Por José María de Montells y Galán, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
Desde que le ví por vez primera en una nómina de la Orden de San Lázaro, como caballero Gran Cruz de Justicia del Gran Priorato de España, confieso que tuve gran curiosidad por saber quién era don Mauricio van Vollenhoven, Señor de Cleverskeke, que figuraba desde antiguo, como Ministro Extraordinario de los Países Bajos en Madrid, sin ninguna otra referencia. Al cabo del tiempo (no sé precisar cuanto, quizá cuando escribiese la Historia Apasionada) descubrí su parentesco con los Borbones de España, al haber casado en Madrid, el 14 de abril de 1921, con Doña María Cristina de Borbón y de Madan, dama de la Orden de Damas Nobles de María Luisa, hija de don Pedro de Alcántara de Borbón, duque de Dúrcal y de doña María de la Caridad de Madan y Uriondo.
Mauricio van Vollenhoven.
Luego, postergué el asunto, por otros probablemente más urgentes, hasta que una foto de su mujer me devolviera la curiosidad por su figura. Coincidió aquello con una visita al Senado belga, como miembro de una delegación de la Asamblea de Madrid. Cual no sería mi sorpresa al encontrar allí un busto del diplomático holandés junto al del español marqués de Villalobar. Pregunté a algunos amigos, que no supieron darme noticia. Desde aquella llevo recopilando información del Señor de Cleverskeke y ha llegado la hora, creo yo, de dar a conocer una extraordinaria y rica personalidad injustamente olvidada.
Dña.María Cristina de Borbón y de Madan.
Raedinck William Maurice van Vollenhoven, nació el 25 de noviembre de 1882, en Haarlem (Holanda) en el seno de una familia patricia, cuyas armas, un escudo partido: 1º en campo de oro, un árbol, de sinople (verde), moviente del flanco siniestro, acompañado de un ciervo, empinado, de gules (rojo).; 2º En campo de azur (azul) una estrella de seis puntas de oro, delatan el origen noble. Huérfano de padre, fue criado por su madre y tuvo una infancia muy vinculada al catolicismo romano y la nobleza negra italiana. En Holanda, los van Vollenhoven pertenecían al círculo íntimo de Monseñor Shaepman, poeta y diputado, que tuvo una enorme importancia para la emancipación de la población católica, relegada desde la Reforma. Estudió derecho quizá por influencia de Shaepman y luego, en 1901, ingresó en la carrera diplomática, siendo destinado a Roma, para más tarde, pasar a la embajada holandesa en Berlín y posteriormente en San Petersburgo. En 1908, fue ascendido a Secretario de Legación y en 1910, se convirtió en Secretario de Legación de primera clase. De 1911 a 1914 fue Encargado de Negocios ad interim, en España y Portugal.
Al estallido de la Primera Guerra Mundial, van Vollenhoven es destinado a Bélgica. Pronto se revelará como un hábil organizador de la ayuda internacional para la población. Junto con el Embajador español, el marqués de Villalobar (1)  y el norteamericano Brand Whitlock, forma un triunvirato que pondrá en marcha el Comité Nacional de Socorro y Alimentación, presidido por Herbert Hoover (más tarde Presidente de los EEUU) un instrumento del que se dotan las naciones amigas (con la complacencia de las autoridades alemanas de ocupación que veían con buenos ojos la solución a sus problemas de desabastecimiento de Bélgica), para hacer más efectiva la asistencia material y alimentaria de los países neutrales como España, Estados Unidos y los Países Bajos. No se olvide que en el mismísimo Palacio Real de Madrid e impulsada por el propio Alfonso XIII, funcionó una modélica oficina de ayuda humanitaria y localización de prisioneros de guerra que contribuyó a la salvación de miles de vidas(2) .
Van Vollenhoven en Bruselas.
 Una de las actuaciones más conmovedoras, junto al marqués de Villalobar, se refiere a sus denodados esfuerzos, en el transcurso de la madrugada del 12 al 13 de agosto de 1915, para posponer la ejecución de Edith Cavell, una enfermera británica condenada a muerte en juicio sumarísimo por un tribunal militar alemán, por haber refugiado en su hospital de Bruselas, unos doscientos soldados entre belgas, franceses e ingleses y haberles ayudado a evadirse y reintegrarse a sus puestos de combate. Fracasaron en el empeño y Cavell fue ejecutada, pero sus gestiones con el Alto Mando germano, tuvieron una gran repercusión que favoreció la forja de una leyenda sobre ambos diplomáticos.
Van Vollenhoven fue nombrado Ministro Protector por sus actuaciones en pro de la infancia y para evitar el hambre. Debe tenerse en cuenta que siendo Bélgica un país que no producía más que una pequeña parte de los alimentos que consumía, en tiempos de paz importaba el resto de sus necesidades. Sin embargo, los alemanes pretendían alimentar con los recursos del país tanto a las tropas como a la administración civil de ocupación, pese a que los ingleses habían establecido un bloqueo comercial que impedía a Alemania y a los territorios ocupados por ella realizar intercambios comerciales con el extranjero. Tanto el ministro holandés como el español realizaron una labor ingente, que contó con la ayuda de Emile Francqui, destacadísimo financiero belga que organizó la distribución de los alimentos y parte de su financiación; y de otros importantes hombres de negocios, como los barones Ernest Solvay, Janssen y Lambert; que negociaban el día a día con los alemanes para conseguir acuerdos y vigilar que éstos se respetasen.
