Por D. Alexis Rolando Arévalo Vergara, Caballero Hijodalgo del Linaje Don Vela de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria.

Presentamos hoy este interesante y documentado estudio de la autoría del joven caballero peruano del Linaje Don Vela de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, Don Alexis Rolando Arévalo y Vergara, en el que nos descubre el «misterio» de la paternidad del Obispo Don Cristóbal de Castilla y Zamora y del Gran Mariscal del Perú y varias veces Presidente de la República, Don Ramón Castilla y Marquesado, a los que, hasta ahora, se les viene considerando como descendientes de Felipe IV, el fogoso monarca español que dejó más de 30 bastardos en el mundo, fruto de sus devaneos amorosos.
A veces, el estudio de pequeños detalles puede darnos la luz sobre un descubrimiento verdaderamente fascinante. Es así que ubiqué un dato bastante curioso sobre la filiación del más conspicuo Obispo que ha tenido la ciudad de Huamanga (hoy Ayacucho), Perú, me refiero al Obispo D. Cristóbal de Castilla y Zamora, que vivió durante el S. XVII, importantísimo personaje que fundó la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, y al cuál la historiografía peruana lo ha colocado como hijo natural del Rey D. Felipe IV de España.

La infinidad de citas y menciones que se da sobre esta supuesta filiación regia es inaudita; y digo “supuesta”, porque a través de este artículo se podrá, por primera vez, develar la correcta filiación de este mecenas que tanto hizo por Huamanga así como por el Perú, y al que indebidamente se le ha dado un padre que realmente no le corresponde.
Para ello debo comentar que este problemático asunto histórico genealógico comienza desde mucho tiempo atrás, siendo uno de los principales difusores de esta errada tesis, D. Ramón Castilla y Marquesado, Gran Mariscal del Perú y en varias oportunidades Presidente de la República. A este se le suma la prolífica pluma de D. Ricardo Palma y Soriano, Director de la Biblioteca Nacional del Perú, uno de los más brillantes escritores peruanos del S. XIX, recordado por su extraordinaria obra “Tradiciones Peruanas”. Es en esta Obra, en su Volumen V, de diciembre de 1879, en la tradición titulada “Un Obispo de Ayacucho”, se dice que: “El Seminario de San Cristóbal fue fundado, con los mismos privilegios que la Universidad de Lima, en 1607, por el obispo que consagró en 1672 la catedral de Huamanga. Llamose éste don Cristóbal de Castilla y Zamora, y fue hijo natural del rey don Felipe IV. ¡No es poca honra para la Iglesia ayacuchana haber sido regida por un vástago real! Castilla y Zamora murió de arzobispo en Chuquisaca”.

Al parecer este asunto de poca trascendencia, y al cual, nuestro querido Palma solo toca en unas breves líneas, fue considerado como una verdad histórica, sin haberse corroborado debidamente la información de dicha tradición. Es así que muchos autores empezaron a tomar esta filiación como un hecho cierto, repitiéndose una y otra vez este craso error. Estoy convencido de que D. Ricardo Palma, no tuvo una mala intención, solo cumplía con relatar una de las tantas tradiciones que provenían de la oralidad popular peruana. Por eso el error no yace en el literato, sino más bien en el historiador.
Don Cristóbal de Castilla y Zamora, Inquisidor de Lima, Obispo de Huamanga y finalmente Arzobispo de Charcas, no era hijo ilegítimo del monarca español, sino más bien era todo lo contrario. Este descubrimiento lo obtuve a través de la investigación en el Archivo General de Indias, indagando en todos los posibles documentos relacionados a este ilustre personaje. Uno de ellos, fechado el 12 de noviembre de 1653, indicaba que D. Cristóbal de Castilla y Zamora, había sido nombrado Fiscal de la Santa Inquisición de Lima, y pasaba a Tierra Firme junto con su criado Fernando de Carrillo Chacón, natural de Lucena, Andalucía, hijo de D. Juan Carrillo Hurtado y Peláez y de doña Ana Chacón de Rojas, Nieto paterno de D. Andrés Carrillo Peláez y de doña Elvira Hurtado de Navas y nieto materno de D. Fernando Aragonés Dezio y de doña Juana Chacón de Rojas, “todos cristianos viejos y limpios de toda mala raza y de la gente más antigua y principal de esta dicha ciudad”. Sin embargo, de la filiación regia de D. Cristóbal no había nada.
Fue así que tuve la suerte de encontrarme en el Archivo Histórico Nacional, en la Sección Consejo de Ordenes, Caballeros de Santiago, el Expediente No. 1734 correspondiente a D. Cristóbal de Castilla y Guzmán, quien solicitaba la concesión del Título de Caballero de la Orden de Santiago en el año de 1702. En su expediente se podía leer que era natural y vecino de Lima, Marqués de Otero (título de Castilla concedido por S.M. el Rey D. Carlos II de España por Real Despacho del 18 de agosto de 1692) y Capitán de Caballos del Batallón de la Ciudad de Los Reyes.

