Por  el Dr. D.José María de Montells, Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.

Cuando las musas te vuelven la espalda, es mejor hacer una pausa y escribir otro día. La inspiración es caprichosa y lo mismo viene, que se va de pronto, sin explicaciones ni disculpas. Otras veces te inducen al error sin comerlo ni beberlo. Mi educado y gran amigo Daniel García Riol, me envía, sin reconvenirme, las armas en color del emperador de Haití, Faustín I y me doy cuenta a la vista de las mismas, que no estuve muy feliz a la hora de describirlas en una entrada reciente de este mismo blog. Mea culpa.
Escribí, muy erudito y sabihondo, que las armerías imperiales eran:
De oro, una palmera, cargada de un águila imperial, puesta sobre dos cañones en aspa, coronado de la imperial y rodeado del collar de la Orden Imperial y Militar de San Faustino, sostenido por dos leones rampantes contornados. Todo puesto sobre un manto de púrpura, bordado de oro y forrado de armiño, coronado de la imperial haitiana con la leyenda cargada del lema; “Dieu, Ma Cause et Mon Epée” (Dios, mi causa y mi espada) que ya lo había sido del rey Henri I.
Cuando tenía que haber escrito:
De azur, una palmera de su color, cargada de un águila imperial de oro, puesta sobre dos cañones de lo mismo en aspa, coronado de la imperial y rodeado del collar de la Orden Imperial y Militar de San Faustino, sostenido por dos leones rampantes contornados. Todo puesto sobre un manto de púrpura, bordado de oro y forrado de armiño, coronado de la imperial haitiana con la leyenda cargada del lema; “Dieu, Ma Cause et Mon Epée” (Dios, mi causa y mi espada) que ya lo había sido del rey Henri I.
Lo dicho. En aquella ocasión, no debían estar las musas muy propicias que digamos. Lo corrijo ahora, gracias a Daniel García Riol, un discreto e inteligente ilustrado. No estoy muy seguro que rectificar sea de sabios, pero por si acaso.