Casualidad o coincidencia, a los pocos días de publicarse en este mismo Blog una serie de tres artículos sobre el «Fons Honorum de los Reyes Africanos», Darío Silva-D’Andrea publicaba en «Monarquía Confidencial» un artículo sobre la realeza africana, titulado «Cambios históricos en las monarquías tradicionales de África», poniendo de manifiesto el renovado interés que este tema está tomando no solo entre los expertos y aficionados a la nobleza, sino también entre el público en general.
Satisfaciendo la curiosidad de nuestros lectores, nos asomamos nuevamente a este apasionante y, a la vez, desconocido tema de la realeza africana con una entrega que profundiza en el conocimiento del otrora poderoso Imperio de Wagadou-Ghana.

-EL IMPERIO DE WAGADOU-GHANA.-
Por D. Manuel DUCHESNE, Barón del Imperio, y el Dr. Francisco M. de las Heras y Borrero, Presidente de esta Casa Troncal.
El Imperio de Ghana, palabra que quiere decir «rey guerrero», existió entre los años 750 y 1240, aproximadamente, y es uno de los más grandes imperios del África negra conocidos, extendiéndose desde la mitad del Senegal hasta la actual Tombouctou.
Según fuentes medievales, el reino habría sido fundado por los Soninkés, pueblo animista de agricultores, que habitaban en los límites del sur del Sahara. Con el tiempo, el Reino de Ghana iría ganando poder, llegando a dominar a los jefes tribales de los alrededores. En el siglo VII se empieza a conocer como «Ghana, país del oro».
El año 734 comienza la penetración en estos territorios de los primeros bereberes. Varias décadas después, un Soninké legendario, el Rey del Wagadou Kaya Maga Sissé («el dueño del oro»), expulsa a los invasores, haciéndose muy popular entre sus súbditos.
El oro está estrechamente ligado al nacimiento y a la importancia del Imperio. El «país del oro» se corresponde con la región aurífera de Bambouk, sobre la cual se extiende la autoridad de los soberanos de Ghana, cuya capital se localizó en Koumbi Saleh, al sur de la actual Mauritania.
La organización política y militar del Imperio de Ghana era muy precisa y detallada. En la cúspide se encontraba el Kaya Maga, Jefe Supremo, con poder muy superior al de un Rey o un Emperador. Detentaba no sólo el poder ejecutivo, sino también el poder religioso y judicial, y se consideraba que estaba en relación directa con la serpiente Bida, siendo el responsable del pacto sellado con ella.
El resto de la organización era la siguiente:
– 12 patriarcas consejeros, descendientes directos de los compañeros de Dinga, originario creador del imperio según una de las tradiciones. Estos consejeros eran elegidos por sus conocimientos y su personalidad. El Kaya Magha (Emperador) los reunía para estudiar y discutir de todos los problemas, a los que buscaban las posibles soluciones antes de reunirse con los jefes de los clanes, los nobles, con quienes se tomaba la decisión final.
– 18 generales nana, o jefes de la guerra, encargados de la organización de la armada y de supervisar las operaciones sobre el terreno. Obligatoriamente, 9 de ellos montaban en caballos rojos y los otros 9 en caballos blancos.
– 12 fado, gobernadores militares que eran los responsables, en nombre del Emperador, del buen gobierno de las regiones.
– 12 hida, oficiales superiores, y 18 exploradores, que montaban también en caballos blancos. El regreso de los exploradores a los poblados indicaba que el enemigo se encontraba a la vista.
– 7 notables, responsables de velar por el respeto a las normas e interdictos, de manera que las disposiciones legales tuviesen una aplicación real y efectiva.
– 4 responsables de la policía, que aseguraban el orden público y la convivencia pacífica entre los habitantes del imperio.
La organización social no era menos precisa que la organización política y militar. Existían «funcionarios» que tenían a su cargo el control de las transacciones comerciales y se nombraban adjuntos a los responsables de los ritos funerarios y familiares (matrimonio, circuncisiones, funerales…).
Koumbi Saleh era el lugar del mercado a donde acudían los conductores de caravanas y donde se alojaban los comerciantes y los extranjeros de paso por la ciudad. El barrio imperial, Kaalata, se encontraba a varios kilómetros de distancia, lejos del lugar donde vivían los extranjeros, los cuales no tenían derecho a penetrar en el mismo.
