Por el Dr. Don José María de Montells y Galán
En ocasiones, hay temas que te eligen a ti y no dejan que seas tú el que meta baza. Me ha pasado en relación al remoto reino de Tonga, del que solo sabía algunas generalidades para salir del paso. Primero, fue la visión de un partido de rugby entre Tonga y Nueva Zelanda. No jugaron mal los tonganos, que son de constitución ciclópea, tirando a descomunal. En castizo y para entendernos, unos mozos como armarios de tres cuerpos.
Luego, quizá por casualidad, tuve la oportunidad de ver por internet (en youtube, creo), la ceremonia de coronación de su señor Rey (el 29 de julio de 2008). Más tarde, la carta de un amigo sobre un posible intercambio de condecoraciones entre la Casa Real de Georgia y la Familia Real tongana, hizo que me preguntase si no estaba predeterminado a escribir alguna cosa sobre el reino polinesio. Seguro que tal secuencia de hechos tan inconexos entre sí, motivaron mi interés por las tradiciones de esas islas del Pacífico, por su cultura tan diferente de la nuestra y su monarquía, una de las más antiguas, de las que sobreviven a eso que se llama los vientos de la historia.

Descubrí entonces que en algunos idiomas de la región, la palabra tonga significa «sur». El reino del Sur. El nombre de Tonga deriva de la palabra Tongahahake, que se traduce como «Sureste», si bien su significado original era «el viento que sopla del Sureste». Un viento caliente y húmedo que nos trae las tormentas del final del verano. Por esa circunstancia, Tonga contó desde aquella con todas mis simpatías.
Tonga es un archipiélago localizado al sur de Samoa. Sus 169 islas se dividen en tres grupos principales: Mayorga, Gálvez y Ámsterdam, que forman una línea norte-sur de 800 kilómetros de largo. Ámsterdam, la isla más grande, que alberga la capital Nuku’alofa, mide 257 km². Geológicamente, las islas de Tonga son de dos tipos: la mayoría tienen una base de piedra caliza que se originó a partir de formaciones de coral; las demás consisten en piedra caliza sobre un pedestal de origen volcánico.
Las islas de Tonga fueron colonizadas hacia el siglo XIII a. C., tras la gran expansión en la que los pueblos del sudeste asiático emigraron a través del Océano Pacífico hacia el este y a través del Océano Índico hasta Madagascar y África oriental hacia el oeste. En Tonga se pueden encontrar los restos arqueológicos más antiguos de la Polinesia. Siglos antes de que llegaran los europeos, los tonganos edificaron enormes monumentos. Los más importantes son el Ha’amonga (o Trilithon) y los Langi (sepulcros en terrazas). El Ha’amonga tiene cinco metros de altura y consta de tres piedras calizas, cada una de las cuales pesa más de 40 toneladas. Los Langi son pirámides bajas y muy lisas, con dos o tres niveles, que marcan las sepulturas de los reyes primitivos. A principios del siglo X se establece una monarquía en Tongatapu, de la que son herederos los reyes actuales. En el siglo XIII, su poder llegaba incluso hasta las islas de Hawaii.
En el siglo XVIII, todas las tribus se habían unificado y habían logrado crear un imperio marítimo que incluía las regiones conquistadas de Fiji. Por aquella época, el Imperio de Tonga contaba con una población estimada en unos 40.000 habitantes. Un país recóndito, apartado de las rutas oceánicas comerciales, que se ofrecía al navegante occidental con un halo de misterio, como una hermosa e inaccesible mujer.
Fue el marino español Francisco Mourelle da Rúa, desviado de la ruta tradicional que hacían los galeones de Manila a Acapulco, quien primero llegó a estas islas en 1781, muy necesitado de provisiones y reparaciones, pese a que los ingleses han logrado hacer pasar al capitán Cook (que nunca las visitó) como su descubridor. Cosas de la pérfida Albión.
En la primera isla en la que atracó no encontró amparo, pero se detuvo lo suficiente para nombrarla isla de la Amargura, que convendrán conmigo, es una denominación poética y evocadora. A cambio, descubrió un excelente puerto en Vava’u, que todavía hoy se llama Puerto del Refugio y reclamó su soberanía para el Rey de España. Llamó al archipiélago Islas de Mayorga, en honor del virrey de Nueva España, don Martín de Mayorga. Al grupo Ha’apai lo llamó Islas de Gálvez en honor de don José de Gálvez y Gallardo, marqués de Sonora y ministro de Indias. Gracias a los informes de Mourelle (por cierto, caballero de Santiago), la expedición científica de Bustamante y Malaspina se detuvo en Tonga.
En 1845, las islas se unieron formando un reino. Se convirtieron en monarquía constitucional en 1875 y en 1900 se estableció el protectorado británico. Desde 1970, es un reino independiente en el seno de la Comunidad Británica de Naciones. El actual rey, S.M. Siaosi George Tupou V, remonta su árbol genealógico a cinco generaciones de monarcas. Nacido el 4 de mayo de 1948, es el soberano de las islas desde la muerte de su padre Taufa’ahau Tupou IV, el 11 de septiembre de 2006.

