Don Francisco de Almazán vio concretadas sus máximas ambiciones – a que podía aspirar un discípulo de Esculapio – cuando recibió de la Real Corte aquel pomposo nombramiento de «Médico de la Cesárea Majestad del Señor Emperador Don Carlos V».
Tan honrosa distinción también significó para Almazán la tremenda responsabilidad de velar por la augusta salud del monarca más poderoso de la tierra en el siglo XVI.
Así fue como la competencia de aquel galeno, o la fortaleza física – propia de los Habsburgo –, hicieron posible que Carlos V gozara de buena salud durante su existencia, terminando sus días recluido en el monasterio de Yuste, más preocupado por salvar su alma que por aliviarse de tan noble como incurable gota que finalmente superó con la muerte.
Por su parte, el doctor Francisco de Almazán y su esposa Ana Pérez – como buenos mortales – también hicieron abandono de este mundo, no sin antes procrear ilustre descendencia, de la que carecíamos de mayores noticias, hasta que el azar puso en nuestras manos un documento esclarecedor20.



El Emperador Carlos I de España y V de Alemania.
– Carlos de Gante –
Un 23 de agosto del año 1571, don Diego de Henao, escribano de la villa de Madrid, hacía correr la pluma sobre el infolio notarial para registrar las disposiciones testamentarias que le dictaba «doña María de Almazán, hija lexítima que soy del doctor Francisco de Almazán, médico de su magestad y doña Ana Pérez mis señores padre y madre, ya difuntos», quien, como era de rigor, primeramente encomendó «su ánima a Dios nuestro Señor Jesuxpto
[…] para que por los méritos de su Sagrada Pasión la quiera librar de las penas del Ynfierno…» Luego se ocupó del destino terrenal de sus despojos, disponiendo que, «quando la boluntad de Dios […] fuere serbido de llevarme desta vida, mi cuerpo sea metido en una caxa de madera» y enterrada «en la Yglesia del Señor San Xines […] en la sepultura de mis padres».
Encomendada su alma y previsto el destino de su cuerpo, doña María de Almazán, ordenó el reparto de sus bienes, registrándolo el notario con farragoso estilo y complicada grafía procesal, de cuya trabajosa lectura surgen algunos datos reveladores, como cuando manda que «se de al señor licenciado Diego de Almazán, médico de Su Magestad, mi hermano, seis mil maravedis de juro que yo tengo en su compañía en las alcabalas de la villa de Alcalá de Henares».
De tal manera, nos enteramos que don Francisco de Almazán tuvo un hijo, que no solo heredó su vocación profesional, sino que también la ejerció en la Real Corte, para que otro Almazán continuara velando por la salud cortesana.
El documento también nos revela la buena posición económica de la otorgante, así como las rentas obtenidas en las alcabalas de Alcalá de Henares.
Armas del César Carlos.
Respecto al Dr. Diego de Almazán, sabemos que había contraído sagradas nupcias con la linajuda Catalina de Salmeron y de la Cerda, de quienes descienden cuatro retoños: Jerónimo de Almazán y Salmeron, religioso jesuita igual que su otro hermano Juan Lucas de Almazán y Salmeron; Fray Diego de la Paz de Almazán y Salmeron y Antonia de Almazán y Salmeron, lo que nos evidencia que los nietos de Francisco de Almazán no heredaron aquella vocación por curar las enfermedades del cuerpo y prefirieron dedicarse a salvar las almas.
María de Almazán también incluyó en el reparto de sus bienes al «señor licenciado Francisco Pérez de Almazán, mi hermano» quien, por lo que advertimos, es el único de los hijos de Francisco de Almazán y Ana Pérez que antepuso el apellido materno.
Por último, la otorgante quiso beneficiar con cincuenta reales a cada una de sus parientas muy cercanas, Catalina de Almazán, Isabel de Almazán y Ana de Almazán, todas monjas profesas, la primera en el Monasterio de Santa Clara, de Cuenca de Campos «porque tengan cargo de Rogar a nuestro Señor por mi ánima…»
Pero María de Almazán tuvo – al menos – otro hermano que ignoramos por qué secretos motivos no lo incluyó en su testamento.
No obstante, su prestigio trascendió de manera tal que su actuación ha quedado registrada en distintos repositorios y obras que hablan de los ilustres personajes del pasado.
Esto nos lo revela aquella magnífica obra de José Alvarez de Baena, titulada «Hijos de Madrid, Ilustres en Santidad, Dignidades, Armas, Ciencias y Artes», cuando lo menciona a: «Agustín de Almazán, natural de esta Corte, fue hijo del Dr. Almazán, Médico de la Cesarea Majestad del Señor Emperador Don Carlos V, persona muy docta en todo género de letras humanas, e inteligente en las lenguas Latinas y Griega. Traduxo del Latín el Momo de León Baptista Alberto [Alberti] en cuatro libros, repartidos en capítulos para mayor claridad; imprimiose esta obra en Alcalá, año 1538, en folio, letra de tortis, y después en Madrid en 1598, en octava con este título: «Momo, La Moral y Graciosa Historia del Momo»21.
Años más tarde su nombre fue incorporado al Catálogo de Autoridades de la Real Academia de la Lengua, que lo consagra como uno de los escritores notables del siglo XVI.
De esta manera – contando con muy escasos testimonios – hemos podido rescatar del olvido a este gajo del frondoso árbol de los Almazán florecido en Madrid, para dejar testimonio de sus abnegadas vidas dedicadas al bien de sus semejantes aquí en la tierra, o la mayor gloria de Dios allá en los cielos.
 D. Bernardo Lozier Almazán, Presidente de Relaciones Internacionales del Capítulo de la República Argentina de esta Casa Troncal.
Nota:
20) Archivo General de Simancas.- Secc. Contaduría de Mercedes. Testamento de María Almazán. Leg. 93, 15 folios. Escribano Diego de Henao.
21) Alvarez Baena, José A.- Hijos de Madrid, Ilustres en Santidad, Dignidades, Armas, Ciencias y Artes. Tomo I, p. 2. Madrid, 1789.