, el rostro se caracterizaba por una gran boca, de la que suele salir una lengua triangular, con el labio superior muy arqueado, en forma de ocho.
La decoración de motivos curvos y en espiral, junto con la figura humana, aparece en las partes talladas de las piraguas y en los tatuajes faciales o mokos. Entre los mejores ejemplos del arte maorí se debe recordar los ornamentos pectorales de jade, labrados en forma del mítico hei-tiki, ser humano de cuerpo deforme, las mazas de guerra, hechas de madera o de hueso, y los grandes estuches de madera. En todos estos objetos la trama del dibujo se extiende en volutas y meandros de exquisitas elegancia y sensibilidad decorativa.
Los temas preferidos son, como ya se ha dicho, la figura humana estilizada y los motivos geométricos y es rara la representación de animales. Casi toda la escultura tiene valor funcional y decorativo, salvo algunas imágenes designificado religioso, como la de Marakihau, el mítico ser marino de rostro humano y lengua bífida que se representa esquemáticamente, con las manos abiertas sobre el vientre, labrado en relieve sobre una placa rectangular, a veces calada. El rasgo más característico es la tupida decoración incisa.
El Rey Tuheitia, con las insignias lazaristas.
Hay estatuillas masculinas, con rostros y cuerpo cubierto de dibujos a modo de tatuajes y la cabeza adornada con cabello natural, semejantes en muchos aspectos a las halladas en Tonga, Cook y Hawai. Quizás sean las únicas imágenes objeto de culto. El tatuaje corporal alcanzó entre los maoríes un desarrollo artístico como en ninguna otra cultura.
En el comienzo del siglo XVIII, los maoríes, el único pueblo intocado del mundo, en palabras del historiador Michael King, tuvieron los primeros encuentros con los marineros de los balleneros que recalaban en sus costas; algunos además eran tripulantes de los navíos extranjeros. La continua corriente de presos que escapaban en navíos y otros desertores desde Australia, expone a la población indígena de Nueva Zelanda a una oleada de influencias externas.
En 1830 se estimaba que el número de europeos viviendo entre los maoríes era de cerca de 2.000. El estatus de los recién llegados variaba de esclavo a consejero de alto nivel; de prisionero a otros que abandonaban la cultura europea y se identificaban como maoríes. Cuando Pomare comandó un destacamento de guerra contra Titore en 1838, tenía 132 mercenarios entre sus guerreros. Frederick Edward Maning, uno de los primeros colonos, escribió dos libros que se convertirán en clásicos de la literatura neozelandesa: Old New Zealand y la History of the War in the North of New Zealand against the Chief Heke.
Tuhetia Paki en el trono de los maoríes.
Durante este período, la adquisición de mosquetes por las tribus en contacto con los europeos desestabilizaron el equilibrio de poder antes existente entre los  maoríes, iniciando un período de guerrilla sangrienta inter-tribal, conocida como «Guerra de los Mosquetes», que terminó en el exterminio efectivo de varias tribus y la migración de varias otras fuera de sus territorios tradicionales.
Las fuerzas europeas (ejército, colonos, marineros, fugitivos…) también exterminaron un gran número de maoríes durante este período (el número exacto es desconocido, pero las estimaciones varían entre 10% y 50% de la población) además de la captura de esclavos y mujeres por parte de los blancos. Tal estado de cosas motivó la intervención de la Corona británica a favor de los maoríes. A raíz de ello, Nueva Zelanda se convirtió en colonia británica mediante la firma del Tratado de Waitangi en 1840.
La organización social maorí era aristocrática. La población se dividía en grandes tribus independientes entre sí, cuyos antepasados respectivos eran los míticos navegantes de la gran migración oceánica. Cada tribu -que llevaba el nombre de una de las canoas de la flota: arawa, aotea, matatua, tainui, etc- se dividía en tribus secundarias, a su vez repartidas en familias, hapu. Después de una primera etapa como cazadores de moas, hasta que acabaron con los recursos y la población de las islas se hizo demasiado grande para una sociedad cazadora recolectora, evolucionaron a formar una sociedad agrícola con distintos poblados fortificados independientes entre sí.
El descendiente de una larga lista de nobles antepasados era el jefe de la tribu, el ariki rangi, es decir el representante del cielo (rangi). Su importancia y prestigio (mana) dependían de la antigüedad de su árbol genealógico. Así que no es de extrañar que a mediados del siglo XIX, las tribus maoríes de Nueva Zelanda desarrollasen un movimiento monárquico, para oponerse a la venta de sus tierras por el gobierno colonial.