Van Vollenhoven por A. Stevens.
Otra destacada intervención del Ministro Protector Van Vollenhoven, fue con relación a la salida de Alemania, del Kaiser Guillermo II, el 9 de Noviembre de 1918, cuando el Cuartel General alemán le informó del deseo del Emperador de exiliarse en Holanda. Van Vollenhoven envió dos empleados de la embajada a La Haya para obtener de su reina la aquiescencia a las aspiraciones de Guillermo II y se aseguró por todos los medios de que el Kaiser recibiese toda la seguridad posible a la hora de cruzar la frontera.
Tras la conclusión del Tratado de Versalles en 1919, el artículo 227 del mismo, estipulaba la persecución legal contra Guillermo II «por haber cometido delitos contra de la moralidad internacional y la integridad de los tratados», pero la Reina Guillermina rehusó extraditarlo, a pesar de las apelaciones en su contra, por parte de los Aliados. El Emperador vivió primero en Amerongen, y luego en un pequeño castillo en la municipalidad de Doorn, haciéndolo su hogar, hasta su fallecimiento acaecido el 4 de junio de 1941. Enterrado en un mausoleo en Doorn, el lugar se ha convertido en un santuario donde peregrinan anualmente los monárquicos alemanes. Allí continúan sus restos, respetando sus deseos de no ser enterrado en Alemania, hasta que se restaure la monarquía.
Finalizada la Gran Guerra, van Vollenhoven recoge una apabullante lista de reconocimientos, así, entre otros muchos fue Presidente de Honor de la Real Comisión Holandesa para la regulación del Abastecimiento de Bélgica, Patrono del Comité Central de los Países Bajos para el cuidado de los niños franceses en los territorios ocupados, Presidente de Honor del Comité de Beneficencia, Ciudadano de Honor de Bruselas, Amberes, Lieja y Gante, Medalla de Honor de Bruselas y Lieja, Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras por la Universidad de Lovaina, Académico de la Diplomática de París y de la de Historia de Madrid y miembro de la Sociedad de Ciencias de Zeeland. También fue acuñada una medalla con su efigie.
Reanudada su carrera diplomática, fue enviado a Madrid como Ministro Plenipotenciario, lo que marcaría definitivamente su vida, ya que enseguida se implicó en los asuntos de España. Un católico holandés como él, quedó subyugado por las costumbres y la hidalguía de los españoles. Cierto que en ello influyó su cercanía a Villalobar y sus relaciones indirectas con Alfonso XIII en Bruselas, pero son la calles de Madrid, su alegría, su religiosidad y la dignidad de las clases populares lo que le impresiona. Al poco de su matrimonio con Cristina de Borbón, contacta con lo mejor de la derecha y frecuenta a aristócratas, políticos e ideólogos, lo que le sirve para mantener informada a la corte holandesa con suma precisión sobre la situación de España. Ya antes del estallido de la guerra civil, colabora con Acción Española, la revista católica y monárquica, vinculada a Ramiro de Maeztu, que sería el refugio de pensadores e intelectuales contrarios a la deriva marxista de la República.
La noticia de la boda de Van Vollenhoven en la prensa holandesa.
Después de la guerra civil española (de la que fue testigo excepcional(3)), no es extraño pensar que para un holandés católico y conservador, emparentado con los Borbones, la Orden de San Lázaro apareciera en el horizonte como una posibilidad religiosa y caritativa de primera magnitud. Si a esto le añadimos la relación con el duque de Sevilla, primo de su suegro, tendremos las claves de su ingreso en el Hospital de la Cruz Verde, al que se mantuvo siempre leal y adicto, aún en los peores momentos de los ataques inmisericordes de la revista Hidalguía.
Nombrado embajador durante la Segunda Guerra Mundial, su defensa de la España nacional, le valió el ostracismo y el olvido, retirándose de la vida pública hasta su muerte, ocurrida a los 93 años de edad en Madrid en 1976. Está enterrado en la Sacramental de San Isidro de la capital de España. Sus numerosas condecoraciones atestiguan una vida entregada a los demás, así fue caballero de la Corona de Prusia, Comendador de las imperiales rusas de San Estanislao y Santa Ana, Gran Oficial de la de Cristo, de la Legión de Honor de Francia y de la de la Corona de Roble de Luxemburgo, Gran Oficial de la Orden de San Gregorio Magno. Gran Cruz de la Corona de Bélgica, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, de la de Carlos III, de la del Mérito Militar y de la Cruz Roja española, Gran Cruz de Justicia de la Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén. También estaba en posesión de la cruz civil belga del valor y el sacrificio 1914-1918. Notable escritor, se le deben una quincena de títulos de estimable valor.
Busto de Maurits Van Vollenhoven en el  Senado Belga.
(1)Don Rodrigo de Saavedra y Vinent, II marqués de Villalobar (1864-1926), eminente diplomático español cuya actuación durante la Primera Guerra Mundial en la capital belga, aún se recuerda y agradece.
(2)La oficina “Pro Captivis”, que el propio rey Alfonso XIII había montado en Palacio y cuyas actividades seguía muy de cerca, tuvo en el marqués de Villalobar y también en el holandés, dos decididos colaboradores, pues ambos usaron de sus contactos con los alemanes para interesarse por un sinfín de prisioneros aliados y conseguir casi siempre, bien su liberación, bien una humanización de sus condiciones de cautiverio.
(3) Ver sus libros, La tragedia de España.o La verdad sobre Gibraltar.