Pero, quién era este personaje y qué relación tenía con el Obispo que coincidentemente llevaba su mismo nombre; pues eran sobrino y tío carnal, al ser este último hermano de su padre. Para entender su genealogía explicaremos brevemente el interesante expediente nobiliario del Marqués de Otero, que consta nada menos que de 638 páginas que incluyen las indispensables partidas de bautizo y matrimonio; así como los interrogatorios a distintos testigos que ayudaban a develar el origen, profesión y circunstancias de los ascendientes del pretendiente; expediente en el que en innumerables oportunidades se hace mención de la relación de consaguinidad entre el pretendiente y el Obispo, su tío.
La correcta genealogía del linaje Castilla es la siguiente:
1. D. Francisco Pablo de Castilla, floreció a principios del S. XVI en Lucena, Andalucía; casó con doña María Ruiz, “nobles hijosdalgos de sangre al fuero y modo de España (…) de las más ilustres familias de esta ciudad”. Fueron padres de:
2. D. Diego Pablo de Castilla y Ruiz, que fue bautizado en la parroquia de Lucena, un domingo 8 de julio de 1565. Casó en la misma parroquia el 15 de setiembre de 1594, con doña María de Zamora y Sánchez, bautizada en Lucena, el 5 de febrero de 1575 e hija legítima de D. Pedro Díaz de Zamora y de su mujer doña Marina Sánchez. Todos de nobleza pública y notoria y de las primeras y más antiguas de la ciudad de Lucena, así pues se indica que “fueron conocidos tenidos y estimados por cavalleros hijosdalgos (sic) de sangre al fuero y costumbre de España. Sino también sus ascendientes por arriba estas dos líneas y apellidos como se conocerá por el Padrón de Moneda Forera y otros dos actos distintivos que únicamente ay (sic) en esta ciudad de Lucena”. Fueron padres de tres hijos legítimos que fueron:
3.1. D. Diego de Castilla y Zamora, nacido en Lucena, Andalucía el 21 de mayo de 1599, vino a Lima muy joven, “dirigido por sus padres a Dn. Simón de Zamora, su tío carnal, hermano de Da. María de Zamora su madre, el que le crío, educó y alimentó en su casa, y le dejó por heredero de la gruesa hacienda que tenía, con lo cual se mantuvo después (…)”.

Casó en Lima con doña Isabel del Castillo y Guzmán, natural de Los Reyes, hija legítima de D. Pedro del Castillo y Guzmán, natural de Sevilla y de doña Leonor Arana y Viruez, natural de Arcos, Andalucía. Fue este D. Pedro del Castillo y Guzmán, hijo legítimo de D. Pedro del Castillo y Ana de Guzmán, vecinos de Sevilla de la colación de San Vicente, quienes gozaron del privilegio de la “Blanca de la Carne”.
Fueron padres de tres hijos legítimos que fueron: el pretendiente al título de Caballero de Santiago D. Cristóbal de Castilla y Guzmán, Marqués de Otero y Capitán de Caballos del Batallón de Lima, “hijodalgo de sangre, y no de privilegio que en esta estimación le tiene esta y siempre ha visto tener así en el Reyno (sic) de las Indias como en esta ciudad de Lucena”, y que casó en la Parroquia del Sagrario de Lima, el 23 de diciembre de 1683 con doña Ignacia de la Vega y Celda, hija legítima del Maestre de Campo D. Joseph de Vega y de doña Isabel de la Celda y Verdugo, sin sucesión. El segundo hermano fue D. Diego de Castilla y Guzmán, que sería II Marqués de Otero, que casó en la Parroquia de Santa Ana, Lima, el 11 de diciembre de 1683 con doña Ana de Jáuregui, natural de los Reyes, hija legítima del Maestre de Campo D. Martín de Jáuregui y Guzmán y doña Juana Cívico, con sucesión; y finalmente doña María de Castilla y Guzmán, que al parecer falleció durante la infancia.
3.2. D. Cristóbal de Castilla y Zamora, al que se le ha dedicado el título de este artículo, fue nacido en Lucena, Andalucía y bautizado en la iglesia parroquial de San Mateo de dicha ciudad, el 13 de octubre de 1618. Clérigo de muchas luces, fue colegial del Colegio Imperial de la Ciudad de Granada; optó el título de Doctor en Cánones y Leyes para ser luego Rector de la Universidad de Granada el 11 de noviembre de 1651. Vino al Perú, según informaciones de Paso a Tierra Firme del 12 de noviembre de 1653, con el cargo de Fiscal del Tribunal de la Santa Inquisición de Lima y acompañado de su criado D. Fernando de Carrillo Chacón, natural de Lucena. D. Cristóbal de Castilla y Zamora llegaría a ser Inquisidor del Tribunal del Santo Oficio de Lima en 1659, promovido a Obispo de Huamanga en 1669 y finalmente Arzobispo de Charcas hasta su sensible fallecimiento en 1683.

