Por el Dr. D. José Maria de Montells y Galán Heraldo Mayor de esta Casa Troncal.
Encuentro por pura casualidad en una rebaja veraniega de libros, una novela con un título muy sugestivo. «Boris I, rey de Andorra», de Antonio Morell publicada por Destino en 2007. Confieso que no conocía la aventura del ruso Boris Skósyrev y que me ha cautivado.
El soberano Príncipe de Andorra, autonombrado conde de Orange y barón de Skósyrev era, en realidad, un mentiroso compulsivo que provisto de una gran ambición y unas enormes dosis de cara dura, consiguió hacerse con un trono. Contrariamente a lo que es creencia común, episodios como este abundan en la historia con una asiduidad pasmosa. Mi lista de impostores es bastante copiosa. Cuando uno se topa con aventureros como el ruso, siempre le viene a la memoria la odisea de Rodolfo Rassendyll que se cuenta en mi admirada novela “El Prisionero de Zenda” de Anthony Hope.

Se dice que Boris Mijáilovich Skósyrev Mavrusov, había nacido en Vilna o Vilnius en el antiguo Imperio Ruso en 1896 en el seno de una familia de la baja nobleza muy vinculada al ejército. Su biografía oficial sugiere que con motivo de la revolución bolchevique de 1917 se exilió en la Gran Bretaña sirviendo en misiones secretas a cargo del Foreing Office en Rusia, lo que hace posible que fuera uno de los agentes reclutados por Bruce Lockhart para organizar una gran red antibolchevique en el interior de la URSS y que teniendo su cabeza visible en Boris Savinkov, terminaría siendo infiltrada y utilizada para su financiación por agentes dobles de la Checa soviética. Pese a esto, nada se sabe de su peripecia humana real anterior a su vida pública como príncipe. En un autor británico, cuyo apellido no recuerdo, se sostiene que se llamaba de verdadero nombre Boris Andonoff y había sido sargento en el ejército del zar antes de la revolución.

Así las cosas, su azarosa vida se enreda en mil aventuras más, de tal forma que su biografía mantiene que abandonando el servicio secreto británico en 1925, se instaló en los Países Bajos donde pretendió haber estado al servicio de la Reina Guillermina I de Holanda quién se supone que le otorgó el título de Conde de Orange, del que no hay ninguna evidencia documental, casándose en 1931 con una acaudalada viuda diez años mayor que él a la que abandonó unos meses después de la boda para seguir a una jovencita inglesa hasta Andorra.
En Andorra, el aventurero ruso provisto de un aristocrático monóculo, un bastón y tres trajes bien cortados, se instaló en las proximidades de Sant Juliá de Lória donde entró en contacto con la realidad andorrana anidando en él, el pensamiento de que tal vez pudiera aprovechar el descontento reinante en el principado para hacerse con el trono figurado de Andorra, desplazando del mismo nada menos que al mismísimo Presidente de la República Francesa y al Obispo de la Seo de Urgel.
El 17 de Mayo de 1934, Boris dirigió una carta al Consejo del Gobierno de Andorra donde dejaba claras sus intenciones, prometiendo modernizar el principado convirtiéndolo en un paraíso fiscal al igual que Suiza y otros minúsculos principados europeos, para recibir una respuesta adversa y ser expulsado del territorio andorrano cinco días después.
Tras abandonar Andorra se instaló como “Príncipe en el Exilio” en la Seo de Urgel desde donde empezó una gran campaña propagandística reclamando el trono del principado que tuvo gran repercusión en la prensa nacional e internacional, llegando a afirmar en el periódico izquierdista madrileño “Ahora”: “no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la República vecina”.
En el exilio en la Seo de Urgel, Boris y su reducido consejo principesco integrado por su joven amante inglesa, la millonaria norteamericana Florence Mazmon y el consejero Pere Torras Ribas, su Primer Ministro redactan un texto constitucional que modificaba el sistema político tradicional dotándole de plenas libertades democráticas, una modernización de sus instituciones medievales, la apertura a inversiones extranjeras y el auto-reconocimiento como paraíso fiscal. Boris se presentaba en el texto como Alteza Serenísima, lugarteniente del Rey de Francia, sin duda por preservar nominalmente al menos la co-soberanía gala.
Para la ocasión se imprimieron diez mil ejemplares del texto, lo que ya era una exageración, que se distribuyeron entre numerosas personalidades españolas y francesas, siendo únicamente el Obispo de la Seo de Urgel, don Justí Guitart, la única autoridad que muestra su descontento, desaprobación y franca hostilidad.
El 7 de Julio de 1934 el Consejo General, convocado por el Síndico General de los Valles de Andorra, aprobó legal y democráticamente, por 23 votos frente a 1, la instauración de la monarquía andorrana en la persona de Boris Skosyrev.
A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan con rápidos movimientos políticos de todas las partes implicadas: el consejero contrario al nombramiento de Boris como Príncipe de Andorra, comunica lo sucedido al Obispo de la Seo de Urgel quien urge la intervención en el Principado, Francia comunica oficialmente que no intervendrá en los Valles, considerando válida la monarquía en la persona de Boris I, por su parte en el Principado, convertido en reino independiente, se nombra un gobierno provisional y entra en vigor la nueva constitución instaurándose la más absoluta libertad política, religiosa y de imprenta afirmando Boris I que las directrices de su gobierno estarían dirigidas a conseguir la “protección al necesitado, educación universal y deporte, mucho deporte. Pero nada de juegos prohibidos”.
No obstante de la legítima instauración monárquica en Andorra, amparada en principios democráticos y legalmente establecida con el apoyo de las instituciones andorranas y con el prácticamente reconocimiento de la República Francesa, el señor Obispo de la Seo de Urgel, pide auxilio al Gobierno Español para que restituya el antiguo orden y su soberanía sobre el Principado. El 21 de Julio de 1934, España envía a cuatro guardias civiles al mando de un sargento con la orden de detener a Boris I en una operación militar que más bien tenía las características de un golpe de estado contra un disparate político apoyado por la ignorancia y la ambición de unos andorranos que todavía no habían salido de la Edad Media. El aventurero había reinado una semana.
Boris I fue detenido, conducido esposado a Barcelona donde al amparo de la Ley de Vagos y Maleantes se le instruyó causa por el Juez Bellón y finalmente expulsado a Portugal desde donde regresaría a Francia, siendo ingresado en 1939 en un campo de concentración francés junto con republicanos españoles, antifascistas italianos y centroeuropeos de las regiones ocupadas por el III Reich desconociéndose las causas de su confinamiento y los cargos que se le imputaban. En 1944 fue trasladado por los alemanes al campo de concentración de Rieucros donde se supone que fue asesinado.
Como la raza humana no deja de sorprender, comentando este episodio con un conocido, muy versado en genealogías y tronos lejanos, me conminó a encontrarle un sucesor, a lo que me ofrecí generosamente, pero me rechazó violentamente, pretextando que no hay enlace posible entre este Boris y yo. Debe desconocer algunas imposturas genealógicas de gran calado que se han dado y se dan en el divertido y a veces grotesco mundo nobiliarista.