«Tenían un rígido código de leyes y el privilegio de no estar sujetos a las normas civiles. Desde el Coronel con poder de veto, hasta la decisión última en manos de lansquenetes comunes, hacía que muy pocos oficiales se atrevieran a revocar una decisión popular. El Coronel era el encargado de administrar la paga, así que si había dinero la disciplina también existía».
Armas de Maximiliano I, abuelo paterno de Carlos I de España y V de Alemania.
Los Lansquenetes eran originarios de lo que hoy es Alsacia, Baden , Wuttemberg y el Tirol Austriaco, llegando a adquirir su identidad propia bajo el reinado del Emperador Maximiliano I y de su nieto el César Carlos. Organizados por Jorge de Frundsberg
En un principio no pasaron de ser una banda de desorganizados mercenarios, que se destacaban por su arrojo y crueldad en el campo de batalla. Nunca perdieron su condición de tropas a sueldo, pero el empeño de Maximiliano por dotarles de un espíritu de grupo comenzó a dar sus frutos. Se organizaban en torno a las llamadas “Fahnlein” compuestas por unos 400 hombres, cada una de ellas contaba con su propia plana mayor a cuyo frente estaba un Capitán auxiliado por dos Sargentos. Diez de estas unidades formaban un regimiento mandado por un “Feldobrist” o Coronel.
En el momento de alistarse, juraban una «Carta de Artículos» donde se exponían sus derechos y deberes así como las penas por infracciones de la disciplina. Cada soldado juraba también fidelidad a su causa, al emperador y a sus oficiales y prometía regirse por las leyes de dicha Carta.
Los Lansquenetes fueron los precursores de la formación defensiva denominada “Cuadro de Infantería”, en las que las picas formaban un muro infranqueable apoyados por las primeras armas de fuego.
Dentro de la notable evolución de los ejércitos en el período renacentista, se encuentra la introducción en los campos de batalla de las primeras   armas de fuego. A las primitivas bombardas y cañones pronto se añadirá el arcabuz, que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante una mecha móvil. Tenía un alcance de unos 300 m, pero era muy poco preciso y completamente inútil si la pólvora o la mecha se mojaban por la lluvia. Un detalle que nos habla de la fortaleza física de los lansquenetes imperiales es que, a pesar de su peso considerable, usaban el arcabuz sin utilizar una horquilla de apoyo, cosa que sí será necesaria cuando aparezca el mosquete, de cañón más largo y mayor precisión en el disparo.
Durante los siglos XV y XVI, combatieron en combinación con los TERCIOS DE INFANTERÍA ESPAÑOLA al servicio del Emperador, constituyendo juntos una temible máquina de guerra, que dominó los campos de batalla de Europa manteniendo a España como la potencia dominante en el continente.
Los Lansquenetes fueron entrenados en el uso de las famosas picas largas y en tácticas de formaciones de líneas de lanzas desarrolladas por los Suizos. Como hemos dicho, la mayoría de ellos usaban la pica, pero otros destinados a proporcionar asistencia a los piqueros usaban una gran variedad de armas. Por ejemplo, un Lansquenete experimentado podía ser designado como «Doppelsöldner», y en lugar de utilizar la misma pica que usaban los reclutas más recientes, empleaba una alabarda o partesana de más de 2 metros de larga, o, más famosa aún, una «zweihänder», una espada de dos manos de 2 metros (a veces también es llamada «beidhänder»). Estas grandes espadas podían ser utilizadas para destrozar las puntas de las picas del enemigo, o más probablemente para golpearlas de lado y desorganizar las filas y conseguir romper la línea enemiga.
Sin embargo, el valor táctico de los «Doppelsöldner» debe haber sido muy limitado, e incluso haberse reducido después de 1510 (aunque las pruebas gráficas de la utilización de estas espadas en primera línea de batalla,  sigue existiendo hasta bien entrado el siglo XVI) sus adversarios Suizos habían rechazado su uso incluso a principios del siglo XV, ya que el arma era demasiado grande y su uso se limitaba a la lucha contra las picas. «Doppelsöldner» significaba «doble mercenario», ya que su paga era el doble del salario de alguien con menos experiencia.
Otros Lansquenetes utilizaban el arcabuz, el precursor del mosquete. Al principio de ser formados los Lansquenetes, los Arcabuceros representaban una octava parte del total de soldados. Gradualmente su número fue ampliándose hasta representar la cuarta parte del regimiento.

Katzbalger.
El arma por excelencia de estos soldados era una espada corta con los gavilanes en forma de lazo llamada katzbalger, que se llevaba además del arma principal. De hecho, la Katzbalger era considerada como el auténtico símbolo de los Lansquenetes. Los ilustradores Suizos ponían mucho cuidado en este aspecto, e indicaban que un mercenario era un Lansquenete pintando esta espada junto a su dueño.
Lo más característico de estas tropas eran sus ropas, en principio similares a las de Suizos, y luego más tarde anárquicamente excesivas. El Jubón era de tipo acuchillado con mangas abullonadas. La camisa era muy ancha y con aparente desgaste, formada por diferentes capas de tela de distintos colores. El calzón o batanga era ancho, largo y también acuchillado, a veces adornado con ligas de colores. Las calzas eran ligeras y se sujetaban al pie mediante una tira. Los zapatos generalmente eran planos. Solían usar una gran boina plana como sombrero, adornada con altas plumas de colores. Su vestimenta les hacía inconfundibles debido a su excesivo colorido.
Para terminar el artículo de hoy, podemos decir que los lansquenetes han sido de este modo, el mejor ejemplo de los grandes cambios que se producen en la organización del Ejército a comienzos de la Edad Moderna. Los monarcas autoritarios del Renacimiento ya no dependerán de las huestes o mesnadas que aporten sus nobles y que eran disueltas al terminar la contienda, sino que contarán con unas tropas permanentes a las que pagarán una soldada a cargo del Estado.
El poder de los posteriores emperadores  se apoyaría, por tanto, en la fuerza de estos soldados, cuya condición de mercenarios hacía muy difícil, por no decir imposible, controlar su espíritu levantisco e indisciplinado cuando la paga no llegaba a su hora. El voto de fidelidad al emperador, al rey o a los oficiales tenía un precio; no era una cuestión de lealtad.