Un hombre de gran valía y generosísimo, noble en el título como en su carácter, quien en muchas ocasiones destinó ingentes cantidades de dinero para el bien de la sociedad en general; incluso cedió su palacio de Huamanga para que fuera sede de la Universidad de San Cristóbal que el mismo había fundado. La Universidad de San Cristóbal de Huamanga obtuvo la categoría de Real y Pontificia el 3 de julio de 1677, fue refrendado el acto por S.M. el Rey D. Carlos II de España, del 31 de diciembre de 1680; y confirmada a través de Bula Pontificia del Papa Inocencio XI en su Breve In Supremo del 20 de diciembre de 1682.
3.3. D. Pedro de Castilla y Zamora, bautizado en Lucena, Andalucía el 12 de noviembre de 1601; el único hijo que permaneció en España a diferencia de sus dos hermanos mayores que se establecieron definitivamente en el Reino del Perú.
Es muy posible que D. Pedro de Castilla y Zamora haya sido el antepasado del Mariscal peruano D. Ramón Castilla y Marquesado, ya que en su genealogía solo se indica que vino a Buenos Aires un español llamado D. Pedro Pablo de Castilla (posible hijo de D. Pedro de Castilla y Zamora); quien se decía sobrino del Obispo de Huamanga D. Cristóbal de Castilla y Zamora. Vino a las Indias con el cargo de Oficial Real, Tesorero y Visitador de la Real Hacienda de las Provincias del Río de la Plata. Establecido en la ciudad, decidió contraer matrimonio, la elegida sería una porteña llamada doña Paula Manzano, con la que tuvo por hijo legítimo a:
D. Pedro de Castilla y Manzano, nacido en Buenos Aires alrededor de 1758, el cuál decidió trasladarse a la villa de Tarapacá, Perú. Instalado allí, optó por trabajar en el Real Ingenio de San Agustín de Huantajaya, en donde prosperó. Casó en Tarapacá en 1780 con doña Juana Marquesado y Romero, hija del Coronel de los Reales Ejércitos D. Juan Bautista Marquesado (Giovanni Batista Marchesse), natural de Génova y de doña Magdalena Romero, natural de Tarapacá. Fueron padres de cinco hijos: el mayor fue D. Leandro, el segundo fue D. José María, la tercera fue doña Feliciana, la cuarta fue doña Petrona y finalmente el quinto fue D. Ramón Castilla y Marquesado.

Es interesante resaltar las figuras de D. Leandro y D. Ramón Castilla y Marquesado, ambos aunque hermanos tenían pensamientos ideológicos muy distintos. Así tenemos, que D. Leandro y D. Ramón participaron en las últimas batallas que darían la libertad al Perú; pero claro D. Leandro al lado de los realistas, y D. Ramón, al lado de los libertarios. Fue así que ocurrió la última batalla, la de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Finalizada esta, ambos hermanos fueron atendidos de sus heridas, sin importar si eran vencedores o vencidos; la libertad del Perú ya se había sellado.

El reencuentro de los hermanos se llevó con gran sorpresa, dado que un oficial llamaba a un comandante Castilla; ambos sin darse cuenta contestaron que allí se encontraban. Al darse cuenta de ello, hubo un cálido reencuentro fraternal. Sin embargo, la permanencia de D. Leandro en el Perú iba a ser etérea, ya que comprometido como estaba con la causa realista, decide como muchos otros, trasladarse a España. Fue premiado y siguió su brillante carrera militar hasta la muerte del rey que tanto amaba. Como tradicionalista que era, no aceptó a la hija y heredera se su Rey, por lo que decide incorporarse al ejército carlista, en donde llegó a ser Brigadier de esos Reales Ejércitos.
Por su parte, D. Ramón Castilla y Marquesado, Gran Mariscal del Perú, Vencedor en Junín y Ayacucho y varias veces Presidente de la República peruana, casó con doña Francisca Diez-Canseco Corbacho, hija legítima de D. Manuel Diez-Canseco Nieto y doña María Mercedes Corbacho, de ilustres linajes, aunque sin sucesión. Castilla fue uno de los más brillantes generales y estadistas que ha tenido el Perú, y que siempre será recordado como un militar correcto que puso orden y estabilidad; sabiendo controlar a los llamados caudillos militares, que tanto daño hicieron al país con su ambición personalista y desmedida.
Para concluir este artículo, solo me queda reiterar que el linaje Castilla y Zamora no proviene del Rey D. Felipe IV de España, sino más bien de un linaje de Caballeros Hijosdalgos de Lucena en Andalucía. Lo más probable es que D. Francisco Pablo de Castilla, abuelo del Obispo de Huamanga, haya sido descendiente del Rey D. Pedro I de Castilla (1334-1369); ya que en el retrato del Obispo se muestra un escudo clásico de los descendientes de Pedro I (con los cuarteles de Castilla y León divididos por una banda de sinople, engolada en cabezas de dragones de oro); la misma disposición se encuentra en el escudo que aún conserva la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, en honor de su fundador. Es así que si bien, el linaje Castilla y Zamora, no descendía de Felipe IV (1605-1665), si lo pudo hacer de otro Rey, mucho más antiguo, pero al fin y al cabo un Rey.

Por eso insto a los historiadores a ser cuidadosos con hechos como este. La prudencia es la mejor herramienta en todas las investigaciones; solo a través de la búsqueda de información detallada se podrá llegar a una correcta corroboración del hecho; único medio que nos llevará a la ansiada verdad histórica.