Educado en Oxford y Cambridge, Segundo Teniente del Ejército inglés, el Rey George Tupou V es un auténtico gentleman muy vinculado a Gran Bretaña, país que visita frecuentemente. De los monarcas actuales, es el único en todo el mundo, que yo sepa, que usa monóculo, detalle que delata una manera de ser y estar. Siempre impecable, cuida mucho su atuendo que confía, claro está, al corte británico y a sastres ingleses. Es chocante que en nuestro tiempo, la pulcritud en el vestir y las buenas maneras se confundan con la afectación o la inmodestia. El rey de Tonga es persona elegante que no se permite ninguna licencia, quizá por respeto a su pueblo. Todavía soltero, es hombre muy familiar y devoto que goza de una gran popularidad entre su pueblo.
Su Majestad es Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de Tonga, amén de un sinfín de cargos honoríficos, entre los que destaca el de jefe de la Brigada de Ambulancias de la Venerable Orden de San Juan de Jerusalén. Impulsor de una democratización de la monarquía y de la sociedad tonganas, es un decidido partidario de introducir modificaciones en la Constitución que mermarán, sin duda, sus amplias prerrogativas reales.
Gran Maestre de las ordenes tradicionales del reino (George I, Puono y la Corona), fundó en 2008, las ordenes de la Reina Salote Tupou III, la de la Casa Real y la de la Familia Real, que llevan su nombre y en 2009, la Militar de San Jorge. Me malicio que tanta creatividad caballeresca se debe a la innegable influencia de la monarquía británica. Pensemos que S. M. la Reina Isabel de Inglaterra discierne más de diez caballerías, sin contar las ordenes inactivas.
Así, la Muy Ilustre Orden de la Reina Salote, creada en recuerdo de la abuela del propio Fundador, quien erradicó el analfabetismo y a cuyo reinado se debe un período de gran prosperidad, se otorga para recompensar servicios al soberano o a miembros de su Real Familia y de otras casas reales, necesitando el refrendo gubernamental para su concesión. Su insignia es una cruz de Malta esmaltada en azul, cargada en su centro de un círculo con la efigie de la Reina titular en oro, y adornada en las intersecciones de los brazos, con una flor de «heilala», la flor nacional, de plata. Todo pendiente de la real de Tonga. La cinta es azul celeste intenso.
La Orden de la Real Casa, es una orden de ámbito familiar, que es conferida exclusivamente por el Rey motu proprio a miembros de su Casa o a particulares que hayan rendido distinguidos servicios a la Familia Real de Tonga. Se otorga en cinco clases, sin intervención alguna del Gobierno. Su insignia es una cruz de Malta amarilla, con bordura blanca, cargada en su centro con un círculo que contiene el escudo de las armas reales con una bordura de esmalte rojo donde se lee la leyenda KOE OTUA MOTOGA KO HOKU TOFIA, escrita en letras de esmalte blanco y que renuncio a traducir por razones obvias. La Gran Cruz sustituye la cruz de Malta, por una cruz formada por cuatro coronas de Tonga esmaltadas en plata, sobre un elaborado rafagado apiñonado de ocho rayos. La cinta es amarilla, con dos franjas azules cercanas a los bordes.
La Real Orden de Familia del Rey George V es un medallón ovalado al estilo británico con el retrato esmaltado de Su Majestad, coronado con la real de Tonga que se otorga a las damas de la dinastía real y pende de un lazo azul celeste.
La Real Orden Militar de San Jorge está reservada a premiar a los miembros de los ejércitos tonganos y aún extranjeros por relevantes servicios. Se otorga en cinco clases y su insignia es una cruz patada de esmalte grana con borde dorado cargada en su centro, de un círculo donde puede verse la figura de San Jorge vencedor del dragón y una bordura también grana con la leyenda en inglés ROYAL MILITARY ORDER OF ST. GEORGE. La cinta es grana y la insignia de la Gran Cruz es un losange de rayos dorados con el centro circular anteriormente descrito.

Una muestra más del espíritu democrático que anima la actividad de S. M. y su interés por la modernización del país. Porque, el derecho premial lejos de dividir a la sociedad en castas, iguala a todos en el mérito. El Rey de Tonga sabe que las ordenes cumplen una función social de primer orden: Recompensar la virtud de los ciudadanos que merezcan un reconocimiento del Estado. Así lo entiende un pueblo como el tongano muy respetuoso de las formas y todavía inmerso en una organización social estamental, heredera de un semifeudalismo que ha perdurado casi hasta nuestros días y así lo ha entendido el Rey George Tupou V de Tonga, creando estas nuevas caballerías de su lejano y jubiloso país, a las que deseamos una larga y fructífera vida. Ad memoriam rei perpetuam, que dijo el latino.