Los indígenas pensaban que un monarca podía adoptar un papel similar al de la reina Victoria en Inglaterra y hacer frente a los ingleses en igualdad de condiciones. El establecimiento de la monarquía también fue pensado para lograr la unidad entre los maoríes de todas las regiones de las islas y así debilitar a los británicos y recuperar el orden y las tradiciones del pueblo indígenas que ya por aquel entonces comenzaban a peligrar. Se intentó sin éxito persuadir a los nueve jefes de las distintas tribus a postularse para el puesto. El jefe Pōtatau Te Wherowhero también expresó su rechazo, pero fue persuadido para aceptar el manto y el bastón real por deseo de su propia tribu Ngati Mahuta. Te Wherowhero fue elegido formalmente como rey en una reunión de jefes de las tribus maoríes en Pūkawa, junto al Lago Taupo, en abril de 1857 y fue coronado en Ngaruawahia en 1858. Su nombre aúlico fue el de Pōtatau te Wherowhero o simplemente Pōtatau.
En realidad, la monarquía maorí es electiva. El soberano es nombrado por los jefes tribales que participan en la Kingitanga o asamblea en el día del funeral del anterior monarca y antes del entierro. Hasta la fecha, sin embargo, todos los monarcas maoríes han sido descendientes directos de Pōtatau Te Wherowhero, y cada uno ha sido sucedido por un hijo o hija. Con cada monarca sucesivo, el papel de la familia Pōtatau se ha arraigado, de tal manera que se puede concluir que es una monarquía electiva en la descendencia del primer rey maorí.
El movimiento monárquico maorí tuvo gran influencia sobre una cuarta parte del territorio de Nueva Zelanda, la Isla Norte, en particular y las tierras de los Tuwharetoa Ngati , Taranaki , Whanganui y Tainuiiwi, que formaban en las filas de descontentos.
Pōtatau que en este tiempo, vivió en Mangere, cerca de Auckland, quería seguir trabajando en cooperación con el Gobierno británico, pero muchos de sus seguidores adoptaron una posición opuesta. La cuestión llegó a un punto crítico cuando los maoríes atacaron a una patrulla militar. Advertidos por el gobernador de que la creación de un sistema alternativo de gobierno sería visto como una rebelión, los monárquicos se armaron en previsión de una guerra que no tardaría en estallar. La tensión culminó en la guerra en la región de Waikato, en 1863-64, momento en el cual Pōtatau ya había muerto (en 1860) y había sido sucedido por su hijo, Matutaera Tāwhiao o Tāwhiao.
El Rey y el Gobernador General con el manto lazarista.
A la luz de la firma del Tratado de Waitangi, Tāwhiao viajó a Inglaterra para pedir la reina Victoria, la independencia de su pueblo y una investigación independiente sobre las confiscaciones de tierras. Sin embargo, su petición se ignoró y se le remitió al gobierno neozelandés, so pretexto de que el gobierno
imperial no tenía responsabilidad en estos asuntos.
Comienza entonces un largo período de decadencia, en el que la monarquía indígena ocupa un lugar meramente simbólico y coexiste con la monarquía británica, titular de la Corona neozelandesa. Enormemente respetada por la población, tanto de origen europeo como maorí, la monarquía de Potatau encarna hoy los valores de la cultura e historia autóctona, asumiendo un papel representativo del pueblo indígena.
Tuheitia Paki, (nacido el 21 de abril de 1955) es el actual rey maorí. Es el hijo primogénito del anterior monarca, la reina Dame Te Atairangikaahu, y fue coronado en el mismo día del funeral de su madre, que tuvo lugar el 21 de agosto de 2006.
Fue educado en la Rakaumanga School, en Huntly (Nueva Zelanda), en la Southwell School, en Hamilton (Nueva Zelanda, y en el St Stephen’s College, en Bombay Hills (Nueva Zelanda). Está casado con Te Atawhai y tiene tres hijos: Whatumoana, Korotangi y Ngawai. Antes de convertirse en rey, fue el Tainui (asesor cultural) de Te Wananga o Aotearoa en Huntly.
En 2008, durante la ceremonia de coronación del Rey George Tupou V, fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden de la Corona de Tonga. El 27 de noviembre de 2007, fue nombrado oficial de la Orden del Hospital de San Juan, de la que pasó a ser caballero en 2010. También en 2010, ingresó como comendador en la Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, por influencia, seguramente, del Gobernador General, el Teniente General Sir Jerry Mateparae, maorí él mismo y Gran Prior adjunto de Nueva Zelanda de la caballería lazarista. El Rey maorí se une así a la larga lista de grandes personalidades de los cinco continentes que forman parte del Hospital de los Pobres Leprosos, todavía vivo el recuerdo, en aquellas latitudes tan lejanas, del Beato Damián de Molokai, Apóstol de la Lepra.