El Emperador habitaba una residencia fortificada, decorada de pinturas y esculturas. El palacio era descrito por los viajeros como «el lugar de todas las maravillas arquitectónicas». La capital era cosmopolita e internacional, famosa por su comercio, sus eruditos y jurisconsultos. La abundancia de oro permitía la opulencia y el lujo, el Emperador, así como sus caballos, sus perros y los pajes estaban todos cubiertos de oro. El resto de personas de la corte vestía trajes de seda y algodón. El imperio estaba protegido por 200.000 guerreros, de los cuales 40.000 eran arqueros.
Cada día, el Emperador, sentado sobre un estrado de oro rojo a las puertas de su palacio, ofrecía 10.000 raciones de comida a sus súbditos. Las reservas de oro del país eran tan grandes, que se permitía que el pueblo se apropiase del polvo del precioso metal, extraído de las minas del imperio. En este periodo, ni la miseria, ni la inseguridad ni la injusticia existían en estos territorios de África. Todo extranjero era bien acogido y recibido, en tanto respetase las reglas de convivencia establecidas por el Emperador y sus jurisconsultos.
El explorador Bonnel de Mézières, que visitó en 1914 estos lugares, ha encontrado los restos de una gran ciudad, descubriendo las ruinas de edificios construidos con piedras talladas y esculturas, poniendo de manifiesto que, en otra época, estuvo habitada por una población sedentaria y culta, que disponía de su propio sistema de regadío para el cultivo de sus tierras, sistema de riego que, al decir de algunos, era mucho mejor que los de hoy.
El fin del Imperio de Wagadou-Ghana comienza a producirse por las guerras ocasionadas por la expansión del islán, con el fuerte empuje de los musulmanes saharianos almorávides, el progresivo agotamiento del oro, la destrucción parcial de Koumbi Saleh (1076), y, sobre todo, por la gran sequía, ligada a una explotación intensiva de los recursos forestales, que originó una fatal hambruna, lo cual forzó a los Soninké a emigrar en diferentes oleadas sucesivas al sur, hacia las proximidades de las riveras del Senegal y Níger.
El Imperio de Ghana declina progresivamente hasta que es conquistado por el reino de Sosso de Soumaoro Kanté (Siglos XII/XIII), perdiendo definitivamente su independencia después de su integración en el Imperio de Mali Keita hacia 1240. Una ciudad populosa y un estado floreciente sobreviven a los ataques y pillajes, pero no resisten a la falta de agua y de alimentos.
Puede decirse, sin temor a exagerar, que el Imperio de Ghana estaba mucho más avanzado que el Imperio de Carlomagno. Por otra parte, es un hecho que Europa, durante el periodo de la Edad Media, nunca tuvo una forma política superior a la de los estados africanos.
Heredero de este pasado y guardián de sus tradiciones es, actualmente, Su Majestad Tedjini I, Emperador de Wagadou-Ghana, también titulado Manga y Tounka, investido el 2 de agosto de 1999, como ya tuvimos ocasión de informar en las páginas virtuales de este mismo Blog al hablar del Fons Honorum de los Reyes Africanos.
La capital del imperio sigue siendo la histórica ciudad de Koumbi-Saleh y en ella tiene la sede sus instituciones: Secretariado Particular de Su Majestad, el Consejo Imperial y la Asamblea de Jefes Tradicionales.
Desde el 28 de septiembre de 2006 Su Majestad Tedjini ha integrado el Consejo Superior de Reyes de África, formando parte de su Bureau Executif y siendo el responsable de las carteras de Relaciones Exteriores y Estrategias de Desarrollo.
El Emperador Tedjini, muy preocupado por el bienestar de su pueblo, realiza una encomiable labor en defensa de la cultura tradicional de Wanagadou-Ghana y trabaja activamente, junto a las autoridades oficiales del país, para su mayor desarrollo y progreso.
Recordemos que Su Majestad distribuye entre sus fieles diferentes recompensas honoríficas y distinciones, algunas de las cuales han recaído en ciudadanos europeos como premio a los relevantes servicios prestados a la causa africana.