Por el Doctor Francisco M. de las Heras y Borrero, Presidente de la Diputación de las Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.

Dedicamos la entrada de hoy a esta noble Hermandad, poco conocida en nuestro país, establecida en Nápoles en los tiempos en que dicho reino estaba incorporado a la corona española, y que hasta principios del Siglo XIX tuvo una gran influencia social y política en aquellos territorios.
Reinando en España Felipe IV, el Virrey de Nápoles, don Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, instituyó el 20 de mayo de 1614 la Real Archicofradía y Monte del Santísimo Sacramento de los Nobles Españoles, conocida como Real Hermandad de Nobles Españoles de Santiago en la Real Pontificia Basílica de Santiago en Nápoles.

La nueva corporación es considerada como la heredera de la “Obra Pía a favor de los Españoles Pobres”, reconocida por Clemente VII en 1532, y de la Cofradía del Apóstol Santiago, autorizada por Pablo III en 1534, siendo esta la razón de que le fuese cedida en usufructo perpetuo la Iglesia de Santiago, que goza del privilegio de exención eclesiástica, dependiendo directamente de la Santa Sede (Bula Apostólica Muneris de 15 de marzo de 1583, de Gregorio XIII, Bula Pastoralis Oficio de 1585 de Sixto V, Breve de 20 de mayo de 1911 de San Pío X que la erige en Basílica Pontificia).
Dotada con rentas otorgadas por sus fundadores, se impuso como objeto el ejercicio del Culto Divino y la beneficencia a favor de nobles descendientes de sangre española, que se encontrasen en estado de necesidad económica.
La primera regla escrita de la Real Hermandad data de 24 de diciembre de 1624, diez años después de su institución, siendo Virrey de Nápoles, don Antonio Álvarez de Toledo, Duque de Alba.

Carlos III por Reales Despachos de 17 de junio de 1741, 23 de marzo de 1742 y de 4 de febrero de 1743, establece diversas modificaciones a sus originarias constituciones. En 1826 se aprueba una nueva adaptación de los antiguos Estatutos, que son depositados en la Cancillería del Tribunal de Nápoles con el n° 7 del Registro de Personas Jurídicas.

La Regla actualmente en vigor, simple adaptación a los tiempos actuales, fue aprobada por la Asamblea General de 5 de julio de 1971 y ratificada su aprobación en la de 23 de abril de 1972, después de haber obtenido el 10 de marzo de dicho año la aprobación del Cardenal Conrado Ursi en nombre de la Santa Sede.
Los fines, al igual que en sus orígenes, consisten en el ejercicio del Culto Divino y la beneficencia a favor de nobles descendientes de sangre española en estado de necesidad, mediante la entrega de limosnas, subsidios y socorros, fines a los que hay que añadir (adaptación a los tiempos modernos) la enseñanza gratuita de la lengua española y la concesión de bolsas de estudios a los aspirantes a misioneros de la religión católica en países de lengua española.
La administración de la Hermandad corresponde a la Asamblea General de Hermanos, que nombra una Junta de Gobierno compuesta por tres Gobernadores y un Secretario General.
La Junta de Gobierno, representación legal y brazo ejecutivo de la Hermandad, nombra un Vicesecretario para Contabilidad y Archivo, un Tesorero General, dos Maestros de Ceremonias, un Ingeniero-Arquitecto, un Abogado Consultor y un Revisor General de Cuentas, además de tres Diputaciones, compuestas por varios hermanos, para el cumplimiento de los fines específicos de la Hermandad.
Para pertenecer a la Hermandad se necesita que el ingreso sea aprobado por la Asamblea General, que resolverá mediante votación secreta si el aspirante reúne la condición de natural o descendiente de sangre española del estado noble. Las mujeres pueden formar parte de la Hermandad, si bien carecen de voz y voto y no pueden ser elegidas para la Junta de Gobierno.
Las personalidades italianas o extranjeras, que no reúnan la condición anterior, pueden formar parte de la Hermandad si la Asamblea General decide que poseen méritos suficientes. En razón del cargo que ostentan, son miembros de la Hermandad los Embajadores de España ante el Quirinal y la Santa Sede, así como el Cónsul General de España en Nápoles. La Asamblea General también puede proceder al nombramiento de Hermanos o Hermanas de Honor, nombramiento que recaerá sobre personalidades ilustres o benefactores de la Hermandad.
La pertenencia a la Hermandad se pierde por decisión de la Asamblea General en casos de indignidad o conducta dañosa y desleal cometida por alguno de sus miembros.
La ceremonia oficial de ingreso del aspirante admitido tendrá lugar previa bendición del hábito y distintivos de la Hermandad. El nuevo miembro es inscrito en el Libro de Oro, una vez prestado el oportuno juramento tradicional, expidiendo en el acto la correspondiente certificación el Secretario General de Gobierno.

En los tiempos de mayor auge la Hermandad alcanzó la cifra de 250 cofrades. En la actualidad alcanza poco más de un centenar. Analizando los nombres de sus miembros descubrimos numerosos apellidos castellanos, vascos y aragoneses, descendientes de los nobles españoles que se establecieron en el reino napolitano (Vargas Machuca, Montemayor, Miranda, Goyzueta, Vera d’Aragona, Gómez Palomo de la Olivera, González del Castillo, Álvarez de Toledo…)

Desde sus primitivos orígenes gozó esta noble corporación del favor real. Ya Felipe V se declaró Hermano Mayor, costumbre que siguió Carlos III y, después de éste, la totalidad de los reyes de las Dos Sicilia, cuyas firmas de todos ellos constan en el Libro de Oro de la Hermandad.
Su Majestad don Alfonso XIII y la Reina doña Victoria giraron solemne visita a la Real Basílica de Santiago el 26 de noviembre de 1923, en la que tuvieron la oportunidad de firmar en el Libro de Oro. Los Reyes de España se encontraban acompañados por el Duque de Aosta y el Duque de Spoleto, así como por un numeroso séquito de la nobleza española, entre los que se encontraban los Duques de San Carlos, el Marqués de Torrecilla, Jefe de Palacio de Su Majestad, los Duques del Infantado, la Duquesa de Medinaceli, los Duques de Santangelo, los Marqueses de Prado Ameno, el Marqués de Someruelo, el Marqués de Sotelo, el Conde de Villares, el Conde de Maceda, el Marqués de San Román de Ayala, el Conde de San Miguel de Castellar, el Conde de Glimes y el Marqués de Monistrol. La calidad de los acompañantes de los reyes da una cumplida idea de la importancia que éstos otorgaban a la visita.

El General Franco estampó su firma en el Libro de Oro de la Hermandad el 27 de abril de 1947. Con la ayuda del Estado español fue reconstruida la Basílica de Santiago, que en el transcurso de la II Guerra Mundial sufrió cuantiosos daños, ocasionados por los bombardeos.

Su Majestad el Rey Don Juan, el 29 de abril de 1981, ha estampado, igualmente, su firma, presidida por el Escudo de la Casa Real, en el Libro de Oro de la Real Hermandad.